Existen muchas paradojas en la vida, pero la de intentar
relacionar el dinero con la espiritualidad, quizás sea una de las más
complejas. Algo complicado debe de ser porque la mayoría de las creencias
entran en discordia al hablar de dinero y espiritualidad. La razón no es otra
que asocian el dinero con lo material poniendo un abismo en medio para que no
se acerque a lo espiritual. No en vano, relacionan la existencia del dinero con
el egoísmo, con la pobreza, con la explotación humana y hasta con las guerras.
Posiblemente tengan razón, pero a mi entender, no es el dinero el culpable, es
la falta de escrúpulos del individuo que lo usa.
No nos olvidemos que trabajamos por dinero. Si el trabajo no
estuviera remunerado nadie lo haría. Yo cobro por mi trabajo como usted cobra
por el suyo porque no es muy fiable eso de “ya
le pagaré” o “Dios se lo pague”.
Esas expresiones no surten efecto, prueba de ello es que la deuda persiste. En
el más allá no lo sé, aquí las cosas, casi todas, se intercambian por dinero
porque es el medio de cambio por antonomasia desde que sustituyó, en su momento,
al trueque facilitando la compraventa en cualquier mercado. Hay personas que
deciden no cobrar por sus actuaciones, pero eso quiere decir que tienen
cubiertas sus necesidades materiales por otra vía. Si no se quiere pagar por
algo, habrá que ir a donde no le cobren, pero no se puede juzgar a quien cobre
por hacerlo.
Entregamos nuestro tiempo al trabajo con el fin último de la
remuneración y, en algunos casos, la satisfacción del deber cumplido. Ese
tiempo, nuestro tiempo, es como el propio dinero: se gasta, se malgasta, se
invierte, se rentabiliza, se pierde, se gana y hasta se disfruta. Cambiar
tiempo por salario es rentable, ya lo saben. Pero lo más rentable que existe es
emplear tiempo al conocimiento. Serán incalculables e ilimitados los
beneficios, bien sean materiales o espirituales.
Obtener un empleo bien remunerado es esa energía que
ansiamos conseguir. Si somos capaces de conseguirlo nos llenamos, a la vez, de
espiritualidad laboral. La crisis pasada dejó a mucha gente sin oficio y sin
beneficio, la que acaba de comenzar va por el mismo camino. El paro aumentará considerablemente,
es posible que hasta límites nunca conocidos. Sin embargo, no será igual para
todos. El dinero cambiará de manos: unos se quedarán despojados y otros verán
crecer sus cuentas bancarias como nunca lo habían hecho. Billetes y monedas son
inocentes, ellos no han sido los culpables de este desaguisado porque no tiene
emociones, ni poder, ni juicio.
El complejo mundo del sistema económico y financiero está basado en el dinero
No es necesario vivir para trabajar, con trabajar para vivir
es suficiente. La felicidad también viene de la mano de cubrir nuestras
necesidades: por un lado, las cotidianas y más necesarias y, por otro, aquellas
que deseamos para ser felices. Vivimos poco tiempo, pero ese poco tiempo que
estamos de paso debemos ser felices. Quizás piense que el dinero no proporciona
la felicidad porque conoce a gente que tiene mucho dinero y no es feliz porque
tiene otros problemas. Estará en lo cierto, no lo dudo. Cuando se tiene dinero,
no todo gira alrededor de él, pero la clave está en la relación que se tiene
con lo que se posee, no con cuánto se tiene. La riqueza o la falta de riqueza
no hace a las personas. La gente de negocios intenta encontrar estrategias
llenas de energía para que se transformen en dinero. Esa energía generará
empleo, y el empleo, lo estamos viendo constantemente, trae bienestar social.
Vivimos en una sociedad de consumo, lo que supone que el
dinero tiene un movimiento constante: llega y se va. Y en ese ir y venir es
posible que le haya hecho feliz. Lo ha ganado con su trabajo y lo ha gastado en
esas vacaciones, por ejemplo, que tanto deseaba disfrutar con los suyos. Materialmente
le ha hecho feliz pero espiritualmente también. Ha conseguido disfrutar con y
de los suyos.
El complejo mundo del sistema económico y financiero está
basado en el dinero. Recuerde: no hace mucho se pagaba con dinero en efectivo,
una transferencia, un cheque o con tarjeta. Hoy en día hasta con el móvil se
puede pagar. O con un pagaré que no es más que eso que decía antes de “ya te
pagaré… si tengo”. Los productos bancarios actuales destinados al ahorro están
creados a través de la ingeniería financiera, lo que los convierte en tan
complicados para el inversor doméstico que, en la mayoría de los casos, los
hacen desaconsejables.
La espiritualidad hace crecer nuestra vida y el dinero es el medio de pago para ayudarnos a crecer y a subsistir.
Si es de los que cobra por nómina observará que el
efectivo lo utiliza para comprar el pan, para tomarse una cerveza con los
amigos y poco más. El resto de los pagos son anotaciones en cuenta. Es más, sus
ahorros no son más que una simple anotación en cuenta. Si necesitase hacer uso
en efectivo de esos ahorros que tiene depositados en el banco, la entidad no dispondría
de billetes y monedas en ese momento. Y si todos fuésemos al banco a recuperar
nuestros caudales depositados en él, no tendría el banco suficiente efectivo
para devolvérnoslo. Es decir, en la mayoría de los casos, el dinero no se ve ni
se palpa. Fíjese por un momento en su extracto bancario: le han ingresado su
nómina, tiene domiciliados sus recibos, hace algún pago mediante transferencia
bancaria, paga con su tarjeta de crédito o débito o cualquier otro medio
electrónico, es decir, usted no manipula su dinero. Todo está basado en
anotaciones. Entonces estamos en lo cierto si afirmamos que nuestro dinero es
más espiritual que material. Estar está, pero no se ve. Dicen los expertos que
solo el oro es dinero, y que el dinero es deuda, y ¡qué razón tienen!
La espiritualidad del dinero está en la persona que lo porta,
no en el dinero en sí. Un billete puede tener muchos usos dependiendo de quién
lo use. Por lo tanto, pensar negativamente sobre el peculio es un pensamiento
espiritual y no material. Dinero y espiritualidad deben de complementarse para
juntos poder conseguir una vida plena. Así lo vio la Comunidad Franciscana
cuando evolucionó de la primitiva idea de San francisco de Asís, su fundador.
Como saben, siendo hijo de familia acomodada, vivió en la más estricta pobreza.
Después de su muerte, parte de sus seguidores pensaron que la vida en el
convento no era compatible con la falta de dinero. El dinero no lo soluciona todo,
pero la espiritualidad tampoco. La espiritualidad hace crecer nuestra vida y el
dinero es el medio de pago para ayudarnos a crecer y a subsistir.
Miren, hay que llevarse bien con los cuartos o se volverán
en nuestra contra. Cuando oiga hablar a alguien que el dinero no es importante
para él es porque su cuenta bancaria está en números rojos.
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