El concepto de que el prestatario pague intereses al
prestamista era una condición básica de cualquier préstamo. Esto ha sido así
hasta que los tipos de interés negativos han presionado a la baja todo tipo de
deuda, lo que ha sido un beneficio inesperado para el deudor, pero todo un
problema para el ahorrador y el prestador. Para muestra un botón: las letras y
los bonos que emite el Tesoro Público del Reino de España se encuentran en
todos sus periodos con rentabilidades negativas hasta el de cinco años. Es
decir, los inversores institucionales están dispuestos a depositar su dinero,
aunque tenga un coste, a cambio de estabilidad y liquidez que proporciona la
deuda pública de los Estados más solventes.
Las políticas monetarias que han llevado a cabo todos los
bancos centrales mundiales han evitado una catástrofe monetaria global, pero
han conseguido que el Mercado de Deuda se distorsione. El ahorrador no
encuentra ningún beneficio en la renta fija convencional, lo que hace que tenga
que acudir a otro tipo de inversiones menos conocidas y más arriesgadas,
llegando a tomar decisiones erróneas, en parte influenciadas por aquellos que,
conociendo la evolución de los Mercados, no son conscientes del riesgo
soportado por el cliente al que se le ofrece ese producto, provocando
inintencionadamente la formación de posibles burbujas. La opción de estar en
liquidez, no haciendo nada con el ahorro, tampoco es una buena solución debido
a que la inflación es implacable con los caudales que se guardan bajo las
baldosas de la cocina.
De momento, el inversor doméstico no paga intereses por
tener sus ahorros depositados en la banca convencional, pero esto podría
cambiar en breve debido a que el negocio tradicional de la banca cada día le
proporciona menos beneficios. Cuando la banca acude al Mercado Mayoritario en
busca de dinero para prestar, tiene que pagar una prima. Cuando hace el
préstamo, los márgenes son tan ajustados que sus ingresos tienden a cero
debido, por ejemplo, a que el Euríbor está marcando mínimos negativos mes sí y
mes también, con lo que la hipoteca fija, aunque sea a un interés bajo, es casi
la única que en el corto plazo le sale rentable. La baja o nula rentabilidad
que obtiene el sector bancario con su negocio tradicional, lo suple con
vinculaciones de todo tipo para que así el cliente se vea exento de las odiadas
comisiones. Por el simple hecho de abrir una cuenta corriente le pedirán como
mínimo una nómina o la domiciliación de unos recibos para no cobrarle comisiones,
aunque el saldo que mantenga en ella tenga varios ceros; en parte es debido a
que la liquidez que en el pasado fue una necesidad ahora les resulta un
problema. La banca se ha ganado a pulso su mala reputación con lo que hacerle
pagar al ahorrador intereses por los depósitos lo tienen un poco complicado,
pero todo es ponerse.
Cuando el Banco Central Europeo (BCE) anunció el aumento de
estímulos monetarios para reanimar la economía de la Eurozona, automáticamente,
el Euríbor le respondió con otro mínimo histórico negativo prolongando el
periodo de las hipotecas baratas con un coste cero para el prestatario.
Recordemos que hay préstamos hipotecarios que se firmaron antes del estallido
de la burbuja cuyo diferencial rondaba el 0,20%. La reciente ley hipotecaria ha
salido al paso de esta nueva y desconocida economía monetaria, eliminando las
cláusulas suelo, pero aplicando a cambio un tipo mínimo de interés del 0%.
Esta práctica de que el dinero rente por pedirlo prestado les
beneficiará aún más a los bonos soberanos de los Estados debido a que conseguir
financiación en los Mercados les está saliendo muy rentable: pide prestada una
cantidad y devuelve una inferior. Tanto es así que el bono a diez años alemán,
el que sirve de referencia a la Eurozona, está en negativo haciendo registrar
valores mínimos a los otros bonos de los países más eficientes, económicamente
hablando, hasta tal punto que el 30% de la deuda de los países más ricos cotiza
a tipos negativos.
Estos juegos monetarios del BCE hicieron que el Euro se
depreciara respecto al Dólar sacando de sus casillas a Donald Trump, acusando a
Mario Draghi de mantener artificialmente la cotización del Euro a la baja para
favorecer las exportaciones europeas.
¿Y de las expectativas qué? Pues que no se descarta que
estemos inmersos en la ya llamada “burbuja de la deuda”. Una burbuja que le
cuesta dinero al ahorrador y libera al deudor de la presión del interés debido.
No nos olvidemos que toda burbuja lleva en su interior la aguja que la pinchará
y la hará explotar en el momento menos deseado. Lo que sí está claro es que la
rentabilidad de la deuda de los Estados marca la pauta de los tipos de interés
y la inflación.
Los inversores dan por descontado el mantenimiento de tipos
cero o por debajo de cero durante un largo periodo de tiempo, siendo muy poco
optimistas sobre el crecimiento económico mundial. Por lo tanto, el futuro que
se espera se desarrollará en un entorno de muy baja inflación que en algunos
países puede llegar a convertirse en deflación. Bajo este paraguas, los
inversores, incluidos los domésticos, no le queda otra alternativa que buscar
otros activos asumiendo más riesgo, porque las políticas de los Bancos
Centrales no estarán en la orilla de los ahorradores y sí en la orilla de los
deudores. Dicho esto, aclaro, por pura lógica, que la inflación favorece al
deudor perjudicando al ahorrador, pero la deflación perjudica al deudor
favoreciendo al ahorrador.
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