23 de agosto de 2022

La depreciación de una Divisa y sus efectos en la Economía

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La teoría de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) sobre la fijación de los tipos de cambio establece que los niveles de precio entre dos países deberían ser iguales, determinando el tipo de cambio de equilibrio entre dos monedas a partir de la estructura de precios relativos entre dos economías diferentes. Esto significa que los bienes en cada país costarán lo mismo una vez que las divisas se hayan intercambiado. Sin embargo, esto no es así porque el poder adquisitivo de las divisas es diferente. Como con cualquier activo, existe el valor real de una divisa y el valor nocional, con el que operan los mercados financieros. Según esta teoría, la economía de un país con unos niveles de precios superiores debe experimentar una depreciación de su divisa para compensar su menor competitividad a través de los precios. Por tanto, si una moneda cotiza más cara que el nivel establecido por el cálculo de paridad del poder adquisitivo, diríamos que está sobrevalorada y viceversa. Al final, el objetivo de medir la PPA es hacer comparaciones más eficaces entre dos divisas, ajustándose a las diferencias locales de poder adquisitivo.

En estos últimos meses, por ejemplo, se ha visto cómo el euro ha ido perdiendo valor con respecto al dólar debido a que el mercado se ha ido anticipando a las posibles consecuencias de las políticas monetarias que los Bancos Centrales están poniendo en marcha. No nos olvidemos que las fluctuaciones que experimenten las divisas perturban (y mucho) el mercado de bienes y servicios de la economía cotidiana, por eso, la estabilidad es uno de los principios fundamentales de la política monetaria.

La depreciación (disminución del valor de una divisa en relación con otra) del euro ha generado preocupación por la elevada volatilidad con la que se ha producido, algo que odian los Bancos Centrales debido a las dificultades que les genera a la hora de gestionar las expectativas financieras, las relaciones multilaterales y el riesgo de tipo de cambio.

La depreciación de una moneda está causada por los menores ingresos de exportación, por un aumento de las importaciones, por la intervención del Banco Central o por la propia especulación en el mercado de divisas. Todas esas causas inducen a cambios en las tasas de inflación, en la inestabilidad política y en multitud de factores económicos.

Aunque depreciación y devaluación suponen una reducción en el valor de una moneda con respecto a otra, ambos términos no son sinónimos. La depreciación, como decía, viene dada por la oferta y la demanda; la devaluación, sin embargo, es la reducción del valor como consecuencia de una decisión política sin intervenir para nada el mercado, lo que provoca, además, un efecto negativo sobre la economía financiera al perder valor todos los activos monetarios.

La variación del tipo de cambio de una moneda tiene un gran impacto sobre la economía de un país o de una zona, como ocurre en el caso del euro. La depreciación abarata los productos nacionales para los extranjeros, pero encarece los productos extranjeros para los residentes. Por tanto, una depreciación del euro abarata las exportaciones y encarece las importaciones, provocando un aumento de las primeras y reduciendo las segundas. La depreciación del euro provoca una degradación en el corto plazo de la balanza exterior debido a que el destino de las exportaciones son fundamentalmente la propia Zona Euro por lo que no afecta el tipo de cambio. Sin embargo, los productos extranjeros no son sustituibles, como puede ser el caso de las materias primas. A medio plazo, la depreciación influye en las cantidades exportadas e importadas mejorando la degradación de la balanza exterior que se produjo en el corto plazo. La curva en J, por tanto, describe la tendencia del equilibrio de comercio de un país tras una devaluación o depreciación de una moneda local.

Las fluctuaciones de los pares de divisas no afectan a todos por igual. El sector industrial, por ejemplo, exporta más. Por el contrario, salen penalizados los sectores no exportadores que ven cómo aumentan sus costes de producción y, en el caso de la economía doméstica, la inflación conlleva una disminución del consumo. En lo que respecta a nuestra Zona Euro, cada país es un mundo diferente debido al entramado productivo de cada uno de los países que forman pare de la Zona. Además, y lo estamos viendo, como la depreciación alimenta la inflación, el Banco Central está aumentando el interés del dinero, lo que pesará sobre el crecimiento.

Las consecuencias de la depreciación del euro para Europa no se han hecho esperar: han mejorado las exportaciones, sí, pero ha aumentado el precio de la factura energética ya que todos los productos petrolíferos se pagan en dólares y ese mayor coste se está trasladando a los precios de la energía. Además, los viajes fuera de la Zona Euro son más caros debido a la pérdida de poder adquisitivo en el extranjero. No obstante, hay que tener en cuenta que esta pérdida de valor del euro, en un contexto de falta de demanda interna, puede tener implicaciones positivas sobre la demanda externa.

Los que están de enhorabuena son los inversores que especulan con las fluctuaciones que están experimentando los precios de las monedas. También salen favorecidos aquellos inversores que tienen sus activos denominados en dólares porque al venderlos y reconvertirlos en euros les reportará una rentabilidad extra.

En definitiva, estamos viendo cómo están ocurriendo circunstancias que no están beneficiando a la estabilidad de nuestra moneda. Estabilidad que fue el estandarte de su diseño allá por los primeros años de su existencia y que la alcanzó a conseguir, llegando a tener un valor que ya le hubiese gustado al dólar para sí. Pero, todo evoluciona.

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