29 de junio de 2020

El protagonismo de la vivienda durante el confinamiento


El estado de alarma ha dado para mucho, hasta para meditar cómo será nuestra casa en un futuro. Razonando, se ha visto que, según la tipología de la vivienda, no todos han sufrido el confinamiento de la misma forma. No ha sido lo mismo pasar la clausura en un piso interior y sin vistas a la calle (aproximadamente, el 8% de la población no ha podido aplaudir a los sanitarios desde su ventana) que aquellos cuya vivienda poseía balcón o terraza. No ha sido lo mismo pasar este periodo en un ático que en un sótano. No ha sido igual vivir una familia en 50 m2 que en 150. Ni ha sido lo mismo estar confinado en un piso que en una casa con jardín o piscina. Ni ha sido igual en el centro que en la periferia. Y tampoco ha sido equiparable en el mundo urbano que en el rural.

En las ciudades, sobre todo, se ha visto cómo los edificios de viviendas han ido evolucionando: mientras que en los años 80 y anteriores rara era la vivienda que no tenía un balcón o una terraza, las más recientes han ido prescindiendo de ese espacio que en el confinamiento ha sido un auténtico balón de oxígeno. Es más, la tendencia ha sido que todos aquellos que adquirieron una vivienda con terraza han optado por cerrarla, aprovechando su espacio al dárselo al interior adquiriendo así la vivienda más metros útiles. En otros casos, los balcones se están usando como trasteros o como lugar de anclaje del compresor del aire acondicionado. Los moradores han preferido salones más amplios que el espacio semimuerto que las terrazas proporcionan a las viviendas.



Pero llegó el confinamiento y nos hemos dado cuenta de las carencias que tiene nuestra vivienda. Los que están cavilando en independizarse, o los que tienen en mente cambiar su vivienda habitual en breve, en el fondo, están pensando en otro tipo de vivienda diferente al que tenían en mente antes de la pandemia. Estos datos los corroboran los portales inmobiliarios: las casas que se buscan ahora varían en tipología a las que se buscaban antes de encerrarnos por el coronavirus. La tipología de vivienda en forma de piso sigue siendo el rey de los buscadores, pero con una caída significativa en el porcentaje. Por el contrario, casas adosadas, chalés y fincas rústicas han subido en más de un 30%. Los áticos y dúplex también han experimentado subidas importantes, aunque escasamente rebasan el 10%. Otra curiosidad experimentada es que la búsqueda incluye la condición de jardín y terraza: si antes estos dos elementos pasaban desapercibidos, ahora forman parte inseparable de la búsqueda. Entre jardín y terraza, el jardín gana por goleada debido a la necesidad imperiosa del paseo y del aire libe. Como el teletrabajo ha llegado para quedarse, las búsquedas de viviendas también cuentan con la particularidad de la necesidad de una estancia más o un rincón donde montar el lugar de ocupación. Si la tendencia es a fomentar el teletrabajo, ya no se verá como inconveniente que la morada no esté cerca del lugar de actividad, debido a que la vivienda es lo importante, no nuestro modo de vida, provocando una tendencia a desplazarse a vivir en la periferia de las grandes ciudades. Lo imprescindible ahora es que exista fibra óptica y una buena cobertura de móvil, antes, incluso, de que disponga de piscina.

El ciclo económico venidero no es el más propicio para cambiar de vivienda en el futuro más inmediato, debido a la incertidumbre financiera que se avecina. La vivienda se enmarca en el mercado de la inversión, no en el del consumo, ya que depende del comportamiento del crédito y de los tipos de interés, de la solvencia de las entidades financieras, de la actividad económica, del empleo y de la capacidad de ahorro. Los ciclos económicos inmobiliarios son largos, demasiado largos en la mayoría de los casos, lo que puede provocar que el impulso de cambio de vivienda no sea nada más que eso, un impulso. Lo que sí está claro, siempre ha ocurrido, es que en la parte depresiva del ciclo la demanda ha sido muy inferior a la oferta, lo que permite que se adquieran viviendas más asequibles debido a que se hacen más efectivas las contraofertas. La realidad pasa por la idea de que para comprar es preciso vender antes, entrando la venta en una fase complicada por la escasa demanda. También, los activos a los que se está accediendo no son baratos y se requiere un apuesto presupuesto, con un ahorro considerable para acceder sin problemas al préstamo hipotecario.

Ahora mismo, el mercado inmobiliario está roto y todo lo que se precie que ocurra son especulaciones sin saber muy bien por donde tirará la tendencia. Lo que sí está claro, y en esto todos los expertos están de acuerdo, es que la vivienda tiene que reinventarse de nuevo para generar nuevos espacios y nuevas dimensiones, adaptándose a las necesidades que los futuros propietarios necesiten según sus propias expectativas. La COVID-19 ha marcado el comienzo de un cambio, redistribuyendo los espacios útiles de las viviendas y oficinas para adaptarlos a situaciones similares a las vividas y a un aumento sistemático del teletrabajo. Las viviendas actuales no están configuradas para que los moradores pasen en ellas largos periodos de tiempo sin salir al centro de trabajo, al de ocio o, simplemente, a la calle. El sector inmobiliario sufrirá modificaciones, saliendo a la luz nuevas oportunidades de negocio y algún que otro planteamiento más renovador como el teletrabajo. Pero hay sectores que no pueden ejecutarlo, porque el teletrabajador viste de cuello blanco, no azul.

El estado de confinamiento también ha dado lugar a replantearse si es mejor vivir de alquiler o tener una vivienda en propiedad. Para los propietarios que están pagando un préstamo, el Ejecutivo ha proporcionado medidas más eficaces para aplazar el pago de la cuota hipotecaria que las medidas que se han propuesto para los que viven de alquiler, debido, principalmente, a que los propietarios de la vivienda destinada al mercado del alquiler son, la inmensa mayoría, propietarios particulares.

Al final todo evoluciona y la tipología de la vivienda no ha sido ni será ajena. La demanda ha ido evolucionando hacia más superficie útil o habitable, un trastero anejo a la vivienda y una amplia plaza de garaje donde resguardar el coche, evitando así la pérdida de tiempo que supone llegar a casa y tener que buscar un lugar de estacionamiento. Los promotores inmobiliarios, y así me consta, se han puesto manos a la obra con las nuevas tendencias sociológicas y darán respuestas, seguro, a las nuevas necesidades y nuevos hábitos tras la pandemia del coronavirus.

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