Cada vez se oye más hablar del concepto “hazlo tú mismo” o, en inglés, “Do It Yourself” (que es de donde provienen las siglas DIY) y buena culpa de ello lo tiene el fácil acceso a la información a través de internet. Y es que, en realidad, muchas marcas también han ayudado a implantarlo porque lo han promocionado como estrategia de marketing de cara a promocionar y dar salida a unos productos que de otra forma no llegarían al mercado. La ética del DIY se asocia al anticapitalismo rechazando la idea de comprar cosas que uno puede hacer por sí mismo. Decía Confucio aquello de que “dime algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y lo aprenderé”. Y tenía razón. Prueba de ello es la cantidad de ejemplos que ponen en práctica esta filosofía, sin ir más lejos ¿quién no ha hecho algo de bricolaje en su casa y se ha ahorrado un buen dinero?
Pues bien,
las finanzas no son diferentes y también han querido tener su propio hueco en
el mundo “hazlo tú mismo” y ha dado lugar a los llamados inversores
autosuficientes: aquellos ahorradores que eligen sus propios activos donde
invertir su dinero sin la ayuda de un asesor financiero u otro tipo de
profesional del sector.