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28 de febrero de 2023

Invertir según las etapas de la vida financiera

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Decía, en una entrada anterior, que el ser humano, en cada una de las etapas de su ciclo vital, necesita de unas necesidades financieras diferentes. Cada etapa por la que se vaya pasando requiere de unas necesidades financieras diferentes que influirán de una forma directa a la hora de tomar cualquier decisión de inversión.

Etapa de formación.

Las necesidades de inversión no van más allá de una cuenta corriente o algún que otro producto de inversión sin demasiada trascendencia, pero en ella sí se forja el comienzo de toda una vida financiera.

Etapa de independencia.

En esta etapa es en la que se consigue la independencia financiera, en la que comienza a existir la necesidad de contratar los primeros productos financieros y hacer las primeras inversiones.

20 de diciembre de 2022

La Fábula de la Cigarra y la Hormiga aplicada a las finanzas

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La fábula de la cigarra y la hormiga, atribuida a Esopo (fabulista de la Antigua Grecia) y adaptada por La Fontaine (fabulista francés) y por Samaniego (fabulista español), es conocida por todo el mundo. Mientras que la hormiga se pasó todo el verano trabajando para recoger alimento para el invierno, la cigarra se lo pasó al sol y cantando y, además, criticando y riéndose de lo que la hormiga hacía. Cuando llegó la época del frío, la cigarra no tenía nada que comer y decidió pedirle prestado alimento a la hormiga con el propósito de devolverle lo prestado en el verano siguiente. La hormiga no accedió a lo solicitado recriminándole lo holgazana que había sido durante el verano, dándole el consejo de que para poder disfrutar en el futuro hay que trabajar en el presente.

El refranero español y la cultura popular están cargados de dichos y relatos con moralejas muy similares a la que acuña esta fábula. La enseñanza que entraña puede ser aplicada a múltiples facetas de la vida, incluidas las finanzas. No cabe duda de que una parte muy importante de las finanzas es todo lo relativo al ahorro y al trabajo y, dentro de las finanzas personales, una de las partes más importantes es la que se dedica al ahorro de una parte de los ingresos ordinarios, especialmente cuando la situación es favorable, para, en los tiempos difíciles, disponer de una reserva. No he dicho nada nuevo, pero la mayoría de las personas, sabiéndolo, gastan los ingresos recurrentes pensando que la forma de ahorrar es lo que sobra del gasto, y no es así.

30 de agosto de 2022

"Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero" de John Maynard Keynes

La palabra polifacético se queda pequeña a la hora de definir a John Maynard Keynes (5 junio 1883 – 21 abril 1946). Además de ser economista y estar considerado como uno de los padres de la macroeconomía moderna fue profesor, editor, alto funcionario, negociador internacional, secretario, empresario, asesor financiero, biógrafo, historiador económico, coleccionista, bibliógrafo y un largo etcétera.

Keynes fue también inversor, un inversor de éxito, que logró hacer una gran fortuna que se le esfumó durante el Crack del 29 y la posterior Gran Depresión de los años 30 dejándolo prácticamente en la bancarrota. Con el propósito de dar explicación a semejante catástrofe de nivel mundial, en 1936 publicó su principal obra: “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”. En ella plasma su teoría económica, conocida por todos como el Keynesianismo, basada en el estímulo de la economía en época de crisis. Siendo así, durante esta reciente crisis, que parece que ya remite, no había tertulia económica o política que no se citase a Keynes con alguna de sus célebres frases aplicadas al efecto. Y no es para menos porque sus teorías fueron muy influyentes en macroeconomía.

Keynes es considerado como un gran comunicador de su propia lengua, la inglesa, usando a menudo una escritura muy fluida. Sin embargo, en este libro parece que algo quiso exteriorizar de su furor y usó largas frases y complejas que nada tienen que ver con el estilo de otros libros.

15 de junio de 2021

La espiritualidad del dinero


Existen muchas paradojas en la vida, pero la de intentar relacionar el dinero con la espiritualidad, quizás sea una de las más complejas. Algo complicado debe de ser porque la mayoría de las creencias entran en discordia al hablar de dinero y espiritualidad. La razón no es otra que asocian el dinero con lo material poniendo un abismo en medio para que no se acerque a lo espiritual. No en vano, relacionan la existencia del dinero con el egoísmo, con la pobreza, con la explotación humana y hasta con las guerras. Posiblemente tengan razón, pero a mi entender, no es el dinero el culpable, es la falta de escrúpulos del individuo que lo usa.

