2 de septiembre de 2024

Los jóvenes cada vez más formados, pero menos "acaudalados".

Foto by pixabay.com
En términos de inversión, no es lo mismo llegar apurado a final de mes que atesorar una cierta situación de solvencia financiera. En el primer caso, apenas se puede ahorrar y mucho menos invertir; en el segundo, existe un margen para diseñar una estrategia inversora. Está claro que el nivel de poder adquisitivo es una variable crucial para el emprendimiento de una carrera inversora.

La desigualdad económica siempre ha sido un debate que no se ha bajado de la moda por ser un tema que siempre se ha mantenido candente. Las precedentes décadas consecutivas de crecimiento han generado mucha riqueza, pero con el agravio de que los activos se han ido concentrando en la parte alta de la pirámide donde predominan los hogares cuyos miembros son de edad avanzada, mientras que en la base de la pirámide están las generaciones más jóvenes. Nos hemos acostumbrado a la tendencia natural de que el patrimonio vaya aumentando con la edad, hasta conseguir más poder adquisitivo que los progenitores. Sin embargo, la OCDE advierte que el “ascensor de la riqueza” (sic) se está desacelerando para los más jóvenes, lo que hace que pierdan poder adquisitivo. Es decir, la relación entre acumulación de riqueza y envejecimiento está perdiendo la proporcionalidad, poniendo en riesgo la riqueza futura de los jóvenes actuales. Por desgracia, puede que no sea ni comparable con las generaciones que están por llegar. Las dos vías principales para acumular riqueza han sido las rentas del trabajo y las rentas del ahorro. Los salarios y la estabilidad laboral, que con anterioridad fueron aumentando sin decadencia, se han visto interrumpidas en los últimos lustros afectando a las generaciones más jóvenes, aumentando la brecha de riqueza entre los hogares más mayores y los más noveles.

La encuesta publicada por el Banco de España, en colaboración con el INE y la Agencia Tributaria, sobre la situación financiera de las familias, pone en evidencia la menor capacidad de los jóvenes para acumular riqueza, dejándolos semidesnudos ante cualquier perturbación financiera que sufran.

La encuesta viene a decir que, en términos generales, la riqueza de los españoles aumentó en un 3,7%, pero que la riqueza entre los jóvenes menores de 35 años disminuyó un 26% entre 2020 y 2022. Sin embargo, los mayores de 55 años acumulan más riqueza que en 2020.

Quizás, el impacto más claro ha sido el de la dificultad para el acceso a una vivienda debido al aumento que refleja la edad de emancipación. Según el informe, en 2022, el 65,9% de los jóvenes entre 18 y 34 años aún reside en el hogar familiar, 13 puntos más que en 2018.

Al descender la riqueza entre los jóvenes, de la misma forma lo ha hecho el patrimonio inmobiliario que desde el 2011 ha pasado del 69,3% al 31,8%. No hago ningún descubrimiento al mencionar la problemática de la vivienda, ya sea en compra o en alquiler. En el primer caso se necesita un ahorro de unos 50.000 euros y, en el segundo, los precios son inasumibles.

Todos estos polvos hacen que el comienzo de la vida adulta se convierta en un proceso más que problemático al complicarse el momento de la independización. Los jóvenes que logran independizarse lo hacen con un menor nivel de renta media que los que lo hacían a comienzos del siglo, concretamente se cifra en unos 4.200 euros menos anuales.

Tanto el mercado laboral como el inmobiliario han contribuido a la pérdida de posición económica lo que ha favorecido a que estas generaciones más modernas hayan optado por formarse. Hoy contamos con una generación de jóvenes muy preparada, al menos académicamente, ya que más de la mitad de la población entre 25 y 34 años tiene formación universitaria y muchos de ellos cuentan con posgrados.

Por otro lado, existe el riesgo que trae consigo las políticas monetarias expansivas: contribuyen a la formación de burbujas de activos, ampliando la desigualdad de la riqueza y ayudando a ampliar la brecha entre las generaciones más adultas que poseen más activos, propiciando el “efecto Mateo” (dinero llama dinero).

El nivel de riqueza de un grupo y otro depende de la capacidad inversora y de una adecuada y sólida formación financiera, que es directamente proporcional al nivel de enriquecimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario