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La ley del
mínimo esfuerzo se basa en la facilidad que tenemos para intentar obtener el
máximo beneficio utilizando el menor tiempo y esfuerzo posible. Si en la
antigüedad, el invento de la rueda transformó la forma de hacer las cosas,
ahora llega la Inteligencia Artificial (IA) con plena predisposición a cambiar
el mundo. Los que quieren construir la máquina del dinero descubren que la
tecnología no siempre funciona según lo previsto y, de momento, no son capaces
de batir al Mercado porque las finanzas tienen sus propios retos.
La quimera de
todo inversor es elegir los activos financieros más rentables con el fin de
batir al Mercado. Y aquí entra un nuevo actor: la Inteligencia Artificial, que
por ahora tiene pendiente la capacidad de construir una cartera de inversión
que roce la perfección. En otros ámbitos, la IA está dando muy buenos
resultados, pero no así en la rentabilidad que es capaz de conseguir para las carteras
de inversión. En finanzas se puede tener mucho éxito con sólo ser un poco mejor
que el 50%. Por esta razón, los defensores de la IA no persiguen grandes
rentabilidades, sino que les basta con conseguir una ligera ventaja con
respecto a la mayoría. La IA será usada para que los ordenadores se entrenen
con cantidades ingentes de datos para llevar a cabo tareas concretas. Este
aprendizaje intentará conocer todos los patrones del Mercado para decidir
cuándo es el momento más idóneo para ejecutar una operación. De esta forma, la
IA se da por supuesto que revolucionará el mundo de la inversión.
Todos los
ahorradores-inversores saben que las tendencias del Mercado y sus
comportamientos pueden mantenerse estables durante un cierto tiempo, pero en un
instante todo cambia con un giro inesperado, provocando que la máquina se reinicie
y comience un nuevo ciclo de aprendizaje. Al final, lo que se desprende es que
las finanzas no siempre dan datos suficientes para hacer un uso eficaz y
rentable de la IA. Los Mercados, de vez en cuando, se vuelven irracionales y
aleatorios provocando una distorsión en el funcionamiento del cerebro humano,
de la IA y en el aprendizaje automático.
La IA
mejorará la eficiencia de los mercados financieros, pero tiene en contra la
prudencia y el largo plazo. Esta tecnología contribuirá a eliminar las
emociones personales de la toma de decisiones en la inversión. Se evitará la
salida o la entrada en el Mercado en los peores momentos. El trato personal y
el acompañamiento se perderán para siempre a cambio de una mejora de la gestión
y un abaratamiento de los costes.
Los mercados
financieros no son eficientes. Si fuesen eficientes, los activos reflejarían su
valor exacto y nadie invertiría, desapareciendo la revalorización. Espero que
la IA no los haga eficientes y se dedique a una mejora de los resultados de las
carteras de los inversores.
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