Dice nuestra amplia colección de dichos populares que “quien no conoce la historia está condenado
a repetirla”. Y tiene razón porque si alguien no nos engaña es ella misma. Nietzsche
decía que todas las cosas se encuentran en un eterno retorno, sin embargo, los
más puristas, mantienen la postura de que el avance histórico no se hace de una
forma lineal, sino en forma de ciclo que se repite siendo el nuevo punto de
partida diferente al anterior porque está en un estadio superior ya que el
avance se realiza en vertical y en espiral.
Si esta hipótesis la trasladamos a las burbujas económicas
que han ido aconteciendo a lo largo de la historia, observamos que tiene mucho
de cierto. Aunque cada vez más experiencia (desgraciadamente) se tiene en el
desarrollo de éstas, es muy difícil identificarlas de una forma prematura. Solo
cuando la caída brusca de los precios se precipita es cuando se identifica
provocando entonces el inevitable crash.
Se conoce como burbuja económica la situación que se produce
cuando un bien o un activo adquieren un precio desproporcionado en función de
su valor teórico. El foco principal en su formación es la especulación, la
moda, la novedad o simplemente una tendencia prolongada del mercado. La burbuja
estalla en el momento que deja de haber compradores; en ese instante, los
vendedores entran en acción intentando deshacerse del activo de forma masiva
provocando una caída brusca del precio, incluso por debajo de su valor teórico,
dejando tras de sí un reguero de cadáveres llenos de pérdidas y deudas.