21 de febrero de 2023

Retos del Gestor Patrimonial o Asesor Financiero

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En cualquier ámbito de la vida, existen profesionales que se especializan en sus quehaceres y el mundo de las finanzas no es ajeno a ello. La mayoría de los objetivos que nos marcamos en el trascurso de nuestra vida están relacionados con el dinero, en definitiva, con la mejora de la economía familiar: avanzar en la carrera profesional, comprar bienes o servicios, compra de la vivienda familiar, planear nuestro futuro y el de los nuestros o, simplemente, gestionar el patrimonio para garantizar nuestro futuro monetario. Todo ello gira alrededor del ahorro y la necesidad de rentabilizarlo de alguna manera. Pues bien, ante la falta de una adecuada y generalizada cultura financiera existe la figura del gestor o asesor financiero: profesional que ayuda a otras personas en temas relacionados con el mundo de la economía y las finanzas, teniendo la misión de orientar sobre los productos financieros que existen en el mercado financiero y asesorar sobre los más convenientes en función del horizonte temporal, los ingresos y la situación laboral, el patrimonio personal, las necesidades y el riesgo que se quiera asumir analizando las necesidades pasadas, presentes y futuras del cliente al que le presta sus servicios.

Hasta hace muy poco, la figura del asesor financiero se asociaba con la gente de alto nivel adquisitivo y grandes patrimonios. Afortunadamente, esa idea está quedando obsoleta y es ahora cuando está cobrando más vida y fuerza dicha figura debido a los acontecimientos financieros que se han venido produciendo, aunque no deja de ser un perfil profesional bastante poco explotado aún.

Para ser un asesor financiero es necesario tener una sólida base financiera, legal y fiscal, a la vez que recibir constantemente grandes dosis de información con el fin de transmitírsela al cliente con precisión, rapidez y de forma fidedigna. Para llevar a cabo su dedicación profesional debe de desempeñar, ente otras, una serie de funciones:

  • Educar, asesorar y aconsejar.
  • Consultoría, gestoría y asesoría financiera profesional.
  • Establecer relaciones comerciales con los clientes.
  • Compra/venta de activos financieros.
  • Estrategias de inversión.
  • Buscar nuevas oportunidades de inversión.
  • Observar las tendencias de los mercados financieros.
  • Estar al corriente de las modas.
  • Intentar aumentar el flujo de caja.
  • Acompañar al inversor en sus decisiones.
  • Conseguir objetivos financieros.
  • Ofrecer los productos financieros adaptados al perfil del cliente inversor.

Es cierto que los asesores se encuentran con el reto de mejorar la imagen del sector, después de la degradación que sufrieron con la mala praxis de algunas entidades financieras durante las pasadas crisis. La idea antigua y generalizada estaba basada en que el asesor financiero era el empleado de la sucursal bancaria. Se confiaba en él. Pero los más ingenuos vieron cómo sus ahorros llegaron a productos que con una base de educación financiera nunca hubieran accedido a ellos. Han tenido que desmontar la idea de que ellos no son vendedores de productos financieros, son los responsables de la salud financiera del cliente con el fin de obtener los objetivos demandados dentro del perfil de cada ahorrador. Por eso, los inversores cada vez son más conscientes de la necesidad de tener un servicio de asesoramiento de calidad que les ayude a esclarecer sus objetivos financieros. El reto de mejorar su imagen ha sido muy complicado, pero más complicado ha sido ser capaces de aportar rentabilidad a sus clientes conservadores con los tipos de interés a cero o en negativo.

Los tipos al 0% no iban a ser eternos porque, aunque eran una anomalía de la economía, hubo que tomar esa decisión monetaria para encauzar la economía en un momento preciso. Pero con esas políticas monetarias expansivas reapareció la inflación y ¡de qué manera! Para atajar ese aumento de los precios los Bancos Centrales tuvieron que tomar medidas para endurecer la política monetaria subiendo los tipos de interés, dando paso a la finalización de los programas de compra de activos. Al tocar los tipos de interés, el resto de los activos se adapta a las nuevas circunstancias. El crédito, por ejemplo, se ha visto seriamente perjudicado: no es lo mismo financiarse con tipos bajos que cuando repuntan.

Otro de los efectos inmediatos causados por el repunte del precio del dinero ha sido la rentabilidad de la Renta Fija. En este punto hay que decir que los ahorradores nunca han entendido bien cómo funciona la Renta Fija: han visto, sin entenderlo, cómo sus carteras más defensivas han descendido su rentabilidad hasta posicionarse en negativo, algo que nunca se había visto. La Renta Fija es fija siempre y cuando se mantenga el activo hasta su vencimiento o siempre que el emisor no entre en quiebra. En el resto de los casos, no tiene por qué ofrecer rendimientos positivos. Me explico: los activos de Renta Fija cotizan en los Mercados una vez que han sido emitidos, lo que hace que su precio fluctúe atendiendo a los riesgos a los que estén expuestos. Tal es el caso de la variación de los tipos de interés o de las condiciones económicas generales. Si el precio del dinero sube, los precios de los activos bajan y viceversa. Este dilema siempre ha sido un reto para los asesores financieros, siendo muy complicado explicar a un ahorrador conservador y de baja formación financiera que la renta fija no está exenta de riesgos, es más, cualquier activo está expuesto al riesgo.

Otro reto a superar por parte de los asesores es dejarle claro a sus clientes que hay que estar fuera de las modas. Y hay que estar fuera de las inversiones de moda porque cuando se entre en el Mercado es posible que sea demasiado tarde, lo que supone no solo comprar caro, sino correr el riesgo de haber comprado en la cima y a partir de ahí surja la estampida generalizada de los inversores más experimentados. Ejemplos hay varios: la tulipomanía en la Holanda del siglo XVII, la crisis de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929, la crisis de las puntocom, la crisis de las hipotecas “subprime” o, más reciente, las criptomonedas.

Los asesores financieros tienen por delante un horizonte complicado. Los ahorradores poco a poco van teniendo más información y formación financiera. Eso facilita las cosas. Por lo menos, ya se empieza a diferenciar entre gestión activa y pasiva, ya se sabe que la inversión a corto plazo tiene más de especulación que de inversión, o que la inversión a largo plazo y no desesperarse en los momentos de pánico minimiza el riesgo de las pérdidas.

En cualquier caso, el gestor o asesor financiero es un profesional que tiene claro cuándo, cómo y dónde invertir el dinero de sus clientes, pero, insisto, lo que no es capaz es de eliminar el riesgo, solo puede reducirlo. Muchos de los inversores españoles ya cuentan con los servicios de esos profesionales, sobre todo en momentos de gran volatilidad e incertidumbre.

Las nuevas generaciones ven en el asesoramiento financiero una salida profesional por ser un perfil prometedor que empieza a estar bastante demandado. Teniendo en cuenta que hasta 2018 no hacía falta tener ningún tipo de titulación, ni certificación, ni experiencia para ser asesor financiero y ponerse al frente de la cartera de inversión de cualquier cliente, la exigencia de certificarse como tal ha supuesto un cambio radical para esta profesión.

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