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Una de las grandes aspiraciones para la mayoría de los españoles es la posibilidad de cobrar una pensión con la que satisfacer sus necesidades financieras, después de haber cumplido religiosamente con los años de cotización obligatorios que estipula la Seguridad Social, suponiendo un gran alivio y satisfacción para muchos trabajadores. Todos ellos se preguntaron, y los que estamos en activo en la actualidad nos lo preguntamos ahora, si cuando llegue a la edad dorada se podrá llevar la vida a que se aspira. La respuesta nunca fue fácil (ahora tampoco) porque influyen multitud de factores. La procedencia de los ingresos de los mayores rurales se observa que el 75% de sus rentas provienen de la pensión de jubilación.
Nuestro sistema de pensiones se apoya sobre cinco pilares
básicos: reparto (las cotizaciones de los trabajadores en activo financian las
prestaciones actuales), proporcionalidad (el importe de las prestaciones es
directamente proporcional a las cantidades aportadas al sistema público y al
periodo de cotización efectuado durante la actividad), universalidad (aunque no
se haya contribuido, se puede acceder a prestaciones no contributivas con el
fin de cubrir las prestaciones más básicas), gestión pública y suficiencia de
prestaciones. Para que el sistema sea sostenible es necesario que haya más
trabajadores en activo que número de pensionistas. Cuando se implantó, la
esperanza de vida iba poco más allá de los 70 años y estaba pensado para
sociedades industriales con bajo índice de desempleo. Si las cosas han cambiado
sustancialmente a nivel nacional, a nivel rural el desfase es extremo: cada vez
se vive más y mejor y cada vez hay menos trabajadores en activo.
Las zonas rurales españolas han llegado al límite de su
existencia en lo que a términos económicos y poblacionales se refiere. La falta
de actividad laboral provoca que las empresas no sean capaces de generar
riqueza debido al propio ciclo lógico de consumo comercial, que ha sido
transformado por el envejecimiento de la población dirigiendo el consumo hacia
bienes de carácter básico sin prácticamente aporte de valor provocando una
carencia de inversiones. De siempre, como bien dicen los norteamericanos, no es
igual el trabajo de cuello blanco que el de cuello azul. El trabajo manual
siempre ha estado desprestigiado llegándose a pensar, incluso en la actualidad,
que la profesionalidad debe de venir por la vía tecnológica y no por la artesanal.
Si las prestaciones de la Seguridad Social, llámese pensión
de jubilación o cualquier otro tipo de asistencia, se tratasen de un sistema
local, serían totalmente insostenibles en términos de ingresos por cotizaciones
de los trabajadores en activo contra el gasto que implican las prestaciones
sociales. Según los registros por provincias de afiliación a la Seguridad Social
y el número de pensionistas, el sistema de reparto sería ya insostenible debido
a que la tasa de dependencia de las pensiones se encuentra por debajo de dos
afiliados por pensionista, siendo a nivel nacional de más de dos trabajadores
por pensionista. Así, en la provincia de Zamora, por ejemplo, menos de un afiliado
se encarga de pagar una pensión, siendo inviable desde un sistema local. Si el
sistema de pensiones estuviese transferido en su totalidad a las autonomías,
como ocurre con algunas prestaciones de bienestar, con sus recursos y gastos,
al menos doce tendrían un déficit en sus cuentas, siendo severo en cinco de
ellas. El conjunto de las diecinueve provincias menos pobladas solo es capaz de
financiar la mitad del coste de sus pensiones. Una vez más, Zamora se encuentra
en la cola sufragando poco más de un 46% del gasto en pensiones con sus propios
ingresos por cotizaciones de sus activos. La solidaridad del sistema de
pensiones español provoca que los ingresos que recibe la Administración de las
cotizaciones de las personas que están en activo se redistribuyan para dar
cobertura a todos los jubilados, independientemente de la provincia donde se
encuentren.
Las zonas rurales españolas han llegado al límite de su existencia en lo que a términos económicos y poblacionales se refiere.
También hay que decir que parte de los jubilados que pueblan
la España vacía, en el pasado, cuando estaban en activo, lo hicieron en la
España urbana para después irse a sus pueblos natales a disfrutar de su época
dorada donde se encuentran todavía parte de sus raíces. Muchos mayores vuelven
a los pueblos buscando una forma de vida diferente a la de la ciudad provocando,
a su vez, el aumento de los indicadores de envejecimiento en el medio rural más
acusado que la media del país.
La prestación media por jubilación en las regiones menos
habitadas es un cinco por ciento inferior a la media nacional. Porcentaje que
aumenta a más del doble al comparar la media entre el mundo rural y las zonas
urbanas. Esto tiene mucho que ver con las bases de cotización empleadas en la
época de actividad, siendo las del Régimen Especial Agrario inferiores al resto
de los sectores económicos. La actividad económica en el ámbito rural hace
difícil encontrar históricos laborales de 35 años cotizando de forma constante;
de igual manera, también es difícil encontrar autónomos que hayan aumentado su
base de cotización pensando en que su empresa pueda sufragar a varios empleados
y, al mismo tiempo, una cuota máxima para el dueño.
El caso es que la falta de sectores productivos de creación de empleo y riqueza hace que las generaciones más jóvenes, los pocos que van quedando, abandonen el mundo rural para buscar un futuro más próspero en las ciudades, donde encontrar un empleo es mucho más fácil sin la necesidad de ser emprendedor, que también.
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