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En estos
últimos meses, por ejemplo, se ha visto cómo el euro ha ido perdiendo valor con
respecto al dólar debido a que el mercado se ha ido anticipando a las posibles
consecuencias de las políticas monetarias que los Bancos Centrales están
poniendo en marcha. No nos olvidemos que las fluctuaciones que experimenten las
divisas perturban (y mucho) el mercado de bienes y servicios de la economía
cotidiana, por eso, la estabilidad es uno de los principios fundamentales de la
política monetaria.
La
depreciación (disminución del valor de una divisa en relación con otra) del
euro ha generado preocupación por la elevada volatilidad con la que se ha
producido, algo que odian los Bancos Centrales debido a las dificultades que
les genera a la hora de gestionar las expectativas financieras, las relaciones
multilaterales y el riesgo de tipo de cambio.
La
depreciación de una moneda está causada por los menores ingresos de exportación,
por un aumento de las importaciones, por la intervención del Banco Central o
por la propia especulación en el mercado de divisas. Todas esas causas inducen a
cambios en las tasas de inflación, en la inestabilidad política y en multitud
de factores económicos.
Aunque
depreciación y devaluación suponen una reducción en el valor de una moneda con
respecto a otra, ambos términos no son sinónimos. La depreciación, como decía,
viene dada por la oferta y la demanda; la devaluación, sin embargo, es la
reducción del valor como consecuencia de una decisión política sin intervenir
para nada el mercado, lo que provoca, además, un efecto negativo sobre la
economía financiera al perder valor todos los activos monetarios.
La variación
del tipo de cambio de una moneda tiene un gran impacto sobre la economía de un
país o de una zona, como ocurre en el caso del euro. La depreciación abarata
los productos nacionales para los extranjeros, pero encarece los productos
extranjeros para los residentes. Por tanto, una depreciación del euro abarata
las exportaciones y encarece las importaciones, provocando un aumento de las primeras y reduciendo las segundas. La depreciación del euro provoca
una degradación en el corto plazo de la balanza exterior debido a que el
destino de las exportaciones son fundamentalmente la propia Zona Euro por lo
que no afecta el tipo de cambio. Sin embargo, los productos extranjeros no son
sustituibles, como puede ser el caso de las materias primas. A medio plazo, la
depreciación influye en las cantidades exportadas e importadas mejorando la
degradación de la balanza exterior que se produjo en el corto plazo. La curva
en J, por tanto, describe la tendencia del equilibrio de comercio de un país
tras una devaluación o depreciación de una moneda local.
Las
fluctuaciones de los pares de divisas no afectan a todos por igual. El sector
industrial, por ejemplo, exporta más. Por el contrario, salen penalizados los
sectores no exportadores que ven cómo aumentan sus costes de producción y, en
el caso de la economía doméstica, la inflación conlleva una disminución del
consumo. En lo que respecta a nuestra Zona Euro, cada país es un mundo
diferente debido al entramado productivo de cada uno de los países que forman
pare de la Zona. Además, y lo estamos viendo, como la depreciación alimenta la
inflación, el Banco Central está aumentando el interés del dinero, lo que
pesará sobre el crecimiento.
Las
consecuencias de la depreciación del euro para Europa no se han hecho esperar:
han mejorado las exportaciones, sí, pero ha aumentado el precio de la factura
energética ya que todos los productos petrolíferos se pagan en dólares y ese
mayor coste se está trasladando a los precios de la energía. Además, los viajes
fuera de la Zona Euro son más caros debido a la pérdida de poder adquisitivo en
el extranjero. No obstante, hay que tener en cuenta que esta pérdida de valor
del euro, en un contexto de falta de demanda interna, puede tener implicaciones
positivas sobre la demanda externa.
Los que están
de enhorabuena son los inversores que especulan con las fluctuaciones que están
experimentando los precios de las monedas. También salen favorecidos aquellos
inversores que tienen sus activos denominados en dólares porque al venderlos y
reconvertirlos en euros les reportará una rentabilidad extra.
En definitiva, estamos
viendo cómo están ocurriendo circunstancias que no están beneficiando a la
estabilidad de nuestra moneda. Estabilidad que fue el estandarte de su diseño
allá por los primeros años de su existencia y que la alcanzó a conseguir,
llegando a tener un valor que ya le hubiese gustado al dólar para sí. Pero,
todo evoluciona.
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