Los impuestos son una fuente fundamental de ingresos que
disponen los Estados para llevar a cabo sus cometidos. La lógica dice que a
mayores impuestos mayor será la recaudación, pero, en realidad, esa afirmación
no tiene por qué repercutir necesariamente en un aumento de los ingresos
fiscales. Los gobiernos e instituciones tienen muy complicado saber en qué
momento deben subir o bajar los impuestos para conseguir mayores niveles de
recaudación hacendística.
En el otoño de 1970 cenaban juntos en un restaurante de
Washington el jefe y el subjefe del gabinete del presidente Gerald Ford (Donald
Rumsfeld y Dick Cheney, respectivamente), un periodista del Wall Street
Journal (Jude Wanniski) y el economista de la Escuela de Chicago, Arthur
Laffer. Conversaban sobre la situación económica del país y la necesidad o no
de subir los impuestos con el fin de aumentar la recaudación. En un momento
dado, Laffer, tomó el control de la conversación al espetar que el Estado, para
aumentar la recaudación, debería reducir los impuestos en vez de subirlos. Los
políticos y el periodista discreparon de inmediato ante semejante propuesta soltando
una carcajada al unísono. El economista, al no tener un papel a mano, tomó su
servilleta de tela blanca y en ella esbozó la conocida Curva de Laffer,
en forma de campana, para explicar de forma esquemática, en un eje de
coordenadas cartesianas, la relación entre el Tipo Impositivo y los Ingresos
Fiscales, y cómo el aumento de los impuestos no produciría el resultado esperado,
es más, provocaría el efecto contrario: una reducción de los ingresos. Con ese
dibujo plasmado en una servilleta (la cual se exhibe actualmente en el Museo
Nacional de Historia Estadounidense de Washington) Laffer fue capaz de explicar
su teoría que, a todas luces, iba en contra de la lógica económica de la época.