Foto by pixabay.com |
Solventado ese problema inicial, surge el razonamiento de la teoría monetaria al afirmar que a corto y medio plazo tanta cantidad de dinero en circulación provocará una subida de los precios haciendo aparecer la inflación. La afirmación de que la inflación es un fenómeno monetario se sustenta en la teoría cuantitativa del dinero: la variación de los precios es directamente proporcional a la oferta monetaria. Dicha relación se basa en la identidad según la cual el valor de las transacciones que se llevan a cabo en la economía es similar a la cantidad de dinero que circula en ella, es decir, la velocidad del dinero. Si se asume que la velocidad del dinero es constante en una economía sin crecimiento económico, la tasa de inflación es igual a la tasa de crecimiento del dinero. Por el contrario, si se incrementa la oferta monetaria habrá más dinero en busca de los mismos bienes y servicios, provocando una subida de los precios.
La idea de que a mayor oferta de dinero mayor inflación es,
de hecho, una de las leyes con más historia de la economía. Sus orígenes datan
de los filósofos Martín de Azpilcueta y Tomás de Mercado, miembros de la
Escuela de Salamanca, Jean Bodin y David Hume que se preocuparon por el impacto
de la entrada masiva de metales preciosos procedentes de las colonias españolas
en América. Ya en el siglo XX, Irving Fisher, uno de los grandes economistas de
su época, formalizó este conocimiento dotándolo de un marco analítico,
haciéndose popular gracias a la célebre frase del premio nobel en economía Milton
Friedman: «La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en
el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de
la cantidad de dinero que de la producción.»
La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los
precios de productos y servicios durante un periodo de tiempo, provocando que
con cada unidad monetaria se adquieran menos bienes y servicios reflejando la
disminución del poder adquisitivo de la moneda. Se calcula mediante el Índice
de Precios de Consumo (IPC) al ser una medida de la media del cambio que
experimenta una cesta representativa de productos con el paso del tiempo.
Por un lado, un aumento de la cantidad de dinero en
circulación puede hacer subir los precios si la producción no acompaña con un
crecimiento similar, pero, así mismo, no se puede gastar directamente si no
está a disposición de los consumidores.
Debido al confinamiento prolongado, los hogares han reducido
drásticamente la capacidad de consumo acumulando más dinero del que tendrían si
la pandemia nunca hubiese existido. Ese dinero, que proviene de ese viaje que
no se hizo, de esa fiesta que no se celebró o de esas tantas cosas que no se
pudieron hacer, se ha convertido para el consumidor en un ahorro latente. Poco
a poco se irán recuperando los hábitos de consumo anteriores a la pandemia
recuperando el gasto en ciertos sectores a medida que vaya avanzando la
vacunación.
A su vez, los precios de las materias primas están
aumentando porque los inversores ven en esos activos una revalorización debido
a que el precio del dinero está por debajo del 0%.
Y, por si
fuera poco, la competencia ha disminuido porque muchas empresas se han visto
forzadas al cierre. Al ser la competencia menor, la fijación de precios
adquiere más relevancia.
«La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en el sentido de que solo es y puede ser producida por un incremento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción.»
Todos esos
motivos pueden provocar un aumento de la inflación en todo el mundo obligando a
los Bancos Centrales, cuyo mandato principal consiste en asegurar la
estabilidad de los precios, a limitar sus políticas monetarias impulsando los
rendimientos de los Bonos y por ende hacer caer a los Mercados Financieros
precipitando el final del rally alcista.
A estas
alturas, si algo se tiene claro es que hay que vigilar muy de cerca los
movimientos que vaya realizando la inflación en las próximas semanas. Cuando
una moneda es inflacionista el público tiende a ser más consumista provocando
que el dinero circule con rapidez pasando de unas manos a otras sin detenerse
por el camino. En el caso de una baja inflación los Mercados demandan más dinero
líquido aumentando el ahorro y disminuyendo la velocidad de circulación del
dinero.
Los Bancos
Centrales tienen entre sus objetivos que la inflación sea ligeramente positiva,
considerándola como aceptable si el IPC no sobrepasa el 2% anual. Cuando la
inflación es más elevada erosiona el valor del dinero y de los activos en
general, pero será favorable para la banca y para los productores de materias
primas. Es decir, es buena para algunos activos y sectores, pero mala para la
economía en general.
La inflación
siempre es mala para la renta fija: sube el tipo de interés de los Bonos y cae
su precio debido a la proporcionalidad inversa entre el precio y el tipo de
interés. Sin embargo, una inflación moderada y controlada es positiva para la
renta variable debido a que las empresas aumentan sus ingresos e incrementan
sus márgenes, siendo así únicamente en el caso de que la inflación la
acompañase el crecimiento.
Los
inversores tienen claro que una economía boyante trae consigo un repunte de los
Mercados Financieros, pero si a esa economía se le añade una inflación alta las
valoraciones bursátiles no serán las más deseadas. Históricamente, cuando la
inflación ha sido alta las acciones estaban más baratas que en épocas de baja
inflación debido a que si la inflación aflora, los rendimientos futuros serán
menos valiosos. La inflación alta conduce a tipos de interés más altos
provocando un trasvase de dinero de la renta variable a la renta fija por su
menor riesgo.
La inflación
alta perjudica al ahorro y si es baja penaliza al consumo. Por eso, los
Mercados no esperan grandes subidas del precio del dinero por parte de los
Bancos Centrales, pero sí estarán atentos por si son capaces de mantener una
política monetaria agresiva.
Ahora mismo es complicado prever la evolución de los precios en una economía totalmente dependiente de la evolución sanitaria, pero lo que ningún experto duda es de que la inflación será uno de los principales focos a vigilar durante el 2021, siendo conscientes de que el principal problema radica en detectarla, medirla y aplicar las medidas oportunas para combatirla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario