1 de junio de 2020

La población rural es más emprendedora que la urbana


Al final de la primera mitad del siglo pasado, España estaba en pleno desarrollo económico lo que provocó la formación de una nueva clase media que prácticamente surgió de la nada. La industria española se vio fortalecida por los inversores extranjeros, atraídos por los bajos costes laborales y una sociedad con ganas de superación y deseo de triunfo. Esta situación generó un éxodo rural hacia las zonas más industrializadas, provocando un goteo constante de desertización de las zonas rurales ayudando a la formación poblacional de las grandes urbes. En la misma proporción que crecía el mundo urbano decrecía el mundo rural. De esta forma, la población rural ve y pone los ojos en la ciudad observando que los que deciden irse en busca de una nueva vida menos árida lo consiguen.

El aumento de población a nivel nacional no tardó en notarse llegándose a producir una explosión de natalidad o “baby boom” que, unido a una reducción de la tasa de mortalidad provocada por el aumento y mejora de las prestaciones sanitarias, hacía que la tasa de población fuese positiva. Esa generación es la que está llegando ahora a su época dorada o está a las puertas y sigue añorando aquella infancia y juventud en su mundo rural. Tanto es así, que muchos pasan parte del año en su querido pueblo recordando y reviviendo el pasado. No es raro volver a ver huertos plagados de fruto que en su día les sirvió de sustento.



El éxodo rural se suele considerar como una migración extraña porque la población, además de cambiar de lugar de residencia, cambia de profesión y hasta de costumbres. Tiene su lógica. En la ciudad existe la diversidad en el sentido más amplio: educación, servicios, sanidad, empleo, cultura, trabajo, nivel de vida, transporte, comunicaciones… Con este caldo de cultivo, no es de extrañar que se pase de una economía de subsistencia del mundo rural a una economía de consumismo emprendedor en el mundo urbano. Muchos fueron los que se crearon su propio puesto de trabajo y ejercieron sobre sus paisanos el denominado efecto llamada.

Pero ¿ese éxodo rural del pasado puede llegar a revertir y convertirse en éxodo urbano? Largo me fiais, pero está dentro de lo probable, aunque no con la virulencia con la que se produjo el desalojamiento de los pueblos. La estadística demográfica, aunque casi imperceptible, empieza a notar un creciente movimiento migratorio de lo urbano a lo rural buscando una nueva vida. No puedo negar que me agrada el dato. Y es que lo que antes se definía como paleto ahora se identifica como calidad de vida. Según datos del INE, corroborando esa tendencia, hay más personas que abandonan la ciudad por el pueblo que, al contrario. Si así es, el éxodo urbano es un fenómeno incipiente pero creciente. 

Cambiar de modo de vida no es fácil y, si se hace, será en base a una decisión profundamente meditada. La crisis, el atrayente de una vida más tranquila y natural, junto al solapamiento del consumismo es uno de los mayores condicionantes y alicientes para volver al ruralismo. Cambiar la ciudad por el pueblo no es fácil y muchos han fracasado en el intento. Fracaso motivado en ocasiones por la falta de política rural destinada a la mejora de la modernidad, prosperidad, infraestructuras, comunicaciones y comodidad con el fin de desarrollar esas regiones deprimidas por el éxodo rural. 

Las nuevas tecnologías nos van acercando a la globalización, aportan información y recursos para poder vivir donde nos plazca. Ese progreso, desafortunadamente, no está lo suficientemente implantado en las aldeas y, por desgracia, los conatos de intento se quedan en eso, en un conato. Para vivir en un pueblo se necesita emprender, se necesita crear nuestro propio puesto de trabajo y para ello, sin lugar a dudas, la población que vive en las ciudades dispone de mejores oportunidades para iniciar su propio negocio. Emprender en un pueblo es dedicarse al sector transformador, al sector turístico o al sector extractor mientras que el emprendedor urbanita, lo hace en el sector servicios y en el sector consumo. En cualquier caso, o te reinventas o en el mundo rural no prosperas. De ahí que según un informe que ha llegado a mis manos, la población involucrada en un proceso emprendedor en la España rural es del 29,8% frente al 26,1% de la urbana. 

A mi modo de ver, eso no quiere decir que lo rural ofrezca oportunidades estratégicas para el emprendedor, pero lo que sí tengo claro es que puede servir a modo de vivero para el desarrollo de actividades en las que no importe el lugar donde se realicen. El emprendedor rural se enfrenta a multitud de problemas a la hora de querer poner en marcha su iniciativa. En primer lugar, la financiación es ardua de conseguir en cuanto que se mencione la palabra “rural”. Y, segundo, la falta de política infraestructural y el aislamiento lo hacen inviable desde el inicio del proyecto. Por lo que se ve, es más importante aunar todos los esfuerzos en aumentar el tamaño de los parques naturales. 

Tengo claro que hasta que las comunicaciones y las nuevas tecnologías dejen de ser un obstáculo, el renacer del ruralismo no será posible. Llegar y plantar un huerto no es la solución. Dejar la ciudad pensando que allí se quedan los problemas no es un buen pensamiento. La vida en el campo no significa la desaparición de la deuda y la crisis. Una cosa es ir de vacaciones a esa casa que tenemos en el pueblo y otra es ir para quedarse y asentarse. 

Nadie regala nada y las ofertas de trabajo son escasas en los pueblos. De momento, muchos desarrollan su actividad apoyándose en el turismo, pero creo que en este sector se está creando una gran burbuja que tarde o temprano, si no se pone remedio, estallará y solo los mejores, como siempre, se librarán. Para irse al pueblo hace falta más que una vieja maleta y lo puesto: hace falta un proyecto meditado y viable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario