Cada
primavera, con la llegada del buen tiempo y el florecer de los campos, también
llega otro “renacer” menos bucólico, pero igual de recurrente: la campaña del
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, más conocido como IRPF. Este
trámite fiscal, que se ha convertido en una cita ineludible para millones de
españoles, comenzó este año el 2 de abril y se extenderá hasta el 30 de junio.
Se trata de uno de los periodos más largos en la historia reciente de este
proceso, y corresponde al ejercicio económico del año 2024.
Durante este
tiempo, los contribuyentes deben regularizar su situación fiscal con la Agencia
Tributaria, completando una de las gestiones más temidas —y a la vez más
necesarias— del calendario económico nacional. Aunque los ingresos y
movimientos relevantes ocurrieron en 2024, es ahora, en 2025, cuando se debe
rendir cuentas ante Hacienda y presentar la correspondiente declaración.
Más que un
simple formulario
El IRPF es
uno de los pilares del sistema tributario español. Se trata de un impuesto de
naturaleza directa, personal y progresiva, es decir, que grava de forma más
intensa a quienes más ganan. Además, tiene un carácter periódico —se liquida
anualmente— y se ajusta según la renta real obtenida por cada individuo durante
el año natural anterior.
Pese a lo
habitual del proceso, todavía existe un gran desconocimiento sobre cómo
funciona el impuesto, qué grava realmente y cómo se puede reducir la carga
fiscal de forma legal. No basta con aceptar sin más el borrador que la Agencia
Tributaria genera automáticamente. La declaración de la renta es, en realidad,
un proceso en el que el ciudadano puede —y debe— revisar y ajustar los datos,
corrigiendo errores, añadiendo deducciones y optimizando su tributación sin
incurrir en fraude.