20 de diciembre de 2022

La Fábula de la Cigarra y la Hormiga aplicada a las finanzas

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La fábula de la cigarra y la hormiga, atribuida a Esopo (fabulista de la Antigua Grecia) y adaptada por La Fontaine (fabulista francés) y por Samaniego (fabulista español), es conocida por todo el mundo. Mientras que la hormiga se pasó todo el verano trabajando para recoger alimento para el invierno, la cigarra se lo pasó al sol y cantando y, además, criticando y riéndose de lo que la hormiga hacía. Cuando llegó la época del frío, la cigarra no tenía nada que comer y decidió pedirle prestado alimento a la hormiga con el propósito de devolverle lo prestado en el verano siguiente. La hormiga no accedió a lo solicitado recriminándole lo holgazana que había sido durante el verano, dándole el consejo de que para poder disfrutar en el futuro hay que trabajar en el presente.

El refranero español y la cultura popular están cargados de dichos y relatos con moralejas muy similares a la que acuña esta fábula. La enseñanza que entraña puede ser aplicada a múltiples facetas de la vida, incluidas las finanzas. No cabe duda de que una parte muy importante de las finanzas es todo lo relativo al ahorro y al trabajo y, dentro de las finanzas personales, una de las partes más importantes es la que se dedica al ahorro de una parte de los ingresos ordinarios, especialmente cuando la situación es favorable, para, en los tiempos difíciles, disponer de una reserva. No he dicho nada nuevo, pero la mayoría de las personas, sabiéndolo, gastan los ingresos recurrentes pensando que la forma de ahorrar es lo que sobra del gasto, y no es así.

La estabilidad financiera de los hogares es un trabajo que requiere dedicación diaria. No preocuparse por el futuro financiero, quizás porque no tengan muchas ganas de trabajar o porque no les importe el mañana, es un grave error que provocará un desmoronamiento en la construcción del futuro personal y familiar. Planear el “por si acaso” supone renunciar a algún que otro capricho, pero con la particularidad que ese pequeño esfuerzo progresivo reconfortará con buenas recompensas.

El presente no hay duda de que hay que vivirlo, pero pensando en el futuro que se comienza a construir hoy. Yo, que provengo del mundo rural, siempre vi como en el verano se llenaban los pajares y en el invierno las bodegas, generando una reserva del sustento para el resto del año. La formación y el ahorro no son más que una acumulación para el día de mañana. Nos encanta pedirle prestado dinero a nuestro yo futuro, pero no tanto hacerle regalos (llámense inversiones).

El invierno es representado en la fábula como el periodo en el que se necesitará todo lo que se ha acumulado en la despensa. El ciclo vital de las personas no es diferente: la primavera es la infancia, el verano la juventud, el otoño la etapa de madurez y el invierno la vejez. El futuro financiero pasa también por esas mismas etapas: en la infancia, la enseñanza nos transportará al mundo laboral de la juventud; la edad adulta es la parte del ciclo vital donde se produce la acumulación para el disfrute de la edad dorada. El futuro financiero depende de nosotros mismos, no del gobierno de turno que únicamente intervendrá de una forma subsidiaria y marginal. Y lo estamos viendo. No digo que haya que trabajar hasta que el cuerpo aguante, pero sí hasta conseguir los suficientes activos que permitan una tranquilidad financiera que no proporcionará la pensión pública.

La hormiga guardaba sus provisiones en su despensa. Para nosotros es también de vital importancia dónde se deposita el dinero ahorrado. Meter el dinero debajo de las baldosas de la cocina no es una buena solución por dos motivos: porque la inflación es el impuesto silencioso de los ahorros y porque el dinero que se saca del movimiento del mercado influye en el desarrollo de la economía. Por eso, saber invertir adecuadamente el ahorro hace que este trabaje para nosotros, siendo el garante de la protección ante determinadas circunstancias que se puedan resolver con dinero. El mercado está plagado de productos donde se puede destinar el ahorro, aunque es importante saber que ninguna inversión está exenta de riesgo. Por eso es necesario estudiar todas las posibilidades y elegir la mejor opción que se adecúe a nuestros objetivos de riesgo-rentabilidad y el horizonte temporal.

Existen miles de excusas para justificar la falta de previsión, pero ninguna será válida si no hay una predisposición real a ejecutarla. Nadie conoce el futuro porque es incierto. Una de las partes más importantes de la gestión de las finanzas personales es la de tomar decisiones financieras acertadas. Pero son casi impredecibles los gastos futuros que pueden llegar y que siempre tendrán una repercusión en las arcas familiares: subida de la hipoteca, una celebración inesperada, un aumento generalizado de los precios de bienes y servicios, un desastre material, etc. Por eso, es de vital importancia contar con un fondo de reserva para emergencias.

La cigarra se burlaba de la hormiga porque trabajaba y esos comentarios siempre los escucharemos cuando alguien ve que estamos poniendo en orden nuestra finanzas personales y familiares. Ante esos comentarios lo mejor es guardar silencio como bien hizo la hormiga. El ahorro tiene un coste que pasa por renunciar a una parte del ocio y del consumo, pero el beneficio del ahorro es el consumo del futuro. Es decir: la hormiga paga el coste del ahorro y la cigarra no disfruta del gasto futuro. Dicho de otra forma: la hormiga, cuando llega el invierno, se alegra de haber trabajado y la cigarra se lamenta de no haberlo hecho y pensará que alguien le ayudará a salir de sus penurias.

Es verdad que el cuento podría haber finalizado muriendo la hormiga antes de que llegase el invierno y que disfrutase de lo guardado, pero ya se sabe que el devenir que se espera del futuro es impredecible. Aun así, habrá alguien que herede su legado y su descendencia se sentirá agradecida. No dejemos de lado esta fábula que tanto se asemeja a nuestra forma de vida y a nuestro sistema de pensiones público y privado, siendo una de las mejores ilustraciones de los costes y los beneficios del ahorro para la jubilación, obligándonos a parecernos más a la hormiga que a la cigarra.

Moraleja: ahorrar en el presente, pensando en el futuro, supone no arrepentirse de no haberlo hecho cuando se llegue a la edad dorada.

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