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A la hora de
invertir se suele tener en cuenta el horizonte temporal, el objetivo de
rentabilidad, la aversión al riesgo y la edad del propio inversor. Es cierto
que, en general, las inversiones no suelen depender de la etapa del ciclo vital
donde se encuentre el inversor en un momento dado, pero sí van a depender de
las necesidades particulares y del horizonte temporal y, para eso, la inversión
puede estar marcada por determinadas singularidades en función de la edad del
ahorrador-inversor.
Por tanto, no
es ninguna idea descabellada adaptar cualquier inversión a cada momento preciso
de la vida. No es lo mismo invertir con 25 años y sin cargas que hacerlo cuando
ya se está entrado en años donde las cargas pueden limitar el efectivo de la
inversión. Las expectativas, el riesgo y el tiempo del que se dispone para
rentabilizar el ahorro varían de forma sustancial según se van cumpliendo años.
De ahí que los asesores financieros tengan muy en cuenta, a la hora de
aconsejar una inversión, la edad y el momento vital en el que se encuentra en
inversor, debido, entre otras cosas, a que la aversión al riesgo es
inversamente proporcional a la cantidad de años cumplidos, mientras que el
conservadurismo es directamente proporcional.