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La hipoteca se remonta a las
antiguas civilizaciones griega y romana. Tanto es así que el nombre
proviene del latín hypothêca, originario de la unión de las palabras
griegas Hypo (debajo) y Teka (cajón), haciendo referencia a algo
que permanecía oculto y que no se podía ver al no encontrar signos externos de
su existencia. Pero, en realidad, su origen, tal y como la conocemos hoy, data
de la época del Imperio Romano para asegurar el pago de una deuda mediante
una garantía económica que estaba a disposición del acreedor, en la medida que
el deudor no ejecutara el pago de la obligación contraída.