A pesar de
los pesares, la esperanza de vida al nacer no ha parado de crecer. Allá por el
año 1300 era tan solo de 24 años, hoy sobrepasa con creces los 80 años y se
espera que la mayoría de los recién nacidos lleguen a los 100 años. Ahora bien,
si se consigue entender lo que supone vivir 100 años, será un regalo divino,
pero si se ignora, será una maldición al no estar preparados para que tanta
gente viva tanto tiempo: esa gente tan longeva, cambiará de profesión varias
veces y estará en activo hasta cerca de los 80 años. Siendo así, la gestión de
las finanzas tendrá que ser modificada para que los ahorros lleguen hasta los
100 años y habrá que modificar el Sistema Público de Pensiones. Además, los
patrones de consumo tendrán que adaptarse al gusto de los nuevos consumidores.
Hasta las ciudades, los edificios y los hogares tendrán que ser más accesibles
para la legión de ancianos que se avecina. Todo ello sin olvidar que la
búsqueda de la inmortalidad ya se ha puesto en marcha y con la fuerza que ha
cogido ya no hay quien la pare; es más, ya se ha convertido en una nueva
temática inversora con un ejército de adeptos. La ciencia siempre ha estado
indagando sobre la inmortalidad y ahora, parece ser, ya ha dejado de ser una
fantasía inalcanzable. De momento, quedémonos con que la esperanza de vida se
acercará a los tres dígitos este siglo.