Cada vez se oye más hablar del concepto “hazlo tú mismo” o, en inglés, “Do It Yourself” (que es de donde provienen las siglas DIY) y buena culpa de ello lo tiene el fácil acceso a la información a través de internet. Y es que, en realidad, muchas marcas también han ayudado a implantarlo porque lo han promocionado como estrategia de marketing de cara a promocionar y dar salida a unos productos que de otra forma no llegarían al mercado. La ética del DIY se asocia al anticapitalismo rechazando la idea de comprar cosas que uno puede hacer por sí mismo. Decía Confucio aquello de que “dime algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y lo aprenderé”. Y tenía razón. Prueba de ello es la cantidad de ejemplos que ponen en práctica esta filosofía, sin ir más lejos ¿quién no ha hecho algo de bricolaje en su casa y se ha ahorrado un buen dinero?
Pues bien,
las finanzas no son diferentes y también han querido tener su propio hueco en
el mundo “hazlo tú mismo” y ha dado lugar a los llamados inversores
autosuficientes: aquellos ahorradores que eligen sus propios activos donde
invertir su dinero sin la ayuda de un asesor financiero u otro tipo de
profesional del sector.
Adentrarse en
la aventura de pasar de ahorrador a inversor no es fácil en ningún caso, pero
mucho menos si hay que hacerlo por necesidad. Hace tiempo, el ahorrador que
quería pasar a inversor no tenía más remedio que ponerse en manos de
profesionales financieros, que, en la mayoría de los casos, eran los propios
empleados de la banca, confiando su dinero en el propio criterio del
intermediario. La revolución tecnológica ha cambiado muchas cosas y, entre
otras, ha ayudado a los inversores a adquirir la formación adecuada y a tomar
las propias riendas de la gestión del patrimonio a un bajo coste y con la
eficiencia que el inversor sea capaz de conseguir. Las aplicaciones de
inversión, al ser más baratas y rápidas que los medios tradicionales a los que
se estaba acostumbrado, cada vez son más populares.
Los
españoles, sin entrar en detalles, tenemos más de ahorradores que de inversores
y esa estrategia, en un entorno de bajos tipos de interés y alta inflación,
sale bastante cara debido a la constante pérdida de poder adquisitivo para todo
ese ahorro acumulado. No olvidemos, que, según las encuestas realizadas, más de
la mitad del ahorro de todas las unidades familiares está en productos cuyo
riesgo es ínfimo, lo que hace que no se consiga ningún rendimiento. Y lo peor
no es eso, lo peor es que la amenaza de la inflación sobrevuela los ahorros
acumulados haciendo que el interés real que recaiga sobre ellos sea negativo.
Por esta razón, al patrimonio personal hay que prestarle la atención precisa
para que no quede en ningún momento desatendido, dejando de tener sentido
canalizar el ahorro a través de productos de inversión que hace ya bastante
tiempo dejaron de ser rentables. Todo el ahorro que en el pasado no haya
ofrecido un rendimiento superior a la inflación solo ha supuesto una merma, de igual
cuantía, del poder adquisitivo. Habrá que dejar el camino del ahorrador que
antaño tantas satisfacciones dio a los ahorradores convencionales y habrá que
coger el camino del inversor para no sacrificar los posibles rendimientos
futuros. Ha llegado el momento de concienciarse de que el dinero tiene la
obligación de trabajar para nosotros en productos diferentes a los depósitos,
cuantas, pagarés o Letras del Tesoro, ya no son una solución que aporte
rentabilidad positiva sin riesgo ni esfuerzo. La cultura financiera y la
aversión al riesgo (posibilidad de obtener un resultado diferente al esperado)
son probablemente los dos factores más importantes que han llevado a esta
situación.
Construir una
cafetera eficiente de inversión DIY no es tarea fácil, ni siquiera para los
auténticos profesionales. La suerte solo se pone de parte de aquellos que
tienen una buena formación financiera (no es necesario que sea de posgrado) y
hacen las cosas bien para evitar los errores que llevarán a pérdidas una
cartera de inversión, sin olvidar que el riesgo que se asuma en la inversión de
los activos elegidos será quien determine la rentabilidad real de la inversión
en su totalidad. Cada tipo de activo tiene sus propias características por lo
que diversificar bien la inversión siempre se pondrá del lado del ahorrador que
pasó a inversor.
El inversor
DIY siempre está expuesto al ruido mediático. Los medios de comunicación no se
lo ponen fácil al no estar de su parte, necesitan también ser protagonistas de
los contextos por los que pasan las finanzas en determinados momentos de
fluctuaciones derivadas de causas exógenas a la propia inversión. Por eso, la
información debe llevar un filtro milimétrico para que no distorsione la
calidad del análisis y haga que se mantenga firme el proceso de inversión. La
información es muy importante debido a que es la única que hace que el inversor
no sea ajeno a la realidad económica en la que se vive, sin dejar que las
emociones de pánico y euforia se conviertan en el enemigo.
Cualquier
inversión tendrá sus propias implicaciones fiscales, por lo que es otra cosa
que el inversor DIY debe de manejar ayudándole a tomar mejores decisiones de
inversión: no todos los productos de inversión pasan por el Fisco de la misma
forma.
En cualquier
cartera pensada para el largo plazo pueden tener cabida, y de hecho la tienen,
diferentes productos de inversión, unos con más riesgo que otros. Si se tiene
claro esto y se está dispuesto a asumir las fluctuaciones venideras, que las
habrá, es la mejor forma de rentabilizar los ahorros. Realizar una cartera
diversificada, con el riesgo que cada uno pueda asumir, no es tan difícil de
crear.
Crear una
cartera de inversión que sea rentable con los propios análisis financieros del
inversor es factible y hasta rentable, pero no deja de ser una ardua y
complicada tarea. Aunque las redes sociales, llenas de vendedores de humo,
digan lo contrario, duplicar el ahorro invirtiéndolo por uno mismo es más
difícil de lo que parece, es más, solo los que sean capaces de tocar el cielo
con el dedo lo conseguirán.
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