Llegados a este punto, después de un año de pandemia y crisis económica mundial, según evolucione la situación sanitaria (vacunación) y la economía (gestión de los Bancos Centrales) surgirán dos caminos contrapuestos que darán lugar a otros tantos posibles escenarios económicos: la recuperación sanitaria y económica o el agravamiento de ambas. Los avances logrados durante este fatídico año son innegables gracias al desarrollo y puesta en distribución de varias vacunas contra el coronavirus, lo que ha permitido sacar de las tinieblas a las principales economías mundiales, pero aún queda mucho camino por andar hasta llegar, por lo menos, al punto de partida inicial.
Para el segundo trimestre se espera un crecimiento positivo, pero es necesario que lo sea con un porcentaje bastante amplio para ir supliendo las carencias que se han venido arrastrando. Ese beneficio, según los expertos, no se logrará si no se consigue una inmunidad de al menos el 40% de la población antes del verano para poder salvar, aunque solo sea, la campaña turística. No nos olvidemos que buena parte de nuestro PIB (Producto Interior Bruto) proviene del sector del turismo. Para ello se necesita que las vacunas realicen su trabajo ayudando a frenar la enfermedad y a reducir los casos más graves, y eso se consigue con una amplia campaña de vacunación para que no haga naufragar todo el esfuerzo que nos está costando las restricciones de distancia social, de movilidad y laborales. Solo así se podrán ir levantando las limitaciones, dando lugar a una mejora de la confianza del consumidor para que se pueda sacar a la luz todo ese ahorro latente que no se ha podido disfrutar, debido a los necesarios confinamientos, impulsando la expansión de la economía al ponerse en movimiento el dinero.
A esa cantidad de dinero que se pondrá en movimiento con la
mejora sanitaria, hay que unir la que los Bancos Centrales han ido inyectando
con sus políticas expansivas, apoyando la recuperación y combatiendo los
efectos negativos del parón económico. Todo eso provocará, sin remedio, que la
sombra de la inflación sobrevuele sobre la renqueante economía actual. Una
prueba fehaciente de ello ha sido el aumento que han experimentado los bonos
americanos y europeos provocando una cierta tensión en los Mercados de deuda a
ambos lados del Atlántico, aunque dicha subida, que habrá que vigilar, responda
más a un aumento de los tipos reales que a un repunte de las expectativas de
inflación.
Lo que nadie pone en duda es que la evolución favorable de
la economía en los próximos meses pasará por la gestión monetaria que lleven a
cabo los Bancos Centrales sin que aumente demasiado la inflación. El aumento de
consumo está empujando los precios al alza, ayudando a ello el cierre de
empresas de producción lo que provoca un estrangulamiento de la oferta que no
llega a equilibrarse con la demanda (la falta de suministros, aunque no exista
suficiente demanda, crea también un ambiente inflacionista). Además, el aumento
del precio del petróleo y la electricidad lo está poniendo fácil para que los
precios tiendan hacia la senda alcista.
Ya saben que la manera que tienen los Bancos Centrales de
atajar la inflación es con una subida del precio del dinero, lo que provoca un
aumento de los costes de financiación. En la situación actual, puede ocurrir
que suba la inflación sin que el empleo y el saneamiento de las empresas estén
compensados, lo que dará lugar a lo que en economía se conoce como estanflación
(momento de la economía en que, habiendo inflación, se produce un estancamiento
generalizado sin que acompañe el descenso de los precios).
Ante semejante tesitura, el ahorrador-inversor no lo tiene
nada fácil, nunca lo ha tenido, pero ahora se las ve y se las desea para saber
dónde posicionarse según el camino que coja la economía. Como siempre, lo más
seguro es posicionarse en una cartera bien diversificada, donde no pueden
faltar las estrategias de elegir adecuadamente los sectores y limitar las
pérdidas en el caso de que el escenario planteado no sea el adecuado. Si lo que
se busca es seguridad en la inversión, no quedará más remedio que acudir a los
activos refugio de siempre, pasando inexorablemente por la liquidez para
ponerse a la defensiva y a la espera de que surjan nuevas oportunidades.
En el momento actual, donde reina e impera la incertidumbre
debido a que muchos índices bursátiles mundiales están en máximos históricos o
muy próximos, algunos inversores han optado por recoger beneficios aún en el
caso de que la inflación y el paso del tiempo les haga pagar un coste de
oportunidad. Los más optimistas, que los hay, las decisiones de inversión que
tomarán serán totalmente diferentes a los indecisos. Se posicionarán en los
sectores más castigados por la pandemia, dándole un peso bastante amplio a la
renta variable en su cartera. Tienen claro que si el riesgo del virus
desapareciese habrá un alud ingente de dinero buscando rentabilidad y
catapultando los precios de todos los activos al alza.
La última crisis económica que se ha padecido, se medio
superó gracias a la pericia de los Bancos Centrales junto con las políticas
económicas que cada Gobierno fue aplicando en su propia casa. Aún resuena la
mítica frase de Mario Draghi cuando dijo aquello de que se haría todo lo
necesario para salvar al euro. Y así fue. A partir de aquel momento parece que
todo se dio la vuelta y los engranajes se ensamblaron para dar comienzo a la
tan deseada recuperación. Lo malo es que, sin llegar al pleno restablecimiento,
llegó otra sin precedentes y donde toda la esperanza de recuperación está puesta
en el optimismo de la efectividad de las vacunas para ver si son capaces de
conseguir un porcentaje muy alto de población inmunizada.
Los expertos descartan un escenario inflacionista continuado: para evitarlo, están los Bancos Centrales que no dudarán en intervenir de una forma contundente (solo faltaría) para frenar esa tendencia y evitar de ese modo una crisis en los Mercados de Deuda.
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