La seguridad forma parte de la supervivencia del individuo. Tanto es así, que, en la propia educación, desde la infancia, se nos recuerda constantemente con frases como “no toques ahí” o “no hagas eso que te vas a hacer daño”. Posteriormente, la vida nos pone a prueba constantemente y nos hace poner en práctica todo aquello que nos enseñaron y nos contaron en su día nuestros progenitores. Sin embargo, por mucho que se nos insista, sabemos que Santa Bárbara está ahí, pero no nos acordamos de ella hasta que no está la tormenta encima. Sabemos, por el contrario, y no lo ponemos en práctica todo lo que deberíamos, que si hay tormenta no es conveniente tender la colada. Por desgracia, tienen que ocurrir los sucesos para que se pongan en marcha ciertos protocolos de seguridad.
El inversor doméstico se encuentra con la tesitura de no saber qué hacer debido al desconocimiento, provocado por el escaso interés y compromiso con la gestión de sus ahorros. Veamos, entonces, las garantías y riesgos de cada uno de los productos de inversión.