El ciclo económico venidero no es el más propicio para
cambiar de vivienda en el futuro más inmediato, debido a la incertidumbre
financiera que se avecina. La vivienda se enmarca en el mercado de la
inversión, no en el del consumo, ya que depende del comportamiento del crédito
y de los tipos de interés, de la solvencia de las entidades financieras, de la
actividad económica, del empleo y de la capacidad de ahorro. Los ciclos
económicos inmobiliarios son largos, demasiado largos en la mayoría de los
casos, lo que puede provocar que el impulso de cambio de vivienda no sea nada
más que eso, un impulso. Lo que sí está claro, siempre ha ocurrido, es que en
la parte depresiva del ciclo la demanda ha sido muy inferior a la oferta, lo
que permite que se adquieran viviendas más asequibles debido a que se hacen más
efectivas las contraofertas. La realidad pasa por la idea de que para comprar
es preciso vender antes, entrando la venta en una fase complicada por la escasa
demanda. También, los activos a los que se está accediendo no son baratos y se
requiere un apuesto presupuesto, con un ahorro considerable para acceder sin
problemas al préstamo hipotecario.
Ahora mismo, el mercado inmobiliario está roto y todo lo que
se precie que ocurra son especulaciones sin saber muy bien por donde tirará la
tendencia. Lo que sí está claro, y en esto todos los expertos están de acuerdo,
es que la vivienda tiene que reinventarse de nuevo para generar nuevos espacios
y nuevas dimensiones, adaptándose a las necesidades que los futuros
propietarios necesiten según sus propias expectativas. La COVID-19 ha marcado
el comienzo de un cambio, redistribuyendo los espacios útiles de las viviendas
y oficinas para adaptarlos a situaciones similares a las vividas y a un aumento
sistemático del teletrabajo. Las viviendas actuales no están configuradas para
que los moradores pasen en ellas largos periodos de tiempo sin salir al centro
de trabajo, al de ocio o, simplemente, a la calle. El sector inmobiliario
sufrirá modificaciones, saliendo a la luz nuevas oportunidades de negocio y
algún que otro planteamiento más renovador como el teletrabajo. Pero hay
sectores que no pueden ejecutarlo, porque el teletrabajador viste de cuello
blanco, no azul.
El estado de confinamiento también ha dado lugar a
replantearse si es mejor vivir de alquiler o tener una vivienda en propiedad.
Para los propietarios que están pagando un préstamo, el Ejecutivo ha
proporcionado medidas más eficaces para aplazar el pago de la cuota hipotecaria
que las medidas que se han propuesto para los que viven de alquiler, debido, principalmente,
a que los propietarios de la vivienda destinada al mercado del alquiler son, la
inmensa mayoría, propietarios particulares.
Al final todo evoluciona y la tipología de la vivienda no ha sido ni será ajena. La demanda ha ido evolucionando hacia más superficie útil o habitable, un trastero anejo a la vivienda y una amplia plaza de garaje donde resguardar el coche, evitando así la pérdida de tiempo que supone llegar a casa y tener que buscar un lugar de estacionamiento. Los promotores inmobiliarios, y así me consta, se han puesto manos a la obra con las nuevas tendencias sociológicas y darán respuestas, seguro, a las nuevas necesidades y nuevos hábitos tras la pandemia del coronavirus.
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