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La incesante
capacidad de la ingeniería financiera de crear nuevos productos, cada vez más
complejos, y la mayor competencia entre las entidades hacen que la publicidad
tenga una gran influencia en los inversores. Salvo que el consumidor financiero
tenga un conocimiento básico de los productos y servicios financieros que
pretende adquirir y entienda los instrumentos financieros a lo que la
publicidad intenta destacar, el resto se trata de consumidores (muy) vulnerables.
Si se añade que el nivel de cultura financiera, en general, es escaso, tirando
a mediocre, le hará mucho más difícil comprender al detalle y la complejidad de
la información que se le proporciona, alejándolo de su propio camino de la
economía familiar.