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Es totalmente
lícito que una empresa destine parte del dinero que tiene en caja para comprar
acciones propias, lo que supondría que esas acciones pasen a ser propiedad de
la propia compañía. En el argot financiero se denomina autocartera a la
cantidad de acciones que una empresa posee de su propio capital social. También
se puede hablar de autocartera cuando una sociedad perteneciente a un grupo de
empresas adquiere títulos de la sociedad matriz. La autocartera está regulada
por la Ley de Sociedades de Capital y deberá de contar con la aprobación previa
de la Junta de Accionistas. Cuando una sociedad se ve inmersa en una operación
de autocartera puede ser por varios motivos:
- Poder retribuir en forma de acciones a sus empleados: como parte del salario o como incentivos para así implicarlos en los resultados de la empresa.
- Permitir la entrada y salida de accionistas.
- Mejorar la estabilidad de los títulos cotizados en el Mercado de Valores.
- Cuidar que la cotización no esté infravalorada y sea susceptible de una posible OPA en entornos empresariales hostiles. Con esta acción, lo que se intenta conseguir es un aumento del precio de cotización a la vez que reducir el número de acciones en circulación.
- Al comprar acciones propias se intenta enviar una señal de optimismo sobre la empresa.
- Revender los títulos en un futuro.
- Y, también, para beneficio de los propios accionistas cuando se amortice capital, reduciendo el número de acciones en circulación.
Una
amortización de capital puede ser parcial o total. En el primer caso, la operación
conlleva una disminución del capital social y, en el segundo, puede que se haga
con el fin de disolver la sociedad o bien para realizar una transformación de
la empresa en otro tipo diferente que se encuadre más con el nuevo importe de
capital.
Cuando una empresa emite acciones nuevas, es decir, amplía capital, se produce un efecto diluyente en el sentido de que hay más acciones de una misma empresa, lo que repercute en que los accionistas reciben menos beneficios por acción a la hora del reparto porque hay un mayor número de partes alícuotas.
Por el contrario, cuando se amortiza capital, al eliminar acciones, cuando se reparten los beneficios, a cada acción le toca más porción que le correspondería si no se hubiese llevado a cabo la ampliación.
Utilizando el símil recurrente de la tarta se ve
más fácil: siendo la tarta la misma, si se amplía capital el beneficio se
reparte entre más porciones; por el contrario, en la amortización de capital,
siendo la tarta la misma, hay menos porciones entre las que repartir los
beneficios. Por eso decía antes que una amortización de capital se puede usar
simplemente para el propio beneficio de los accionistas, pero ese beneficio hay
que estudiarlo detenidamente porque no siempre es así.
Las acciones
que se amortizan provenientes de una ampliación de capital que se llevó a cabo
para un programa de scrip dividend no
tiene mucho sentido, salvo gastos para la empresa y una forma de poner
maquillaje a algo que lo que trata es de hacer que el propio accionista se
“autoengañe”.
Muchas veces
el dinero que se emplea en aumentar la autocartera sería más conveniente para
la empresa que lo invirtiera en aportar crecimiento. Se da el caso de que
algunas veces se están comprando acciones caras cuando la empresa está
cotizando con precios que rozan la sobrevaloración.
Sin embargo,
es beneficiosa la autocartera y la propia amortización para el accionista
cuando la empresa está infravalorada y, además, el sector en el que se
desenvuelve está ya demasiado sobrexplotado como para seguir creciendo más. Es
más, ese beneficio se ve incrementado en el sentido de que el accionista se ve
favorecido por la ventaja fiscal que implica la operación de amortización.
Al final,
dependiendo del prisma con el que se mire y de la empresa que se inmiscuya en
una amortización de capital puede ser más o menos beneficioso para el
ahorrador/inversor. Por eso, se debe de ser cauto a la hora de valorar este
tipo de operaciones y adentrarse en los fundamentales para saber el porqué de
lo que está aconteciendo.
Ejemplo de lo que es realmente una
amortización de capital
Supongamos
que la empresa TGSA tiene 10.000 acciones cotizando en Bolsa. De ellas, 100 las
tiene un inversor doméstico cualquiera. Si la empresa, de sus beneficios
obtenidos, decide repartir 5.000 euros en dividendos, al mencionado inversor
doméstico le corresponden 50 euros (0,5 euros por acción).
Pasado un
tiempo la empresa TGSA decide comprar para su autocartera 500 acciones propias
y amortizarlas. Ello supone que ahora la empresa dispone solo de 9.500 acciones
cotizando en el Mercado de Valores, pero el inversor del ejemplo sigue teniendo
en su poder sus 100 acciones. Si ahora la empresa decide repartir de nuevo
otros 5.000 euros entre sus accionistas, a ese accionista le corresponden 53
euros, es decir, 0,53 euros por acción.
Puede ocurrir
también, y de hecho ocurre, que por determinadas causas no se mantenga el
importe del dividendo. Por lo tanto, el que una empresa secunde una
amortización de capital no debe de interpretarse por sí misma como un mensaje
financiero fidedigno, sino que se debe de complementar con otros tipos de
análisis.
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