24 de agosto de 2020

El Mercado Inmobiliario se desentiende de los jóvenes


Financieramente hablando, el ser humano, a lo largo de su vida, va pasando por diferentes etapas requiriendo en cada una de ellas una serie de necesidades económicas diferentes. Atendiendo a la edad, la segunda y tercera fase van desde los 19 hasta los 45 años. En ellas se comienza a decidir el futuro económico, el crecimiento profesional y el aumento del patrimonio familiar. Como saben, el principal elemento de ese patrimonio es la vivienda habitual, llegando a convertirse en el bien más esencial. Sin embargo, el Mercado Inmobiliario no se lo está poniendo fácil a los jóvenes que están comenzando su etapa laboral, ni a los que ya la tienen un tanto consolidada debido a los prohibitivos precios del alquiler y la falta de ahorros e ingresos para hacerle frente a una hipoteca. La banca, todo hay que decirlo, tampoco se lo está poniendo demasiado accesible.

Los jóvenes no encuentran más que inconvenientes a la hora de acceder a una vivienda, tanto por el camino de la compra como por el camino del alquiler. Parece como si el Mercado Inmobiliario se desentendiese de ellos: por el lado del alquiler, se están encontrando con unos precios poco asequibles que los hace alejarse de ese Mercado, sobre todo en el centro de las ciudades. Por el lado de la compra, todavía está más complicado: los salarios son bajos, no disponen de ahorros y los bancos bajo esas mimbres no están dispuestos a asumir los riesgos de impago de antaño. La concesión de un préstamo hipotecario está sujeta a una serie de condiciones más o menos idénticas en todas las entidades. La primera condición pasa por tener unos ahorros equivalentes al 30% (10% para gastos y 20% para el pago inicial de la vivienda) del precio de la vivienda debido a que la banca se limita a cubrir únicamente hasta el 80% del valor de compraventa. Los ingresos recurrentes es otra de las condiciones sin la cual no hay préstamo. Si la nómina individual no es suficiente, habrá que pedir la hipoteca conjunta con otro titular o tirar de los siempre efectivos avales o garantes. Nada que decir sobre que el trabajo sea estable y con cierta antigüedad, así como un historial crediticio totalmente limpio.

El esfuerzo salarial que tiene que hacer un ciudadano medio para comprar una vivienda ronda los 7,5 años de salario íntegro. En el caso de los jóvenes, que apenas sobrepasan el SMI (Salario Mínimo Interprofesional), se eleva a 14 años, siendo misión imposible si no se dispone de unos sólidos ahorros iniciales. Ese panorama de cifras hace que los jóvenes se queden fuera del Mercado y muy cerca de la incompatibilidad con el acceso a una vivienda.

Nunca fue fácil adquirir una casa en la juventud por ser coincidente con los albores de la vida laboral. Pero es que ahora es más difícil, rozando la imposibilidad, principalmente porque las crisis se están encadenando una detrás de otra, lo que da lugar a trabajos con salarios bajos. Por otro lado, la adquisición de vivienda habitual ya no desgrava y las cuentas de ahorro destinadas exclusivamente a la compra de una vivienda habitual han desaparecido. Este último punto se puede pasar por alto porque existen en el Mercado Financiero otros productos que pueden suplir con creces esa carencia, pero sobre el tema del ahorro y los jóvenes prefiero no pronunciarme: creo que no son muy compatibles porque “no pueden” y porque no quieren al estar más familiarizados con el consumismo.

La situación laboral actual es más incierta y compleja que nunca. Hemos tenido que vivir una situación de confinamiento que ha cambiado los hábitos laborales como jamás se había visto. Los que han sido emprendedores recientemente han padecido como su ilusión y su negocio se han caído al unísono. El personal laboral fijo de las compañías internacionales ha sufrido en sus propias carnes como ningún empleo es fijo eternamente. Los ERTES han sido una solución momentánea y moderada sin tener muy claro el futuro que les espera a los que están inmersos en ellos. Aun así, los jóvenes, mal que mal, se van incorporando al Mercado Laboral lo que les confiere una cierta capacidad de pago ante el alquiler o el préstamo hipotecario. En ese sentido, los expertos abogan por implementar el seguro de crédito hipotecario con el fin de favorecer el acceso a la vivienda, como una solución pasajera ante la falta de ahorro inicial.

La demanda del alquiler en ciudades como Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades de España está cojeando debido, principalmente, al aumento desproporcionado de los precios que, en algunos caos, superan el 50%. Los jóvenes entre 18 y 30 años se han quedado fuera totalmente de este Mercado. Sin embargo, los de la siguiente etapa financiera, los comprendidos entre las edades de 31 y 45 años, se han decantado por la compra al tener una situación económica un poco mejor, aunque necesiten ayuda familiar para la financiación. También la visión que tenían tan positiva por el alquiler se está transformando para inclinarse hacia la compra. No nos olvidemos que los ciclos económicos están ahí y la vivienda es uno de sus principales activos. Para los que estén bien posicionados laboralmente, la recesión económica se pone de su parte, sobre todo en el Mercado de la segunda vivienda. Es ya sabido que en el ciclo bajista el demandante es el dueño del Mercado Inmobiliario, mientras que el oferente no tiene más remedio que ponerse a su disposición si quiere vender en un tiempo razonablemente corto.

España es un país de propietarios, las encuestas lo avalan. Si se da a elegir entre comprar y alquilar, más del 80% prefieren la compra. De esos encuestados, más del 60% viven en una casa en propiedad, ya sea suya o de su familia. El principal motivo para comprar una casa es el intento de creación de un hogar en el caso de los más jóvenes. Por el contrario, los mayores de 50 años, que ya tienen vivienda propia, su deseo de compra de vivienda es con miras a una inversión para el futuro. Ya saben que el español medio siempre ha pensado en el ladrillo como su modo preferido de inversión.

El alquiler sigue siendo la fórmula más elegida para esos jóvenes que quieren independizarse y para aquellos que aún no tienen establecido definitivamente su lugar de residencia. La flexibilidad que da el alquiler es lo que más valoran, sobre todo en los inicios laborales que no se tiene muy clara la estabilidad zonal ni si esa es la mejor oferta de trabajo. Aun así, esta solución pasa por la temporalidad para, en un futuro, ser propietarios de su propia vivienda.

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