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La inflación,
como digo, es implacable con el ahorro, por eso es necesario intentar conseguir
un rendimiento sin olvidarse del monto pecuniario destinado a la liquidez. Para
conseguir ese rendimiento adicional, no hay más remedio que acudir a los
mercados financieros para adquirir activos que sean capaces de cumplir con las
expectativas de cada ahorrador/inversor. El mercado está plagado de productos
de toda índole y para todos los gustos, teniendo muchos de ellos la capacidad
de reconvertirlos de nuevo a dinero de forma casi inmediata y que, además, de
muchos de ellos es conocido, de antemano, su precio de cotización en el
mercado.
Existen dos
elementos básicos dentro de cualquier proceso financiero: el ahorro y la
inversión. Siendo la acumulación de dinero la base de toda inversión, se necesitarán
unos conocimientos específicos y una cierta experiencia. El mundo de las
finanzas es muy amplio y complejo por lo que será necesario adquirir
conocimientos e información constantemente, asegurándose de que las decisiones
que se tomen estén adaptadas a los nuevos productos que genera constantemente
la ingeniería financiera. Evitar invertir en activos desconocidos es un primer
paso para llegar al éxito financiero. Definir el perfil de riesgo, la etapa
vital del inversor (edad, necesidades, ingresos, situación familiar y
económica, etc.), establecer objetivos y plazos y elegir los vehículos de
inversión más apropiados para cada inversor son los principales pasos a seguir.
La inversión
financiera únicamente será productiva si es capaz de batir a la inflación. Pero,
para batir a la inflación, será necesario ser consecuente con la volatilidad
que, en unos casos, se postulará del lado del inversor y, en otros, en contra.
He aquí la razón por la cual el dinero que se vaya a destinar a la inversión
será aquél que, con seguridad, no se necesite en el muy corto plazo. Puede
ocurrir, y ocurre en muchas ocasiones, que sea necesario deshacer una posición
en el peor momento porque haya que solventar algún pago que no se contaba con
él, teniendo que asumir irremediablemente una pérdida que, como decía, vendrá
provocada por la volatilidad de la propia cartera de inversión que siempre
instará a la incertidumbre. En el mundo de las inversiones, el riesgo
(característica básica que distingue los productos de ahorro de los productos
de inversión) debe de ser cuantificado, porque es la posibilidad de obtener
rendimientos menores de lo esperado o, incluso, de perder parte del dinero
invertido.
El dinero en
efectivo guardado debajo del colchón o depositado en una cuenta corriente
tampoco estará exento de la volatilidad. En este caso, a la volatilidad de la
propia inflación. Los precios varían constantemente: en ocasiones, es
predecible su fluctuación, pero en otras están al mandato del propio mercado.
Por ejemplo, la cuota de la hipoteca se conoce con antelación el importe y el
plazo que se mantendrá, pero no es así en el caso de los combustibles o de la
energía que están fluctuando constantemente por su exposición directa a la ley
de la oferta y la demanda.
El dinero es
necesario para hacer frente a los gastos cotidianos y, también, sería ideal
ahorrar una parte de los ingresos para destinarlos a los denominados fondos de
emergencia y de reserva y, una vez constituidos estos, el resto dedicarlo a la
inversión propiamente dicha para que el dinero genere sus propios beneficios.
El fondo de emergencia se construirá para cubrir cualquier tipo de suceso
monetario inesperado. El fondo de reserva tendrá como fin atender las
necesidades futuras conocidas, con la única incertidumbre del momento y del
precio.
Los expertos
machaconamente coinciden en que en España el estímulo del ahorro es prácticamente
nulo, añadiendo que lo que se ahorra se hace de una forma errónea debido a la
falta de planificación y cultura financiera, lo que redunda en una pérdida
constante de oportunidades de inversión. Las cuentas corrientes, los depósitos
y la vivienda son los activos preferidos y en los que más cómodos se
encuentran. Estas preferencias contrastan con los asesores financieros que se
inclinan más por los fondos de inversión debido a su versatilidad, a su
facilidad de inversión, a su amplio catálogo y por su diferimiento fiscal hasta
que se produzca su reembolso.
Ahorrar no
crea grandes emociones, pero sí parece que da satisfacciones, aunque el dinero
no crezca y únicamente desaparezca con la inflación. Por el contrario, invertir
es más excitante al añadir la expectativa de ver crecer el dinero, eso sí,
asumiendo la posibilidad que parte del capital se pueda esfumar por el camino.
En España, por ejemplo, al contrario que en otros países, en cuanto que se
ingresa en el mercado laboral lo primero que se hace es comprar un coche y
crear una hipoteca.
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