Siempre habrá quien defienda la postura de la compra y la
postura del alquiler atendiendo a sus ideas o a sus circunstancias personales, sin
dejar de ser una opción mejor que la otra. Es lógico, por otra parte,
preguntarse qué opinión es más ventajosa teniendo en cuenta el bajo precio del
dinero en la actualidad. En el momento que nos está tocando vivir, no siempre
es posible decidir entre comprar y alquilar: el alquiler se está convirtiendo
en una obligación para aquellos que quieran independizarse y no se les conceda
una hipoteca según las condiciones que están imponiendo las entidades bancarias.
Contratar un préstamo hipotecario para adquirir una vivienda sale más a cuenta
que un alquiler, pero hay que destacar que no todo el mundo está en disposición
de permitírselo, aunque la cuota hipotecaria sea inferior a la renta del alquiler.
El principal escollo que se encuentran los posibles hipotecados es que las
entidades financieras solo conceden préstamos por el 80% del precio de venta
y/o precio de la tasación, por lo tanto, es necesario disponer de unos ahorros
iniciales de entre un 30 y un 35 por ciento para poder acceder a la compra de un
inmueble. De esto se puede deducir que es el ahorro inicial y no los
ingresos la gran diferencia ente los que compran y los que alquilan. La
mayoría de los inquilinos reconocen que su nivel de ingresos es suficiente para
acceder al mercado de compraventa, pero solo una minoría cuenta con los ahorros
necesarios para afrontar el desembolso inicial.
Actualmente, estamos conviviendo cuatro generaciones susceptibles
de ser propietarios o inquilinos de su vivienda habitual: Baby Boom
(los nacidos entre 1945 y 1964), Generación X (1965 –
1979), Millennials (1980 – 1994) y Generación Z
(1995 – 2024). El porcentaje de las familias que forman la generación Baby
Boom y que viven bajo el régimen del alquiler es meramente anecdótico, sin
embargo, la Generación X ya representa alrededor del 15% los que viven
de inquilinos. En la generación Millennials el porcentaje ya despunta
llegando a ser del 35%. De la Generación Z no se tienen datos al ser muy
incipiente su edad para la emancipación, pero sí se sabe que le dan mayor
prioridad al alquiler que a la compra. Estos porcentajes, dentro de una década,
claramente aumentarán haciendo evolucionar a las familias hacia el alquiler de
la misma forma que ya está ocurriendo en los países más desarrollados de
Europa. Las generaciones más jóvenes, aunque se ven viviendo de alquiler, no
descartan en un futuro ser propietarios de su propia casa porque eso es lo que han
vivido en su unidad familiar: sus padres son propietarios de la casa donde
ellos se han criado y, a decir verdad, nadie quiere vivir en peores condiciones
que sus antecesores.
A los jóvenes no se lo están poniendo fácil para poder
ahorrar la cantidad inicial de entrada para el acceso a la compra de una
vivienda en propiedad. Necesitan al menos seis o siete años de ahorro para
conseguir el equivalente al 30% necesario para la entrada de su primera
vivienda. Y aquí se entra en un círculo viciosos: la mayoría de los
inquilinos desean adquirir su propia vivienda, pero el pago del alquiler les
impide ahorrar para el aporte inicial, siendo conscientes de que sus
ingresos serían suficientes para afrontar una hipoteca que, como he dicho, en
la mayoría de los casos, el importe estaría por debajo de lo que pagan de
alquiler.
Siempre se ha dicho que “alquilar es tirar el dinero” porque
nunca se tendrá una vivienda en propiedad. Pagar una hipoteca da como resultado
la propiedad de un inmueble, de la vivienda habitual o de una segunda vivienda,
pero por el camino también se ha ido “tirando el dinero”: intereses, impuestos,
formalismos que lleva implícita la propia hipoteca, comisiones, etc. sin dejar
de lado que el importe del pago de la hipoteca condicionará toda la vida del
futuro propietario inmobiliario debido al gran impacto que supondrá en la
economía doméstica, representando la mayoría del patrimonio neto del hipotecado.
Tanto comprar como alquilar tienen sus propias ventajas e
inconvenientes, amén de la forma de vida de cada inquilino o propietario.
Las ventajas de la vivienda en propiedad pasan por formar
parte de una inversión a largo plazo siendo la cuota de la hipoteca una forma
de ahorro, a la finalización se adquiere un bien en propiedad que podrá servir
para sufragar la jubilación o hacerle frente a otro bien o gasto que sea
necesario. La compra permite un nivel de personalización de la vivienda más
amplio que en el régimen de alquiler.
La vivienda en alquiler también genera una serie de beneficios
a tener en cuenta: si no se puede pagar la renta se puede optar, casi de
inmediato, por otra de menor precio, no existen los gastos de mantenimiento,
seguros, comunidad e impuestos implícitos de la vivienda en propiedad. La vivienda
en alquiler no impide el movimiento de cambio de ciudad por los motivos que
sean. También es importante tener en cuanta al coste de oportunidad que supone
tener una vivienda en propiedad, así como la descapitalización, cosa que en la
vivienda de alquiler se ve como una gran ventaja.
En fin, comprar o alquilar forma parte de una decisión muy
personal y algunas veces también tiene que ver con el momento y con la
motivación, paro también hay que considerar la posibilidad de algo intermedio
como es el caso del arrendamiento con opción de compra. Esta variante permite trasladar
el momento más adecuado para la compra cuando realmente se esté preparado para
ello.
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