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Al principio, el euro únicamente se usaba para fines
contables como moneda escritural (por ejemplo, desde el 1 de enero de 1999 la
negociación de los valores bursátiles se realiza exclusivamente en euros)
abriéndose un periodo de transición de tres años para, de una forma gradual,
retirar las monedas nacionales dando paso a las monedas y billetes en euros.
Recae sobre los gobiernos nacionales la responsabilidad de las monedas, pero es
el BCE quien aprueba, de forma anual, el volumen de monedas y billetes que se
han de emitir.
El 1 de enero de 2002, después de un plan de comunicación
integral para concienciar a la población del cambio monetario, comenzó la
circulación de la nueva moneda con un despliegue nunca visto: al segundo día,
el 96% de los cajeros automáticos de la zona euro ya dispensaban billetes de
euro. Una semana después, las transacciones monetarias en efectivo ya se
realizaban en la nueva moneda. Aunque hubo una campaña promocional sin precedentes,
hubo que dejar de pensar en pesetas y aquello no fue fácil, menos mal que nos
ayudaron las calculadoras conversoras y la equivalencia aproximada de que 1.000
pesetas eran 6 euros. Los billetes y monedas nacionales dejaron de ser de curso
legal el 28 de febrero de 2002 pero se podían cambiar en cualquier banco o caja
de ahorro hasta el 30 de junio (ya saben: 1 euro = 166,386 pesetas). Después de
esa fecha, las pesetas se pudieron canjear a euros en el Banco de España,
después de varias prórrogas, hasta el 30 de junio de 2021. Ahora, la peseta no
puede ser cambiada por ninguna otra moneda de curso legal a no ser que se haga
a través del mercado no regulado del coleccionismo; perdiendo, por tanto, su
valor nominal o facial, manteniendo el intrínseco y el numismático.
El euro, que el pasado 1 de enero de 2022 cumplió 20 años
como segunda moneda de reserva mundial, aunque el dólar mantiene su hegemonía a
cierta distancia excepto en el segmento de la emisión de bonos verdes, ha
tenido un comportamiento un tanto irregular. Su primera década de vida estuvo
marcada por el propio asentamiento de la moneda y por su sólido crecimiento
económico alcanzando su punto más álgido en 2008; y la segunda, más complicada,
quedó eclipsada por las sucesivas crisis económicas, haciendo alguna de ellas
hasta tambalear sus propios cimientos, llevando al BCE a reducir los tipos de
interés hasta mínimos históricos con severos ajustes económicos, dejando graves
secuelas en la política monetaria poniendo en duda, en algunos casos, la idea
inicial de la integración europea. Todos
recordamos aquel 26 de julio de 2012 cuando Mario Draghi salvó al euro diciendo
en Londres que “de acuerdo con nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer
lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente”.
El tipo de cambio respecto al dólar estadounidense ha
sufrido considerables fluctuaciones. Cuando se estrenó el euro lo hizo a un
cambio de 1,16 dólares, tocando su mínimo histórico en octubre de 2000 al
cotizar a un cambio de 0,82 dólares; por el contrario, su punto más alto lo
marcó en julio de 2008 (dos meses antes de la quiebra de Lehman Brothers) al
situarse algo por encima de los 1,60 dólares. Como curiosidad, la paridad de
ambas monedas se consiguió el 15 de julio de 2002 a las 13:15 horas.
A pesar del éxito de la puesta en circulación del euro como
moneda oficial de cambio, los ciudadanos de los diferentes países que integran
la zona euro aún guardan debajo de las baldosas de la cocina miles de millones
de euros en monedas y billetes de sus anteriores divisas, siendo los alemanes
los que más cariño acaudalan a su antiguo marco. España, en este caso, no es
diferente con su, para muchos, añorada peseta.
El 1 de enero de 1999 nació el euro como moneda común, siendo el sucesor del ECU o Unidad Monetaria Europea (European Currency Unit) teniendo una paridad de 1:1
El euro se prepara ahora, con la colaboración de los ciudadanos
europeos, para un nuevo rediseño de los billetes que está previsto para el 2024
y poniendo el punto de mira en la nueva era digital. En este sentido, el BCE
espera tener disponible para 2023 un primer prototipo del euro digital. Además,
se espera que nuevos países de la Unión Europea se integren en la Europa del
euro.
Sin lugar a duda, aunque exista algún escéptico, el euro ha
supuesto para España una notable estabilidad económica asociada a su capacidad
de crecimiento, aunque, también es cierto, con su incorporación sufrimos
notables alzas de los precios: nadie olvida que 100 pesetas pasaron a ser
directamente 1 euro, suponiendo un importante incremento del IPC en aquellos momentos.
Esa subida de precios quedó en parte absorbida porque la nueva moneda permitió
a nuestro país crecer por encima del 2% y crear empleo en un momento que
abocaba a la desaceleración.
Las crisis financieras que hemos sufrido no hubiesen sido
igual con la peseta, todo hubiese sido más complicado si hubiéramos estado
fuera del euro, aunque algunos piensen que la devaluación monetaria de la
antigua moneda hubiese sido una mejora para impulsar le economía. El euro nos
ha facilitado el comercio intracomunitario al no existir el efecto divisa. Por
si fuera poco, hemos tenido acceso a una financiación internacional muy barata
al ser en euros, sin el peligro de la devaluación y sin el peligro del poder
político al depender este del BCE, eso ha implicado tener una baja inflación
hasta la pandemia.
El euro sigue con la necesidad de estar a la defensiva. La pandemia provocada por el coronavirus ha reducido drásticamente el uso del dinero en efectivo. En cualquier caso, se busca fortalecer el papel internacional de la moneda y avanzar, sin pausa, en el diseño, características y puesta en circulación del euro digital, sin dejar de lado la insistencia de seguir completando la unión monetaria europea solventando algún que otro obstáculo político.
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