El día 5 de febrero de 1637, en Holanda, se vendió un lote
de 99 bulbos de tulipán por la escalofriante cifra de 90.000 florines. Por esa
época, el sueldo medio de la población estaba entre 150 y 200 florines al año.
Atendiendo a esas ratios, es fácil suponer lo astronómico que fue el precio que
se pagó por ese lote. Al día siguiente, la burbuja de la “tulipomanía” estalló.
Se puso a la venta un lote de medio kilo de los preciados bulbos a un precio de
1.250 florines y no hubo nadie quien lo comprase. A partir de ese momento, se
desencadenó una gran crisis económica en toda la zona.
Los Países Bajos, desde la Edad Media, habían sido centro de
comercio en Europa y fueron uno de los territorios de mayor prosperidad
económica en la Europa del siglo XVII. La Guerra de los Treinta Años (1618 –
1648) coincidió con la época en que Holanda vivió su época dorada
convirtiéndose en una potencia internacional. En Amberes y Ámsterdam se crearon
las lonjas de contratación, origen de las actuales Bolsas de Valores, donde
compradores y vendedores se ponían de acuerdo en la compraventa de una amplia
gama de productos.
En ese entorno, propicio para la prosperidad económica,
apareció el tulipán como una flor que representaba el lujo y la ostentación
convirtiéndose en estandarte de riqueza.