Parece ya hasta cotidiano que de vez en cuando en la Bolsa
aparezca alguna compañía con problemas serios en sus cuentas interiores. Una de
las últimas, ya sabéis, Abengoa. ¡Qué poco dura la alegría en la casa del
pobre! solía repetir con frecuencia un antepasado mío. No ha sido la
primera ni será la última, por desgracia. Y, lo peor de todo, es que seguirá
siendo así y siempre pillará implacablemente a algún que otro pequeño
ahorrador-inversor.
La historia ha ido dejando algún que otro legado donde al
pequeño accionista le han quemado sus ahorros:
Recordaréis, hace tiempo ya (1993), la intervención y
destitución del consejo de administración del Banco Español de Crédito (BANESTO) por parte del Banco de España
por la existencia de un gran agujero patrimonial.
En 2001, Enron fracasa
debido a un fraude en su contabilidad.
En 2002 la empresa de telefonía de EEUU WorldCom quiebra por la falsedad en sus cuentas.
En 2003 se descubre que la italiana Parmalat falseó sus cuentas durante unos cuantos de años y tiene
que salir a su encuentro el propio gobierno italiano.
Aún suenan, por recientes, los acordes de Pescanova en nuestro país debido a su
deuda oculta. O la quiebra de Gowex
por falsear sus cuentas.
La quiebra en 2008 del banco Lehman Brothers, la salida a Bolsa de Bankia y los problemas del banco portugués Espírito Santo es por todos conocidos.
Las estafas piramidales de Forum, Afinsa, Madoff o Gescartera
son ejemplos que algunos ahorradores, buscando un beneficio extra para su
inversión, no olvidarán nunca.
Las Preferentes o
los llamados Valores Santander no
han hecho más que mermar las cuentas de aquellos incautos inversores que
adquirían lo que no sabían que adquirían. Que ahora esperan que los tribunales
le devuelvan aquel dinero que se quemó y que lo único que están viendo es el
humo suspendido en el ambiente.