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La divulgación del dato de la inflación es una información
que preocupa al ciudadano, y en mayor medida al ahorrador, ya que con la misma
cantidad de dinero se pueden comprar menos bienes y servicios que en un periodo
anterior.
Da la sensación de que la inflación es un tema de
preocupación reciente, sin embargo, no es así, es un concepto que ya está
asociado a la economía desde hace mucho tiempo.
El IPC y la inflación, aunque están estrechamente
relacionados, no son lo mismo. Ambos son indicadores de precios y en ocasiones
se escucha que la inflación ha subido o bajado en función de los datos del IPC,
pero esto no siempre es así. La principal diferencia entre ambos radica en que
el IPC es un índice que está basado en la evolución de una cesta de consumo con
unos productos en concreto. En cambio, la inflación indica la subida
generalizada de los precios de una economía y se utiliza en la contabilidad
nacional de un país.
Según el INE, en los últimos 30 años el IPC ha subido un
108%. Esto quiere decir que, a largo plazo, una mala gestión del ahorro puede
llevar a que el esfuerzo para conseguirlo haya sido en vano. De ahí le viene el
nombre de “ladrona invisible”.
La inflación se despertó con las políticas monetarias que
llevaron a cabo los gobiernos de los Bancos Centrales para reanimar la economía
en la época de la pandemia. Los expertos consideran que la inflación debe de
mantenerse en unos niveles muy cercanos al 2% para que tenga una influencia
positiva en la economía de un país. A partir de ese nivel saltan las alarmas y
los Bancos Centrales ponen en marcha su maquinaria para atajar un problema que,
sin quererlo, fue en parte provocado por ellos.