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3 de mayo de 2022

¿Cotizarán los robots a la Seguridad Social?

Foto by pixabay.com
Tras una revolución mercantil los efectos económicos suelen ser positivos para el largo plazo, pero no para el corto. Por un lado, está la reducción de los costes y el aumento de la productividad. Por otro, una parte de los trabajadores son expulsados del mercado laboral como ha sido el caso del sector de la automoción y del sistema bancario.

Nuestro sistema de reparto, que no ha sido malo, siendo concebido para implantar una serie de políticas de protección de la clase obrera, con un claro enfoque asistencial y solidario, empieza a renquear: las cohortes activas cada vez son menos y las cohortes pasivas cada vez son más. Y, lo peor, es que esa divergencia cada vez será mayor debido a que la esperanza de vida sigue aumentando en similar proporción que disminuye el tiempo de cotización de la etapa en que se está en activo.

Una de las consecuencias que puede traer esta “nueva revolución industrial” será de un carácter meramente social, llegándonos a plantear la conveniencia o no de que las máquinas inteligentes, que son capaces de reducir la mano operativa del hombre, coticen a la Seguridad Social. El Parlamento Europeo, no ajeno a este problema, quiere ya ir sentando las bases sobre una legislación específica en materia de la inteligencia artificial y la robótica que afecten de una manera directa al mercado de trabajo y al sistema de la Seguridad Social. Todo ello es debido a que el desarrollo de la tecnología en el mundo de la robótica conlleva que esas máquinas inteligentes asuman en gran medida el trabajo que hasta hace poco era realizado por personas. Esa situación supone, entre otras cosas, un ahorro en lo que a cotizaciones se refiere.

1 de junio de 2020

La población rural es más emprendedora que la urbana


Al final de la primera mitad del siglo pasado, España estaba en pleno desarrollo económico lo que provocó la formación de una nueva clase media que prácticamente surgió de la nada. La industria española se vio fortalecida por los inversores extranjeros, atraídos por los bajos costes laborales y una sociedad con ganas de superación y deseo de triunfo. Esta situación generó un éxodo rural hacia las zonas más industrializadas, provocando un goteo constante de desertización de las zonas rurales ayudando a la formación poblacional de las grandes urbes. En la misma proporción que crecía el mundo urbano decrecía el mundo rural. De esta forma, la población rural ve y pone los ojos en la ciudad observando que los que deciden irse en busca de una nueva vida menos árida lo consiguen.

El aumento de población a nivel nacional no tardó en notarse llegándose a producir una explosión de natalidad o “baby boom” que, unido a una reducción de la tasa de mortalidad provocada por el aumento y mejora de las prestaciones sanitarias, hacía que la tasa de población fuese positiva. Esa generación es la que está llegando ahora a su época dorada o está a las puertas y sigue añorando aquella infancia y juventud en su mundo rural. Tanto es así, que muchos pasan parte del año en su querido pueblo recordando y reviviendo el pasado. No es raro volver a ver huertos plagados de fruto que en su día les sirvió de sustento.

22 de mayo de 2020

La brecha digital en la España vacía



Estamos inmersos en una nueva revolución, en un nuevo periodo histórico, en el que habitan a sus anchas la generación de los nativos digitales, con la característica común del impacto que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) están provocando sobre la sociedad, hasta llegar al punto de su transformación pasando a llamarse sociedad de la información.

Esta sociedad tiene la característica común de haber cambiado la forma de vivir, de pensar y hasta la forma en la que nos relacionamos y comunicamos con nuestro alrededor. Pero todo avance siempre trae consigo el riesgo de exclusión: el riesgo de diferenciar aquellos que pueden formar parte de esta revolución de aquellos que no pueden y se quedan fuera de esta innovación. Tener limitado el acceso al mundo TIC significa estar en una situación de desigualdad de acceso a la información, a la formación y a los bienes culturales, sin obviar la desigualdad de oportunidades ante, por ejemplo, las demandas del nuevo mercado laboral o las dificultades para la correcta gestión de nuestras necesidades financieras, debido a que ya existe información a la que solo se puede acceder mediante Internet y que se difunde únicamente por medios digitales.