La tarea más difícil del inversor es, sin
lugar a duda, predecir, en lo que a rentabilidad se refiere, la evolución que
tendrá un activo financiero. Para intentar solucionar este problema se han
hecho estudios de toda índole. Uno de los más curiosos, bajo mi punto de vista,
es el que se ha realizado sobre lo que los expertos denominan pautas estacionales, anomalías estacionarias
o anomalías del calendario obteniendo como resultado que, en ciertas épocas
del año, los rendimientos obtenidos son superiores al resto. En esta ocasión me estoy refiriendo a la pauta estacionaria llamada efecto enero pues, enero es un mes
seguido por los inversores.
Además de las citadas anomalías nos encontramos con algunas que no dejan de ser curiosas y que están avaladas por estudios: los días de luna llena son los preferidos por los inversores para invertir, aconsejan cerrar posiciones los viernes para abrirlas los lunes. En fin, aunque algunos no crean en ellas hay que considerar que no es posible negar su evidencia y, en la mayoría de los casos, sus resultados.
Atendiendo a lo dicho, se puede decir que el efecto enero es una pauta estacional que consiste en que, según estudios empíricos, durante este mes se producen rentabilidades positivas respecto a las rentabilidades del resto de meses del año. Según estos estudios, este efecto se ha cumplido en la inmensa mayoría de las ocasiones. Por si fuera poco, este efecto marcará el comportamiento que tendrá la Bolsa durante todo el año pues se dice que si enero es alcista el año lo será también.
Los estudios realizados sobre este efecto dicen que esta anomalía estacionaria se produce en el período que va desde el último día de cotización del mes de diciembre, hasta los cinco o siete primeros días de negociación bursátil del mes de enero.
Para explicar este acontecimiento en el Mercado hay diferentes hipótesis y cada una de ellas tiene su explicación un tanto lógica:
- Fiscalidad: Muchos inversores venden sus activos a final de año para aflorar minusvalías para luego recomprar los títulos a comienzo de año.
- Reajuste de carteras: Los gestores aprovechan el mes de enero para reajustar las carteras de sus clientes convirtiendo a este mes en el de las compras.
- Maquillaje de las carteras: Muy parecido al anterior. Al final del año se venden los activos menos “bonitos” para que no aparezcan en el resumen de final de año de la cartera para luego, cuando entre enero, recomprarlos de nuevo.
- Planes de pensiones: La mayor cantidad de aportaciones a los planes de pensiones se realizan a final del año, dinero que será invertido en los fondos asociados a comienzos de año.
- Fondos de inversión: Los gestores suelen esperar a enero para hacerse con nuevos activos y despojarse de los que menos les han beneficiado.
- Factor psicológico: Siendo uno de los pilares básicos de la inversión, los inversores invierten en enero con la idea de que si se equivocan tienen el resto del año para rectificar.
- Motivos presupuestarios: Los presupuestos se cierran en diciembre y se abren en enero. A comienzo de año los ideales son muy diferentes que al final. Todo se ve de color de rosas y la predisposición a invertir en activos es más acuciada.
- Fin de año: De todos es conocido lo que ocurre al final de cada año: múltiples fiestas que acortan el periodo de cotización y el inversor lo dedica a sus familiares y amigos posponiendo las decisiones de inversión para el comienzo de año junto con sus mejores propósitos.
El efecto enero no tiene por qué producirse sistemáticamente pues los inversores se suelen anticipar a esos acontecimientos y lo que se consigue es que esos efectos se vayan anticipando en el tiempo. Luego, en un viento de mala suerte, el Mercado se vuelve volátil, más de lo deseado, y todo se queda en buenos deseos y se culpa al efecto, sea cual sea, que no hizo su trabajo como debía y como se esperaba.
Si el plan de inversión está bien estudiado y elaborado, se ajustará a todos los efectos que vengan, sea cual sea su estacionalidad.
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