No nos olvidemos que trabajamos por dinero. Si el trabajo no estuviera remunerado nadie lo haría. Yo cobro por mi trabajo como usted cobra por el suyo porque no es muy fiable eso de “ya le pagaré” o “Dios se lo pague”. Esas expresiones no surten efecto, prueba de ello es que la deuda persiste. En el más allá no lo sé, aquí las cosas, casi todas, se intercambian por dinero porque es el medio de cambio por antonomasia desde que sustituyó, en su momento, al trueque facilitando la compraventa en cualquier mercado. Hay personas que deciden no cobrar por sus actuaciones, pero eso quiere decir que tienen cubiertas sus necesidades materiales por otra vía. Si no se quiere pagar por algo, habrá que ir a donde no le cobren, pero no se puede juzgar a quien cobre por hacerlo.

8 de junio de 2021

El fenómeno monetario de la Inflación

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La historia económica más reciente es ampliamente conocida por todos los lectores: en marzo de 2020, la economía global sufrió el doloroso impacto del confinamiento provocado por la COVID-19 hostigando el hundimiento de todos los Mercados Financieros, incluidas las materias primas industriales. De inmediato, los Bancos Centrales, aplicando sus políticas de QE (Quantitative Easing), inyectaron tales cantidades de efectivo que inundaron los Mercados de dinero haciendo que los inversores volviesen a asumir riesgos a la hora de crear sus carteras. Esa actitud tuvo como resultado una vertiginosa reacción alcista de los Mercados, convirtiendo la brusca caída inicial en la recuperación bursátil más rápida de la historia, dejando a la mayoría de los índices en máximos históricos sustentados (incluso hoy) por las políticas de expansión de los Bancos Centrales.

Solventado ese problema inicial, surge el razonamiento de la teoría monetaria al afirmar que a corto y medio plazo tanta cantidad de dinero en circulación provocará una subida de los precios haciendo aparecer la inflación. La afirmación de que la inflación es un fenómeno monetario se sustenta en la teoría cuantitativa del dinero: la variación de los precios es directamente proporcional a la oferta monetaria. Dicha relación se basa en la identidad según la cual el valor de las transacciones que se llevan a cabo en la economía es similar a la cantidad de dinero que circula en ella, es decir, la velocidad del dinero. Si se asume que la velocidad del dinero es constante en una economía sin crecimiento económico, la tasa de inflación es igual a la tasa de crecimiento del dinero. Por el contrario, si se incrementa la oferta monetaria habrá más dinero en busca de los mismos bienes y servicios, provocando una subida de los precios.

23 de noviembre de 2020

Black Friday: de lo que fue a lo que ha llegado a ser

Desde que se liberalizó el periodo de las rebajas, allá por el 2013, los comerciantes pueden aplicar descuentos cuando lo consideren oportuno, para que los consumidores podamos aprovecharnos de los precios reducidos y así generar la tan necesaria simbiosis entre comerciante y consumidor. Recordaréis que existían dos épocas en el año señaladas para hacer rebajas: las de invierno y las de verano. Pues ahora tenemos rebajas cuando el calendario celebra algún día especial, y lo mismo da que sea una fiesta nacional que de importación: llámese día de los enamorados, del padre, de la madre, del soltero, “Black Friday” … El caso es que no hay mejor manera que esa para fomentar el consumismo, haciéndonos creer que se hace para nuestro ahorro, llegando, incluso, a incentivar un consumo irresponsable al gastar aquellas cantidades de dinero que se sustentan bajo la realidad financiera personal, encargada de optimizar los recursos económicos propios. Las fechas de rebajas, que bien pueden ser una prueba de fuego para los que compran compulsivamente, también pueden ser aprovechadas por aquellos que necesitan comprarse cualquier bien o, simplemente, para adquirir un capricho.

