Llegó diciembre y con él la última página del anuario
fiscal. Momento en el que hay que planificar el IRPF de 2020 para luego
presentar su liquidación allá por la primavera de 2021. El Impuesto sobre la
Renta de las Personas Físicas (IRPF), siendo una figura impositiva de la
Hacienda española, es un impuesto de carácter directo, personal, subjetivo,
progresivo, periódico y analítico que grava la renta obtenida en un año
natural. La presentación del IRPF no es solo darle el visto bueno al borrador
que la propia Hacienda se encarga muy gustosamente de hacernos llegar, ni
tampoco se trata de rellenar un formulario a través de Renta Web, en
definitiva, se trata de un ajuste de cuentas entre el contribuyente y la
Agencia Tributaria. Y es que es ahora, en estos días que quedan para que
finalice el año, cuando hay que tomar algunas medidas para que la factura del
impuesto sea lo más ecuánime posible y esté en consonancia con nuestra
actividad productiva: ya sea como asalariado, autónomo o rentista. Los que
únicamente hayan percibido rentas por su trabajo habrán sufrido mes a mes una
retención a cuenta del impuesto. Los habrá que han percibido rentas del ahorro
con una retención inferior a la que corresponda en realidad. E incluso, alguno
habrá percibido rentas que no están sujetas a retención como es el caso de la
venta de acciones, inmuebles, etc. Pues a todos ellos les ha llegado el momento
de ponerse manos a la obra con el fin de reducir todo lo posible el impacto del
IRPF cuando se realice su autoliquidación. Opciones hay, sin defraudar, para
reducir la factura fiscal con el límite de dejarla a cero. Bien entendido que
el ahorro máximo del impuesto está limitado al importe de la cuota resultante
de la autoliquidación, porque Hacienda no paga, únicamente devuelve, si llega
el caso, las retenciones practicadas.
Existen multitud de ventajas fiscales que son de fácil aplicación y están disponibles para todos los contribuyentes. Sin embargo, debido al “efecto Mateo”, son aquellos con mayor patrimonio y mayores ingresos los que realmente pueden aprovecharse al máximo de todas las ventajas. Por esta razón, es necesario intentar reducir todo lo que se pueda el impacto fiscal haciendo los deberes adecuadamente antes de que finalice el año natural. Los beneficios para el contribuyente también vienen por la vía de una correcta planificación del IRPF. Por lo tanto, el contribuyente deberá tomar las decisiones adelantadas que más le beneficien con el fin de optimizar la factura tributaria: así, se anticipará a tomar las decisiones oportunas antes de que finalice el año; y, por otro lado, deberá posponer otras que, si las toma ahora, serán claramente perjudiciales para sus intereses.