Hacer un
presupuesto y gestionar los gastos mensuales es un propósito que, en la mayoría
de los casos, se comienza con mucha fuerza y, según va pasando el tiempo, ese
esfuerzo requerido, unido a la falta de constancia, se desvanece. Primero,
porque quizás no se obtengan los resultados obtenidos; segundo, porque el
tiempo que requiere es una tarea más en nuestra ocupada vida cotidiana y;
tercero, porque la fuerza de voluntad es limitada si no se elige bien en qué
emplearla.
El ahorro,
además de ser un objetivo casi unánime y siendo el paso previo para hacer que
las finanzas personales se conviertan en patrimoniales, aporta tranquilidad y
bienestar social al poner al margen las preocupaciones económicas del
presupuesto familiar. Sin embargo, al carecer de una cultura arraigada del
ahorro, se vive muy al día, haciéndonos vulnerables cuando el ciclo económico
es de recesión.
Ahorrar es reservar
una parte de los ingresos ordinarios para afrontar, sin demasiado esfuerzo, una
necesidad financiera futura. Y, por ende, el ahorro es aquel dinero que se
renuncia a gastar en un momento preciso, pudiendo disponer de él en el futuro
de una forma casi inmediata, con la certeza de que su pérdida únicamente será
la disminución del poder adquisitivo por el efecto de la inflación y, en el
caso de que genere algo de rentabilidad, ésta será previamente conocida.
El plan de
ahorro más generalizado es guardar el dinero que sobra a final del mes. Este
plan solo funciona si no se tienen problemas para ahorrar, porque, por ejemplo,
los ingresos son suficientes para subsanar las contingencias comunes y al final
del mes aún sobra algo. Si, por el contrario, se pertenece al grupo de los que
llegan a final con el dinero justo, entonces automatizar el ahorro puede ser el
comienzo de la solución al problema de la falta de ahorro.
La
automatización de cualquier proceso de producción facilita las tareas
reduciendo los costos operativos: libera tiempo, energía y, en casi todos los
casos, dinero. Esa idea se puede poner en práctica también para el ahorro.
Automatizar el ahorro es una acción muy sencilla que evita estar pendiente de
su realización. La fuerza de voluntad siempre es limitada y está localizada en
aquello que más se necesita. Por eso, gestionar los gastos mensuales y hacer un
presupuesto no siempre genera el resultado esperado. Lo que sí funciona de
verdad es crear un sistema automático que sea el que se encargue de hacer el
ahorro de una forma sistemática y no esperar a final de mes. Este tipo de
sistemas son algo laboriosos para ponerlos en marcha y adaptarlos a nuestras
necesidades y capacidades financieras reales, pero, una vez que se consigue, el
resultado que proporciona es asombroso, sobre todo si se hace antes de que se
comience con los gastos cotidianos. Es decir, la factura del ahorro debe ser la
primera que se pague, convirtiéndose los gastos posteriores en el sobrante de la
factura del ahorro.
La primera dificultad
radica en saber la cantidad que se puede dedicar al ahorro sin distorsionar el
presupuesto destinado a los gastos cotidianos. Una vez conseguido este primer
escollo, el ahorro pasa a formar parte del presupuesto ordinario, con la diferencia
de que no es un gasto, es un dinero que se destina a nosotros mismos.
Automatizar
el ahorro es como domiciliar un recibo, pero a la inversa. En definitiva, de lo que
se trata, es de utilizar la misma estrategia que las domiciliaciones bancarias o
las suscripciones. Al final se familiariza uno con el sistema olvidándose de él
y equiparándolo como una porción más de las rutinas de los flujos financieros.
Hoy en día
todo está programado, facilitándonos este hecho la vida cotidiana. Pues el
ahorro también se puede programar simplificando mucho la tarea. En este caso,
la tecnología se pone de nuestro lado y la banca también.
La
periodicidad de las aportaciones a una cuenta destinada al ahorro supone una
serie de ventajas. La primera es que poco a poco se construye un patrimonio de
una forma preestablecida que es lo que se conoce como preahorro (aportar una
cantidad de los ingresos a principio de cada mes). Además de conseguir un
aumento considerable del capital, si ese dinero se invierte, se accede de una
forma inmediata a la bonanza del interés compuesto.
El tiempo es
uno de los aliados en lo que a inversión y ahorro se refiere. Únicamente habrá
que conseguir que este se ponga de nuestro lado con el fin de que las
aportaciones periódicas y automatizadas hagan crecer el ahorro y se les pueda
sacar más partido de cara al futuro, vía inversión en cualquiera de los activos
disponibles en el mercado. Las aportaciones periódicas permiten hacer
inversiones de forma sistemática minimizando el riesgo de los propios vaivenes
que constantemente experimenta la economía. Con este tipo de aportaciones, se
despeja la duda de si se está haciendo la aportación en el momento más idóneo
debido a que se realiza en los diferentes puntos del ciclo económico,
aceptando, eso sí, las fluctuaciones a corto plazo a beneficio de la
rentabilidad en el largo.
En
definitiva, automatizar el ahorro evita, en gran medida, el coste de
oportunidad. Es decir, se puede estar haciendo otra cosa mientas que el ahorro
está trabajando para nosotros.
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