Estaréis de acuerdo conmigo en que si hay una fecha por excelencia marcada en el calendario para los amantes del consumismo esa es el “Black Friday” (“Viernes Negro”) que, como sabéis, coincide siempre con el viernes posterior al Día de Acción de Gracias (fiesta nacional estadounidense que se celebra el cuarto jueves del mes de noviembre), siendo la fecha elegida por todo tipo de comercios para hacer grandes descuentos de cara a las fiestas navideñas. A partir de la década de los noventa fue cuando comenzó su internacionalización y su mutación hasta llegar a como hoy la conocemos: toda una semana de “Black Friday”, extendiéndose las ofertas por todos los ámbitos del comercio, llegando a ser el evento de ventas más potente de todo el año y, según los expertos, culpable en parte de la tan famosa y sufrida cuesta de enero. Por si era poco, con la llegada de Internet, surgió el “Cyber Monday” (lunes siguiente al “Viernes Negro”), día que usan muchas páginas web para ofrecer sus particulares descuentos en productos de venta online a los internautas.

2 de noviembre de 2020

El dinero también sirve para comprar tranquilidad

El pasado 31 de octubre, de una forma prácticamente desapercibida, se celebró el Día Mundial del Ahorro. Esta iniciativa, instituida por el Congreso Internacional del Ahorro en 1924, pretende movilizar a la ciudadanía hacia una mejor planificación de las finanzas personales y familiares intentando desarrollar una mayor consciencia de que el consumismo desmesurado no es compatible con el ahorro. En nuestro país, esta iniciativa no ha tenido demasiado eco, atribuyéndolo los expertos a que se celebra en las vísperas de un día festivo de gran arraigo popular como es el día de Todos los Santos y, de forma mediática, tampoco tiene demasiada importancia al diluirse entre la noticia del cambio horario y de cómo este hecho influye en el ahorro energético. El caso es que ese día, en Twitter, apenas si había alguna pequeña referencia con el hashtag #DíaMundialDelAhorro o #DíaDelAhorro.

La capacidad del ahorro es inversamente proporcional al gasto: a mayor gasto, menor ahorro. Una buena prueba de ello la tenemos con el aumento de la tasa de ahorro justo cuando la crisis nos azotó con más virulencia; según ha ido llegando la recuperación económica el ahorro de las familias se ha ido reduciendo en la misma proporción que ha ido aumentando el gasto. Ahora, en época de pandemia, con el confinamiento, la capacidad de ahorro no ha aumentado, lo que ha ocurrido es que ha disminuido la capacidad de consumo. Ese ahorro latente se convertirá en consumo en cuanto finalice el periodo de confinamiento, por eso no se puede considerar “ahorro para el futuro” como tal. Tanto es así, que la tasa actual del ahorro en España es cuatro puntos inferior a la media europea.

3 de agosto de 2020

El Tiempo y el Dinero como monedas de cambio

¿Ambos recursos sirven como moneda de cambio? ¿Vale lo mismo un minuto en cualquier momento? ¿Vale lo mismo el dinero en cualquier situación? ¿Son el dinero y el tiempo finitos? ¿Cuánto más dinero se posee, se tiene más tiempo para el disfrute?

El dinero y el tiempo son los dos recursos y monedas de cambio más importantes de los que disponemos para invertir y obtener un beneficio. Sin embargo, el dinero es el que realmente se evalúa como una inversión porque nos permite, por ser el sistema de intercambio y pago de referencia, recibir algo a cambio. Con anterioridad a su creación, si necesitábamos algo, recurríamos al trueque para conseguirlo. Por el contrario, invertir nuestro tiempo no es tan tangible el retorno que vamos a obtener, pero también nos proporcionará un beneficio que en algunos casos es en forma de dinero, este es el caso cuando intercambiamos nuestro tiempo por trabajo para que se nos recompense con un salario. En otro plano estaría cuando el intercambio se hace para adquirir conocimientos en el caso del estudio.

13 de julio de 2020

Movimiento FIRE: mito o realidad


Ahora que peligra el futuro de las pensiones, el “Movimiento FIRE” asegura que es posible jubilarse antes de cumplir los 50 años (incluso antes de los 40) cambiando, únicamente, el estilo de vida. Si nos remontamos al pasado, con trabajar se tenía solucionado el tema de las pensiones porque para eso se pagaba a la Seguridad Social. Esa pensión de jubilación aseguraba la independencia financiera en el momento de llegar a la edad dorada. Y así ha sido. Es más, cuando la crisis llegó al momento más álgido de la estrangulación financiera, no pocos se refugiaron en las pensiones de sus ascendientes, incluso sacándolos de sus residencias para poder sortear sus peores momentos económicos. El caso es que las pensiones cumplieron milimétricamente, como si de un reloj suizo se tratase, con su cometido. Por el contrario, el futuro no es tan lisonjero: seguirá habiendo pensiones, seguro, pero se verán reducidos los importes a percibir hasta límites insospechados. Con este panorama tan desolador, aderezado por los peores pronósticos de los gurús económicos, las próximas generaciones nos veremos trabajando hasta los 75 años para percibir una pensión ridícula, que no cubrirá ni siquiera nuestras necesidades económicas más esenciales.

