En muchas
ocasiones, el ingenio de aplicar palabras a modo de metáfora no repara en si
realmente la traslación del concepto que quiere expresar es correcta. Es el
caso de la palabra “buitre” que, como sabéis, proviene del nombre de un ave
rapaz y carroñera que se alimenta de animales muertos, sobrevolando pacientemente
a aquellos que observa que están moribundos en espera del momento adecuado para
hincarle el pico. En la vida cotidiana, se utiliza la palabra “buitre” como
cosa mala y es atribuida a aquellas personas que se ceban de la desgracia de
los demás. El mundo de las finanzas no es ajeno a estas vicisitudes y se le ha
atribuido este peyorativo a un tipo de Fondo de Inversión: el Fondo Buitre.
El término “fondo buitre” fue popularizado rápidamente por movimientos sociales, ONG’s y responsables políticos, siendo adoptado posteriormente por todo tipo de organismos internacionales. Sin embargo, los operadores de mercado prefieren evitar esta denominación con alta denotación negativa, pero los medios de comunicación, aunque no siempre de forma acertada, se han encargado de difundir noticias sobre este tipo de fondos y siempre en contextos de crisis económicas.
El
Diccionario de la Lengua Española define al Fondo Buitre (en inglés vulture fund o holdout) como un tipo de fondo de inversión de alto riesgo con un
cargado carácter especulativo, cuya misión es comprar deuda o activos de
empresas o instituciones en graves dificultades económicas, aprovechando las
oportunidades del mercado. Cuando este tipo de fondos actúa, el “cadáver” ya
existe, es decir, compran deuda. Si se tiene una deuda con una entidad y esa
deuda la ha comprado uno de estos fondos, de repente, ya no se debe el dinero a
la entidad que actuó como prestamista. Normalmente, cuando se firma un crédito,
cualquiera, se advierte de que “el que otorga el crédito puede derivar esa
deuda a otra entidad”.