James Tobin |
Este
impuesto, que no es una tasa (tributo que paga un consumidor por el uso de un
bien o servicio de dominio público), no es algo que surja de las nuevas
inspiraciones recaudatorias, ya se creó algo parecido en el año 1694 en la
Bolsa de Londres, el Stamp Duty o Tasa de la Reina, con la
implantación de un impuesto de sello pagadero por el comprador de las acciones,
que debía acompañar al documento oficial para formalizar la compra.
Posteriormente, lo propuso Keynes, en Wall Street, para evitar la especulación
excesiva de los traders que con sus operaciones aumentaban considerablemente la
volatilidad de los Mercados y James Tobin, como buen discípulo, asumió como
buena la idea de su maestro y la migró de los Mercados Financieros a los Mercados
de Divisas. Tal fue la popularidad del impuesto que se le puso el nombre de “Tasa
Tobin”. J. Tobin, estudioso de la política monetaria y fiscal, de las
inversiones y de los Mercados Financieros, defendió la idea de que los
gobiernos debían de intervenir en la economía de los países con el fin de
estabilizar la producción total y evitar las recesiones.
Como decía, la
“Tasa Tobin” debe el nombre al estadounidense, seguidor de Keynes y laureado
con el Premio Nobel de Economía en 1981, James Tobin (Champaign, 1918 – New
Haven, 2002). Fue profesor de Harvard y Yale, miembro de la Asesoría Económica
de la Presidencia de los EE.UU y de la Reserva Federal. Su principal aportación
al mundo de la economía y fama, pese a no ser muy famoso a pesar de haber
recibido el premio Nobel, le vino de la mano de la “Tasa Tobin” que hoy tiene
un hueco en esta bitácora.
Lo que en un
principio surgió como una tasa sobre las transacciones de divisas, con el fin
de amortiguar las fluctuaciones en los tipos de cambio provocadas por la
especulación, se ha convertido, en la actualidad, en un impuesto estrictamente
recaudatorio.
Otra
diferencia entre lo que propuso Tobin y lo que se pretende actualmente es que
Tobin pretendía que la cuantía recaudada por este impuesto la administrara el
FMI o el Banco Mundial.
De lo
anterior surge la idea, negada por Tobin, en que éste fuera un impuesto
solidario afín a los grupos antiglobalización. Lo que le llevó a decir que “el
movimiento antiglobalización abusa de mi nombre y los aplausos más sonoros me
vienen del lado equivocado”. La idea de Tobin no era la de recaudar dinero para
financiar los proyectos de mejora del mundo, era para frenar el tráfico de
divisas.
Todo comenzó
en el año 1971 (siendo presidente de los EE.UU. Nixon) con la abolición de la
conversión del dólar en oro intentando así estabilizar los sistemas de cambio.
Sin embargo, James Tobin entendía que la mejor forma de alejar a los
especuladores era cargar con una tasa (entre el 0,02% y el 0,5%) cada cambio de
una moneda a otra porque, este tipo de inversores, realizan muchas operaciones
en muy cortos espacios de tiempo lo que le supondría pagar el impuesto muchas
veces. De esta forma se evitaría el aumento de los intereses que tienen que
aplicar los países para que la moneda siga siendo atractiva para los Mercados.
En definitiva, lo que pretendía era encontrar la forma de estabilizar la
volatilidad del tipo de cambio.
De ahí, a lo
que se pretende en la actualidad que sea la Tasa Tobin, hay una serie de
matices que disciernen bastante. Ahora será un impuesto que gravará con un 0,20%
las transacciones de acciones españolas, ejecutadas por operadores del sector
financiero con independencia de cómo y dónde se ejecute la adquisición, aun
incluso en el caso de que sea mediante un acuerdo directo entre los contratantes,
para las empresas cotizadas con más de 1000 millones de euros de capitalización,
excluyendo la deuda, los derivados, las acciones de pymes, las operaciones
intradía y empresas no cotizadas.
La
experiencia que ha dejado la tasa impuesta en otros países no ha sido, en lo
que a recaudación se refiere, muy gratificante. Se ha implantado en países como
Suecia donde la recaudación ha sido la mitad de lo que en principio estaba
prevista, apreciándose una caída considerable de la negociación. No hace falta
ser una eminencia en finanzas para saber que, si se aplica un impuesto sobre
las transacciones financieras, éstas disminuirán significativamente y, de una
forma proporcional, el efecto recaudador. En los países donde se aplicó la tasa
y luego fue eliminada con posterioridad, los volúmenes de negocio disminuyeron
con la imposición y volvieron a su normalidad al suprimir el impuesto.
La CNMV,
INVERCO y BME ya han salido al paso para criticar el impacto negativo que
tendrá en las inversiones modificando la toma de decisión que seguirán los
inversores. En realidad, no les falta razón porque al final resultará más
barato comprar acciones de empresas cotizadas en el extranjero que las que se
compren en España. Para BME, esta medida distorsionará la distribución de la
propiedad de las empresas cotizadas, poniendo en cuestión el atractivo de éstas
acuciado por la drástica reducción de la contratación bursátil afectando a la
menor recaudación del impuesto. Y añade que “en un entorno global y competitivo
como el actual, esta medida genera desconfianza en la comunidad inversora,
producirá inequidad y arbitraje fiscal con otros países de nuestro entorno”.
El contexto
de la subida de impuestos, sea de la índole que sea, generan muchas
incertidumbres entre los ahorradores-inversores, tanto locales como
institucionales. Esas incertidumbres se trasladarán a los ámbitos del Tesoro
que, a su vez, afectará a la Deuda contratada en el Mercado Secundario. Los
Fondos también se verán drásticamente afectados estimándose en una reducción de
su rentabilidad en un 8% en 25 años pagando, claro está, los partícipes estos
caprichos populistas.
Según la
OCDE, los pobres pagan más impuestos sobre el ahorro que los ricos, debido a
que los activos en los que invierte el ahorrador con rentas bajas pagan un tipo
más elevado que los activos en los que invierten los ahorradores con rentas
altas, al realizar estos últimos una planificación del horro más efectiva
permitiéndoles reducir, de forma legal, su fortuna fiscal. En el fondo, y cada
vez más me reafirmo en la idea de que el problema radica en la escasa cultura
financiera que manejamos.
La Agencia
Tributaria suele ser consecuente facilitando toda la información sobre los
impuestos. En este caso, ha creado un dosier con preguntas y respuestas sobre el impuesto.
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