En medio de este contexto, y cuando parece que está más complicado el futuro de las pensiones, llega el “Movimiento FIRE” (Financial Independence and Retire Early -Independencia Financiera y Jubilación Temprana-). Sin parar de ganar adeptos en España (copiando la idea de países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido) viene con nuevas ideas para solucionar nuestro porvenir financiero. El movimiento surge en el momento en que el consumismo está más arraigado entre la población, animando a los jóvenes a ahorrar para poder dejar de trabajar, apostando por la austeridad y la generación de ingresos pasivos (aquellos que no requieren de una presencia física o una actuación directa) con el fin último de conseguir la independencia financiera.

8 de junio de 2020

Las seis etapas de la vida financiera de una persona

El ser humano, a lo largo de su vida, va pasando por diferentes etapas requiriendo en cada una de ellas una serie de necesidades diferentes. No nos olvidemos que se necesita saber dónde se quiere ir, siendo imprescindible dónde nos encontramos, para así reconocer cuándo hemos llegado. Financieramente hablando, no es diferente, y el individuo necesita en cada etapa de su vida unas necesidades financieras con unas determinadas características. Esas necesidades serán cubiertas por los diferentes productos financieros que se adapten a cada etapa en concreto.

Adquirir una adecuada educación financiera para gozar de una autonomía económica es uno de los procesos más complicados a los que se enfrenta una persona a lo largo de su vida. Las finanzas no son cosa de unas cuantas personas que se dedican a ello como profesión, todos deberíamos tener unos conocimientos básicos para evitar engaños, así como hacer frente a las dudas que se presenten en cualquier etapa de la vida financiera.

Los Mercados Financieros están en constante fluctuación, y nuestras necesidades financieras también están sometidas a cambios en el tiempo lo que origina mutaciones inevitables. Siendo así, es necesaria una estrategia financiera para asumir y afrontar todas las necesidades, tanto financieras como personales, que nos surjan.

Dependiendo de la edad (la pongo en cada etapa de forma aproximada), la vida financiera de una persona se puede dividir en las siguientes seis etapas, cada una con una serie de características específicas.

22 de abril de 2020

La importancia del ahorro cuando vienen mal dadas

En el siglo pasado, los que nacimos y nos criamos en lo que hoy se conoce como la España Vacía, conocimos, aunque la mayoría de los de mi generación ya no la vivimos, la economía de subsistencia. Aquélla en la que cada familia producía lo que consumía, condicionada por los factores climatológicos y la salud de cualquiera de los integrantes de la unidad familiar. En otoño e invierno se llenaban las bodegas y en primavera y verano se llenaban los pajares con los excedentes de producción. Aquéllos tenían muy claro qué era el ahorro: esa parte de los ingresos ordinarios que se reservan como previsión para posibles necesidades futuras. No tenían diplomas ni doctorados enmarcados y colgados en la pared, pero ¡qué sabios eran! Sabían distinguir que el ahorro ordinario era el que se destinaba a las contingencias comunes y que el ahorro destinado a la inversión generaba futuras plusvalías.

Desde la antigüedad, el saber popular siempre ha ensalzado las virtudes del ahorro y ha sido cauteloso contra las consecuencias del consumismo y el despilfarro. Los economistas más clásicos todavía mantienen que el ahorrador, al preocuparse de su futuro y el de los suyos, no perjudica a nadie. Por otro lado, están los que atacan estas ideas, poniéndolas en duda, enalteciendo la doctrina del consumo y del gasto público.

El ahorro siempre ha sido tema de discusión. Ya Adam Smith (1723-1790) intentó rebatir, a favor del ahorro y la inversión, las tesis mercantilistas dominantes de la época, en las que se consideraba a la acumulación de dinero una de las causas reales de la falta de trabajo, debido a que se pensaba que la renta real disminuía al retirar ese dinero de circulación. Con el tiempo, se ha demostrado que la renta real no disminuye.