Estamos inmersos en una nueva revolución, en un nuevo
periodo histórico, en el que habitan a sus anchas la generación de los nativos
digitales, con la característica común del impacto que las Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC) están provocando sobre la sociedad, hasta
llegar al punto de su transformación pasando a llamarse sociedad de la
información.
Esta sociedad tiene la característica común de haber
cambiado la forma de vivir, de pensar y hasta la forma en la que nos
relacionamos y comunicamos con nuestro alrededor. Pero todo avance siempre trae
consigo el riesgo de exclusión: el riesgo de diferenciar aquellos que pueden
formar parte de esta revolución de aquellos que no pueden y se quedan fuera de
esta innovación. Tener limitado el acceso al mundo TIC significa estar en una
situación de desigualdad de acceso a la información, a la formación y a los
bienes culturales, sin obviar la desigualdad de oportunidades ante, por
ejemplo, las demandas del nuevo mercado laboral o las dificultades para la
correcta gestión de nuestras necesidades financieras, debido a que ya existe
información a la que solo se puede acceder mediante Internet y que se difunde
únicamente por medios digitales.