20 de abril de 2021

La Tulipomanía: primera burbuja de la historia moderna

El día 5 de febrero de 1637, en Holanda, se vendió un lote de 99 bulbos de tulipán por la escalofriante cifra de 90.000 florines. Por esa época, el sueldo medio de la población estaba entre 150 y 200 florines al año. Atendiendo a esas ratios, es fácil suponer lo astronómico que fue el precio que se pagó por ese lote. Al día siguiente, la burbuja de la “tulipomanía” estalló. Se puso a la venta un lote de medio kilo de los preciados bulbos a un precio de 1.250 florines y no hubo nadie quien lo comprase. A partir de ese momento, se desencadenó una gran crisis económica en toda la zona.

Los Países Bajos, desde la Edad Media, habían sido centro de comercio en Europa y fueron uno de los territorios de mayor prosperidad económica en la Europa del siglo XVII. La Guerra de los Treinta Años (1618 – 1648) coincidió con la época en que Holanda vivió su época dorada convirtiéndose en una potencia internacional. En Amberes y Ámsterdam se crearon las lonjas de contratación, origen de las actuales Bolsas de Valores, donde compradores y vendedores se ponían de acuerdo en la compraventa de una amplia gama de productos.

En ese entorno, propicio para la prosperidad económica, apareció el tulipán como una flor que representaba el lujo y la ostentación convirtiéndose en estandarte de riqueza.



El tulipán, de origen turco, llega a Europa en 1554. Toma su nombre del turco tülbent (turbante) debido a la forma de sus pétalos que semejan un turbante. Carolus Clusius, jardinero del Emperador Maximiliano y cuidador de los Jardines Imperiales de Viena, fue el primero que consiguió, con mucho éxito, el cultivo masivo. El color de la flor era aleatorio, multicolor e irrepetible en la mayoría de los casos (como posteriormente se descubrió), debido a que el virus inoculado por el pulgón de la planta era el culpable de tan bellos efectos en su floración y que a tanta gente sumió en la más profunda miseria.

Debido a la moda, se creó un comercio especulativo entorno al tulipán. Las clases nobles fueron coleccionándolos. El precio variaba mucho dependiendo del color de la floración llegándose a vender casas representativas, campos, granjas y fincas por un solo bulbo. Los productores entregaban los bulbos en la época de floración y los compradores adquirían un derecho de entrega. Este mercado de futuros y la entrada de pequeños inversores provocaron el aumento del precio de los bulbos. Esta especulación provocó la venta de los derechos de adquisición con una rentabilidad adicional. Este mercado de futuros a partir de los bulbos no recolectados se conocía como “negocio del aire”.

Comenzó la euforia compradora y todo el país invirtió cuanto tenía en estas flores, creándose la ilusión de que todo lo que sube seguirá subiendo porque siempre habrá alguien que pague más que lo que a ti te costó. Se llegó incluso a abandonar las actividades económicas del país porque se ganaba más con la especulación de los tulipanes. Se prohibió, incluso, el negocio entre particulares, pero se seguía haciendo clandestinamente en las tabernas. Era una auténtica euforia.

Como anécdota, se cuenta que un marinero confundió un bulbo de tulipán con una cebolla y lo cocinó para su patrón. Por esa confusión, al muchacho lo condenaron a seis meses de prisión porque el dueño había pagado 3.000 florines por la planta.

El tulipán era una flor que representaba el lujo y la ostentación convirtiéndose en estandarte de riqueza

Paralelamente, la peste bubónica hizo estragos en la población diezmándola, provocando así una sobrerreacción al alza en los precios del tulipán.

El mercado de tulipanes entró a comercializarse en la Bolsa de Valores lo que provocó que dejase de ser un producto de temporada a negociarse todo el año. ¿Cómo? Muy sencillo. Se negociaban los precios de los bulbos antes de su floración que, además, era indefinida. Eso se puede decir que fue el primer paso para la creación del Mercado de Futuros. Como saben, uno de los Mercados más importantes y líquidos de la actualidad.

De repente, algo estaba cambiando. Los productos hortícolas están condicionados a las inclemencias atmosféricas y en 1637 estas no vinieron según se esperaban, empezando a desconfiar los inversores de las producciones y las inversiones que se habían realizado por ellas. Las órdenes de venta comenzaron a aparecer provocando el estallido de la ya conocida “burbuja de los tulipanes”. Fue el comienzo de la siembra del pánico.

Los más avispados, como siempre, se salieron a tiempo del Mercado aprovechando que todavía quedaban compradores. La “floreciente” economía se secaba. Los suicidios se aglutinaban porque fundieron todo su patrimonio: se endeudaron para comprar flores que ahora no valían nada y no tenían nada con qué hacerle frente a la deuda adquirida.

Al estallar la burbuja de la “tulipomanía” el Gobierno tuvo que intervenir anulando los contratos firmados a partir de noviembre de 1636. Medidas que no sentaron nada bien ni a vendedores ni a compradores. La falta de garantías de este mercado financiero, la imposibilidad de hacer frente a los contratos firmados y el pánico, llevaron a la economía de la boyante Holanda a la quiebra. Holanda necesitó varios años para comenzar a levantar la cabeza de la depresión en que quedó sumida. Sin embargo, no todo fue malo debido a que la infraestructura que se montó en torno a los tulipanes se aprovechó para otro tipo de cosechas.

La explosión de cualquier burbuja económica deja vencedores y vencidos. Vencen los que están bien informados y se salen antes de la explosión acumulando grandes plusvalías; pierden los que no vendieron a tiempo porque se quedan con el producto que nadie quiere a los precios que ellos lo adquirieron.

La burbuja de los tulipanes o “tulipomanía” se considera la primera de la historia moderna y es uno de los ejemplos más citados a la hora de explicar lo que es el concepto de burbuja especulativa. Posteriormente, las burbujas han ido apareciendo en diferentes mercados y épocas, pero siempre ha estado presente la misma esencia.

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