Las pérdidas forman parte del negocio
de la inversión en los Mercados Financieros, hasta tal punto que son las
causantes de nuestros mayores dolores de cabeza. Y, ya que forman parte de este
negocio, tenemos que convivir con ellas irremediablemente, pero sin quedarnos
atrapados pues ese es el peor de los males para un inversor. Ya he dicho alguna
vez, en este sitio, que, si somos capaces de limitar las pérdidas, el resto serán ganancias. Aunque parezca muy
sencillo este consejo, es muy difícil de llevarlo a la práctica pues aquí entra
otra variante: la parte emocional, que, sin remedio, hay que dejarla a un lado
para que no sea ella la que gestione nuestras inversiones.
Las estadísticas de los ahorradores que
invierten su patrimonio queriendo hacer de los Mercados Financieros su forma de
vida y su trabajo son demoledoras: el 60%, lo abandona a los tres meses; un
20%, al cabo de un año, ha dilapidado su patrimonio por no controlar la parte
emocional ni las pérdidas; otro 10%, aguanta a duras penas; y el resto, se
convierten en profesionales y son capaces de ganar dinero de una forma
recurrente. Estos últimos, antes de entrar en el Mercado, se han formado
concienzudamente y usan un método que cumplen con rigurosa exactitud como si de
un reloj con maquinaria suiza se tratase. Se marcan sus criterios de entrada y salida
y los cumplen, aunque sea en pérdidas, pues las aceptan mucho antes de que las
materialicen. Como van a ser mínimas, las recuperarán en un futuro sin
demasiadas complicaciones: el Mercado se las devolverá con creces.
La Bolsa es una montaña rusa siendo
unas veces más abrupta que otras. Ejemplos, los que queráis. El resultado es
que la Bolsa reacciona, cae y el inversor pierde lo mínimo pues para eso creó
un plan de trading adaptado a su forma de gestión bursátil. Pero nunca, repito,
nunca, se puede quedar atrapado pensando que esto es una simple corrección y
que seguidamente vendrán las subidas. Puede ocurrir que las subidas no lleguen
y cuando lleguen será ya demasiado tarde para recuperar lo perdido pues se ha quedado atrapado en las pérdidas. Esto no puede ocurrir jamás.
No olvidemos que el inversor puede
ganar también cuando la Bolsa baja poniéndose corto, en este caso, las pérdidas vendrán cuando se den la vuelta
los Mercados al alza. El caso es el mismo que el anterior, pero a la inversa.
Da lo mismo: hay que limitar las pérdidas en cualquiera de los supuestos que
pueda tener el Mercado.
Cuando un inversor se queda atrapado en
las pérdidas suele cometer otro error más grave si cabe: promedia a la baja y
así le parece que ha comprado las acciones a un precio más bajo. Esto no es más
que un autoengaño. Se piensa que el valor se ha puesto barato y el resto de
inversores vendrán en su ayuda comprando esas acciones para hacerlas subir.
Nada más lejos de la realidad. Lo normal es que siga bajando y este incauto
inversor sigue pensando lo mismo y sigue promediando. El final ya lo conocéis:
ha servido para que otros inversores ganen a su cuenta. Los recortes en los
Mercados Financieros son para sacarle beneficio en los posteriores rebotes, pero,
al quedarse atrapado, no se dispone de liquidez y la pérdida está garantizada.
Invertir el ahorro en activos es
especular y eso no es malo, es el negocio, como decía, de los Mercados
Financieros. Al especular, se está apostando y pronosticando el movimiento que
experimentará la acción de una empresa (o cualquier otro producto) y eso
entraña un riesgo que hay que controlar. Cuando se invierte en un valor,
cualquiera, no se sabe su evolución, es decir, nos estamos anticipando a lo que
pueda ocurrir. Y, lo que puede ocurrir es: mercado
lateral, nos quedamos como estábamos; descensos,
hay que recortarlos de inmediato o; ganancias,
las dejaremos correr hasta el agotamiento. ¿Dónde está el error del fracasado?
Muy sencillo: corta las ganancias y deja
correr las pérdidas. Es curioso, es muy fácil vender cuando se gana, pero muy
difícil vender cuando se pierde. Esto último es el fracaso de la mayoría que
pensaron en la Bolsa como modo de vida. Sin embargo, el que gana
recurrentemente lo tiene muy claro y de claro olvidado: deja correr las ganancias y recorta las pérdidas. Seguro que
conocéis a más de uno y de dos que se ha quedado, con la boca abierta,
esperando a que la Bolsa suba por no cumplir esta máxima.
Todas las precauciones que se tomen son
pocas. En cualquier inversión o negocio estamos comprometiendo nuestro dinero,
y el dinero es nuestra arma de trabajo. Por eso, todos los mimos que le
dediquemos son pocos. Aún así, como el Mercado lo mueven los grandes, el
minorista no es capaz de controlar la inversión por mucho que se empeñe. Como
esto es así y no se puede cambiar, nos subimos al carro del poderoso y que
tiren sus bueyes. Nosotros nos aprovechamos de sus decisiones, aunque algunas
veces nos dejen abandonados. ¿Qué es lo malo? Que el grande es el poderoso y al
menor descuido el pagano será el inversor doméstico si no ha tomado las debidas
precauciones.
Financieramente hablando, el pánico y la avaricia están siempre
presentes. No es posible acertar el momento de entrada y de salida de un
valor y el que diga que es capaz de conseguirlo está mintiendo. El inversor no
es un mago, pero sí dispone de herramientas más o menos precisas para
diagnosticar la evolución probable que va a experimentar. Herramientas hay
infinidad y cada uno usa la que más le gusta o con la que más cómodo se encuentre
en su operativa cotidiana. La formación es imprescindible para adquirir el
método de trabajo y así dejar de lado los consejos de los que se creen más
listos que el Mercado. Ya sabes que los
consejos se aceptan de aquél que está en la posición donde tú quieres llegar,
al resto dáselos tú.
Nuestra cartera está formada por una
serie de valores que poco a poco hemos ido seleccionando para que formen parte
de ella. Esta cartera se debe de rotar siempre que sea necesario. Los activos
se estudian uno a uno y en ningún caso debemos de conformarnos con que la media
de la cartera sea positiva. Siempre tiene que ser positiva. Siempre.
Finalizo diciendo que es muy
beneficioso para el ahorrador/inversor salir
de las pérdidas cuanto antes: no son buenas consejeras, son un fracaso.
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