20 de abril de 2025

Hacienda somos todos, no nos engañemos

Cada primavera, con la llegada del buen tiempo y el florecer de los campos, también llega otro “renacer” menos bucólico, pero igual de recurrente: la campaña del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, más conocido como IRPF. Este trámite fiscal, que se ha convertido en una cita ineludible para millones de españoles, comenzó este año el 2 de abril y se extenderá hasta el 30 de junio. Se trata de uno de los periodos más largos en la historia reciente de este proceso, y corresponde al ejercicio económico del año 2024.

Durante este tiempo, los contribuyentes deben regularizar su situación fiscal con la Agencia Tributaria, completando una de las gestiones más temidas —y a la vez más necesarias— del calendario económico nacional. Aunque los ingresos y movimientos relevantes ocurrieron en 2024, es ahora, en 2025, cuando se debe rendir cuentas ante Hacienda y presentar la correspondiente declaración.

Más que un simple formulario

El IRPF es uno de los pilares del sistema tributario español. Se trata de un impuesto de naturaleza directa, personal y progresiva, es decir, que grava de forma más intensa a quienes más ganan. Además, tiene un carácter periódico —se liquida anualmente— y se ajusta según la renta real obtenida por cada individuo durante el año natural anterior.

Pese a lo habitual del proceso, todavía existe un gran desconocimiento sobre cómo funciona el impuesto, qué grava realmente y cómo se puede reducir la carga fiscal de forma legal. No basta con aceptar sin más el borrador que la Agencia Tributaria genera automáticamente. La declaración de la renta es, en realidad, un proceso en el que el ciudadano puede —y debe— revisar y ajustar los datos, corrigiendo errores, añadiendo deducciones y optimizando su tributación sin incurrir en fraude.

El desconocido mundo de las deducciones fiscales

Uno de los aspectos más desaprovechados por los contribuyentes es la posibilidad de aplicar deducciones fiscales. Más allá de las deducciones estatales más conocidas, como las relacionadas con el alquiler o la compra de la vivienda habitual, las donaciones a ONG o las aportaciones a planes de pensiones, cada comunidad autónoma ofrece beneficios fiscales específicos que pueden suponer un ahorro considerable.

Sin embargo, el desconocimiento reina. Según datos recientes, solo un 8% de los contribuyentes se beneficia de estas deducciones autonómicas. El resto, por falta de información o por simple desinterés, deja de aplicar incentivos que podrían reducir su factura fiscal en casi 300 euros anuales de media. La razón principal es que el borrador de la renta no incluye automáticamente estas ventajas, por lo que es necesario introducirlas manualmente. Si el contribuyente no las conoce, difícilmente las aplicará.

Por eso, resulta esencial consultar la normativa vigente de cada comunidad y revisar cuidadosamente la información disponible. La Agencia Tributaria, consciente de esta carencia informativa, publica anualmente un manual práctico —extenso, pero bien estructurado— que detalla con claridad todos los pasos y beneficios fiscales disponibles.

Tecnología y complejidad: una relación complicada

En los últimos años, Hacienda ha hecho esfuerzos considerables por digitalizar el proceso de presentación del IRPF, desarrollando plataformas como Renta WEB o APP de la Agencia Tributaria, que permiten gestionar todo el trámite desde cualquier dispositivo conectado a Internet. Aun así, para muchos ciudadanos, declarar la renta sigue siendo una experiencia tediosa y estresante.

La normativa fiscal es compleja y, en ocasiones, ambigua. Requiere un nivel de atención elevado para evitar errores, omisiones o incluso sanciones. La presión de no cometer fallos y la incertidumbre sobre si la declaración resultará “a devolver” o “a ingresar” generan un clima de inquietud generalizada entre los contribuyentes. Pero es importante entender qué significa cada resultado. Si la declaración sale a devolver, no es que Hacienda “regale” dinero, sino que, simplemente, ha cobrado de más durante el ejercicio. Si, por el contrario, toca pagar, es porque se ha abonado menos de lo debido. En cualquiera de los casos, no se trata de un castigo ni de una recompensa, sino del ajuste final de cuentas entre ciudadano y Estado.

Una buena planificación marca la diferencia

Una correcta planificación fiscal a lo largo del año puede marcar la diferencia a la hora de presentar la declaración. Invertir tiempo en conocer los beneficios fiscales, organizar los documentos y utilizar las herramientas que ofrece la Administración puede convertir esta tarea en algo más manejable. Además, consultar con profesionales especializados siempre es una buena opción para quienes tienen situaciones fiscales más complejas o desean asegurarse de que no están dejando dinero sobre la mesa.

Hay que recordar que, una vez iniciada la campaña, ya es tarde para hacer cambios significativos que afecten al resultado. Las decisiones que repercuten en la declaración —como una aportación a un plan de pensiones o una donación deducible— deben haberse realizado durante el ejercicio anterior. Por eso, conviene pensar en la fiscalidad de forma estratégica, a lo largo de todo el año, y no solo cuando llega el plazo de rendir cuentas.

Hacienda somos todos… ¿o no?

En 1978, cuando se instauró el IRPF como lo conocemos hoy, el lema de la campaña fue claro y contundente: “Ahora Hacienda somos todos. No nos engañemos”. Esta frase, ideada por Stanley Bendelac, caló hondo en la conciencia colectiva, apelando a la responsabilidad ciudadana como parte fundamental del contrato social.

Y aunque hoy esa frase puede sonar algo desfasada o incluso polémica, sigue reflejando una verdad incómoda: los impuestos son necesarios para mantener los servicios públicos, el sistema sanitario, la educación, las pensiones y muchas otras infraestructuras sociales que forman parte del estado del bienestar. Pagar impuestos no es agradable, pero es la base de una sociedad cohesionada.

De la Edad Media al presente: una evolución constante

Si bien hoy día seguimos quejándonos —y con razón— de la carga fiscal, es importante recordar de dónde venimos. En la Edad Media, por ejemplo, los campesinos apenas poseían nada y, sin embargo, estaban obligados a pagar el diezmo a la Iglesia, impuestos reales, tasas al señor feudal y a soportar innumerables peajes. En muchos casos, tras trabajar duramente toda la temporada, apenas les quedaba para sobrevivir. Al menos hoy, el sistema, con todas sus deficiencias, está más estructurado y ofrece canales para la defensa de los derechos del contribuyente.

Una invitación que no se puede rechazar

La campaña de la renta no es una opción, sino una obligación legal. Todos aquellos que estén llamados a declarar deben hacerlo antes del 30 de junio. El no hacerlo puede acarrear sanciones y recargos innecesarios. Y, aunque resulte molesto, no hay escapatoria: como dice el dicho popular, “la muerte y los impuestos son inevitables, pero mejor que lleguen tarde y bien planificados”.

Así que, antes de que se agote el plazo, es recomendable revisar el borrador, comprobar que los datos son correctos, explorar todas las deducciones posibles y presentar la declaración con calma. Porque, aunque Hacienda no siempre se equivoque a nuestro favor, tener las cuentas claras es una forma de ejercer ciudadanía responsable.

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