El método de entrada en los Mercados Financieros no es lo
más importante, ni tampoco lo es el momento si el objetivo es una inversión a
largo plazo. Sin embargo, la gestión de la cartera sí es de vital importancia
debido a que se van retirando aquellos valores que peor se están comportando y
conservando los que obtienen mejores resultados. Por otro lado, no todos los
inversores y analistas opinan que la efectividad de los Mercados Financieros
proviene de los análisis previos, sin ser efectivos a la hora de pronosticar
los futuros movimientos de los activos, sino que los Mercados se mueven de una
forma impredecible y aleatoria, aunque repliquen los ciclos económicos.
En los años 70, el economista y escritor Burton Gordon
Malkiel, autor del libro “Un paseo aleatorio por Wall Street”, defendía
la gestión pasiva (comprar un activo y mantenerlo en cartera) frente a
la gestión activa (gestionar la compraventa de un activo con el fin de
batir al Merado) postulándose a favor de que los precios de las acciones
cotizadas reflejan toda la información disponible en el Mercado. De ninguna
manera justificaba el cobro de comisiones por parte de los gestores al manifestar
que los Mercados Financieros se mueven de forma aleatoria. Malkiel siempre ha
mantenido que sin información privilegiada no era posible obtener más
beneficios que el propio Mercado y afirmaba que un mono, con los ojos tapados y
lanzando dardos sobre una lista de empresas cotizadas, generaría retornos
similares o mejores a los de cualquier cartera de un analista.
En 1988, el Wall Street Journal tomó el guante tirado por
Malkiel e hizo el experimento proponiendo a las casas de análisis bursátiles a
crear, cada una de ellas, una cartera de valores que se enfrentaría a la
cartera que elegiría un mono lanzando dardos sobre las páginas del periódico
donde se publican los precios de las empresas cotizadas. Las agencias de
valores aceptaron el reto y presentaron sus propuestas. La cartera del mono
obtuvo un beneficio abrumador, se comenta que superó al resto de las carteras
en un 85%. Al final, el Wall Street Journal no recurrió a un primate para crear
su cartera, simplemente usó a sus empleados que tirando dardos sobre las
páginas de cotización del propio periódico se eligió una cartera y se comparó
con la de los profesionales.
Al cabo de 15 años, los resultados se dieron la vuelta y
ganaban más las carteras de los analistas que la del mono. Años más tarde, se
revisaron de nuevo las carteras llegando a un empate técnico. Aún así, Malkiel
opinaba que el experimento llevado a cabo por el diario no era muy de fiar: las
carteras de los profesionales eran públicas y podían influir en la formación de
los precios de las acciones seleccionadas.
El experimento se ha repetido en multitud de ocasiones y los
analistas se las han visto y deseado para batir a las carteras aleatorias. En
el año 1998, el diario Expansión, en su edición de los sábados, hizo un
experimento similar con un mono y las Sociedades y Agencias de Valores
españolas. Según las bases, el concurso duraría un año, pero al poco tiempo la
experiencia dejó de seguirse publicando porque la cartera del mono, que se
llamaba Merlín, según las malas lenguas, era imbatible.
El caso es que el experimento incorporó a la jerga bursátil
un nuevo concepto: “La cartera del mono”. Cuando se habla de “la
cartera del mono” equivale a una cartera cuyos valores se han seleccionado
aleatoriamente.
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