El estado de alarma ha dado para mucho, hasta para meditar
cómo será nuestra casa en un futuro. Razonando, se ha visto que, según la
tipología de la vivienda, no todos han sufrido el confinamiento de la misma
forma. No ha sido lo mismo pasar la clausura en un piso interior y sin vistas a
la calle (aproximadamente, el 8% de la población no ha podido aplaudir a los
sanitarios desde su ventana) que aquellos cuya vivienda poseía balcón o
terraza. No ha sido lo mismo pasar este periodo en un ático que en un sótano.
No ha sido igual vivir una familia en 50 m2 que en 150. Ni ha sido lo mismo
estar confinado en un piso que en una casa con jardín o piscina. Ni ha sido
igual en el centro que en la periferia. Y tampoco ha sido equiparable en el
mundo urbano que en el rural.
En las ciudades, sobre todo, se ha visto cómo los edificios
de viviendas han ido evolucionando: mientras que en los años 80 y anteriores
rara era la vivienda que no tenía un balcón o una terraza, las más recientes
han ido prescindiendo de ese espacio que en el confinamiento ha sido un
auténtico balón de oxígeno. Es más, la tendencia ha sido que todos aquellos que
adquirieron una vivienda con terraza han optado por cerrarla, aprovechando su
espacio al dárselo al interior adquiriendo así la vivienda más metros útiles.
En otros casos, los balcones se están usando como trasteros o como lugar de
anclaje del compresor del aire acondicionado. Los moradores han preferido
salones más amplios que el espacio semimuerto que las terrazas proporcionan a
las viviendas.