Vivir de los beneficios que proporciona la inversión en
Bolsa es, cuanto menos, laborioso, pero posible. Estoy hablando de vivir como
si de otro trabajo cualquiera se tratase y, además, hablo de beneficios, con lo
cual, hay que partir de un capital inicial. Entonces, partiendo de que se trabaja
para vivir y no se vive para trabajar, voy a comenzar con la idea de que con
ser “mileurista” llega. Esto no quiere decir que haya que ser conformista, se
puede ser ambicioso, aunque esto viene implícito con la persona.
Por estadística, sólo el 5% de los inversores ganan dinero
en los mercados financieros de forma recurrente. Sí, es muy pequeño el porcentaje,
pero si de esa estadística se separan a los jugadores de los inversores, el
porcentaje de los que ganan dinero es inmensamente mayor. No tengo ese dato,
pero estoy convencido de que sobrepase con bastante el 50%. No pasa nada porque
la inversión, en un momento determinado, se encuentre en pérdidas, es más, se
cuenta con ellas: el riesgo y la inversión van unidos de la mano. El secreto,
conocido por todos, está en cortar las pérdidas y dejar correr las ganancias. El
jugador no actúa así, el inversor sí. Actuando de esta manera, las ganancias
siempre serán mayores que las pérdidas. Esto es así porque, por ejemplo, cuando
se pierde un 50% en una inversión luego hay que ganar un 100% para igualar la
inversión inicial y esto es muy difícil.
Para poder vivir de la Bolsa se necesita un capital inicial.
Debo de decir, que la mayoría de los profesionales que viven de la Bolsa gozan
de un capital considerable. Algunos han empezado de cero; otros han tenido
suerte en la vida; los que menos, han tenido una herencia que les ha ayudado y;
otros, en fin, se han buscado la vida como han podido.
Imaginemos que un inversor comienza con 10.000 € de capital
inicial. Necesita obtener una rentabilidad mensual de un 12% para tener un
beneficio de 1.200 € al mes. Y así, de forma recurrente durante los doce meses
del año. Difícil tarea. Si ese porcentaje se expresa en forma de TAE equivaldría
a un 144%. A todos les gustaría obtener este tipo de beneficios, pero,
desgraciadamente, la inmensa mayoría se conforman con bastante menos y no es
porque lo hagan mal. Sin embargo, imaginemos ahora un segundo inversor que
dispone de un capital inicial más amplio, por ejemplo 100.000 €. Este inversor,
para ganar 1.200 € al mes sólo necesita obtener unos beneficios de un 1,2%
mensual, que si se anualiza sale un 14,4%. Esto ya es más sencillo y probable
de obtener. Está claro que se necesita partir de una capital que no debería
provenir de un crédito, pues aquí se puede pisar terreno pantanoso. El capital,
pues, es el arma de trabajo más importante que posee el inversor, por lo que
hay que conservarlo y custodiarlo a toda costa: si se pierde el capital se ha
perdido el trabajo y los ahorros.
Otro de los pilares fundamentales para poder vivir de la
Bolsa es la formación, el conocimiento de lo que se trae entre manos. Cualquier
profesión necesita de un aprendizaje inicial y luego ponerlo en práctica. Nadie
nace aprendido, así que no hay más remedio que acudir a la escuela. Se puede
encontrar información en Internet, hay multitud de libros que hablan de la
materia bursátil y cada autor lo cuenta a su manera, pero lo más útil y beneficioso
es acudir a los cursos –bastante caros, por cierto- que se imparten por casi
toda la geografía española. Lo que se invierta en conocimiento será la
inversión más rentable. Del aprendizaje inicial, se buscará un método que sea
acorde con la forma de pensar y de trabajar del inversor, y se pondrá en
práctica: primero de forma virtual y luego, si funciona según las propias
expectativas, se llevará a la pura y cruda realidad. Métodos hay tantos como
autores, con lo cual, no hay más remedio que actuar a modo de prueba y error
hasta que se consiga adaptar uno: método e inversor van de la mano. Tener
plusvalías por casualidad sin la formación adecuada y experiencia oportuna es
suerte.
Una vez que se ha aprendido a operar en Bolsa hay que ser disciplinados: primero con nosotros mismos y luego con el Mercado. Este es
implacable y poderoso y no permite ni el más mínimo fallo. Sin lugar a duda, el
Mercado Bursátil es sabio, más que cualquiera de los inversores; nunca se será
más listo que él, es el patriarca. El inversor debe de cumplir un horario que
bien puede ser el propio de la sesión bursátil: de 9 de la mañana a 5:30 de la
tarde.
Hay que seguir evolucionando al mismo ritmo que lo hace el
resto y el propio Mercado. Al otro lado de cualquier terminal de contratación hay
miles de bolsistas, los más preparados, que están deseando que alguien se
equivoque en las decisiones de inversión. La ley de la oferta y la demanda es
la que manda aquí. Los inversores necesitan a los jugadores de Bolsa para ganar
pues de ellos se saca buena parte de los beneficios.
La psicología, el autocontrol personal y emocional tienen
que estar siempre presentes, serán el Ángel de la Guarda. Aunque parezca
mentira, es muy difícil de conseguir el control total. Muchos han fracasado en
el intento por no ser capaces de autocontrolar las emociones bursátiles. El
riesgo forma parte de la inversión y hay que tener nervios de plomo y a prueba
de bomba. Si una operación ha ido mal, que irá, la culpa no es del Mercado, es del
propio inversor. Siempre. Algo se ha hecho mal. Por eso, y en esto más que en
nada, hay que ser sumamente disciplinados con nosotros mismos.
El éxito está casi asegurado si, como dije antes, se
recortan las pérdidas y se dejan correr las ganancias. El control de las pérdidas
es esencial para beneficio propio: el inversor debe de estar en las pérdidas
para luego estar en las ganancias.
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