10 de septiembre de 2020

La cartera del mono


El método de entrada en los Mercados Financieros no es lo más importante, ni tampoco lo es el momento si el objetivo es una inversión a largo plazo. Sin embargo, la gestión de la cartera sí es de vital importancia debido a que se van retirando aquellos valores que peor se están comportando y conservando los que obtienen mejores resultados. Por otro lado, no todos los inversores y analistas opinan que la efectividad de los Mercados Financieros proviene de los análisis previos, sin ser efectivos a la hora de pronosticar los futuros movimientos de los activos, sino que los Mercados se mueven de una forma impredecible y aleatoria, aunque repliquen los ciclos económicos.

En los años 70, el economista y escritor Burton Gordon Malkiel, autor del libro “Un paseo aleatorio por Wall Street”, defendía la gestión pasiva (comprar un activo y mantenerlo en cartera) frente a la gestión activa (gestionar la compraventa de un activo con el fin de batir al Merado) postulándose a favor de que los precios de las acciones cotizadas reflejan toda la información disponible en el Mercado. De ninguna manera justificaba el cobro de comisiones por parte de los gestores al manifestar que los Mercados Financieros se mueven de forma aleatoria. Malkiel siempre ha mantenido que sin información privilegiada no era posible obtener más beneficios que el propio Mercado y afirmaba que un mono, con los ojos tapados y lanzando dardos sobre una lista de empresas cotizadas, generaría retornos similares o mejores a los de cualquier cartera de un analista.

En 1988, el Wall Street Journal tomó el guante tirado por Malkiel e hizo el experimento proponiendo a las casas de análisis bursátiles a crear, cada una de ellas, una cartera de valores que se enfrentaría a la cartera que elegiría un mono lanzando dardos sobre las páginas del periódico donde se publican los precios de las empresas cotizadas. Las agencias de valores aceptaron el reto y presentaron sus propuestas. La cartera del mono obtuvo un beneficio abrumador, se comenta que superó al resto de las carteras en un 85%. Al final, el Wall Street Journal no recurrió a un primate para crear su cartera, simplemente usó a sus empleados que tirando dardos sobre las páginas de cotización del propio periódico se eligió una cartera y se comparó con la de los profesionales.

Al cabo de 15 años, los resultados se dieron la vuelta y ganaban más las carteras de los analistas que la del mono. Años más tarde, se revisaron de nuevo las carteras llegando a un empate técnico. Aún así, Malkiel opinaba que el experimento llevado a cabo por el diario no era muy de fiar: las carteras de los profesionales eran públicas y podían influir en la formación de los precios de las acciones seleccionadas.

El experimento se ha repetido en multitud de ocasiones y los analistas se las han visto y deseado para batir a las carteras aleatorias. En el año 1998, el diario Expansión, en su edición de los sábados, hizo un experimento similar con un mono y las Sociedades y Agencias de Valores españolas. Según las bases, el concurso duraría un año, pero al poco tiempo la experiencia dejó de seguirse publicando porque la cartera del mono, que se llamaba Merlín, según las malas lenguas, era imbatible.

El caso es que el experimento incorporó a la jerga bursátil un nuevo concepto: “La cartera del mono”. Cuando se habla de “la cartera del mono” equivale a una cartera cuyos valores se han seleccionado aleatoriamente.

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