Foto by pixaby.com |
El inversor doméstico español es conservador. Y es
conservador porque viene de un pasado donde disfrutó de rentabilidades más que
aceptables únicamente depositando su dinero en activos sin riesgo. Sin embargo,
es consciente de que hay que asumir algo de riesgo, siendo inevitable pensar en
la rentabilidad vía dividendos, pero los dividendos no siempre son seguros ni
no siempre son recurrentes en el tiempo, poniendo como muestra la crisis
económica que se está viviendo y que ha hecho que algunas empresas reduzcan su
pay-out (porcentaje de los beneficios que una empresa dedica al pago de los
dividendos) o directamente lo eliminen.
Siempre es mejor invertir en empresas cotizadas que hacen dinero con su negocio que en aquellas que atraen a los inversores por sus buenos dividendos
Una de las estrategias más clásicas a la hora de invertir en
Bolsa es hacerlo en aquellas empresas que reparten dividendos, más aún si las
empresas de intermediación financiera lo fomentan como una de sus grandes
estrategias de cara a conseguir la tan ansiada independencia financiera,
llegando, incluso, a hablarse ya de una burbuja desde el punto de vista del
marketing coincidiendo con escenarios bursátiles bajistas. En esta bitácora ya
he hablado de los Dividendos como una de las fórmulas más habituales de retribución al accionista, definiendo al Dividendo como la parte de los
beneficios o reservas de una sociedad que se reparte entre sus accionistas y
hacía mención a los diferentes tipos que existen.
El Dividendo se puede cobrar en metálico o mediante acciones
de la propia compañía. Cuando se cobra en metálico, el mismo día de su pago, se
descuenta del precio de cotización de la acción. Es decir, se sigue teniendo el
mismo número de acciones, pero a un precio inferior y el importe del Dividendo
ingresado en la cuenta corriente asociada menos la retención a cuanta que se ha
realizado para Hacienda. En resumidas cuentas: el capital total es inferior al
que existía el día antes del pago.
Si, por el contrario, el Dividendo se cobra mediante acciones
de la propia compañía el resultado es neutro para el accionista: se tienen más
acciones de la empresa cotizada, pero a un precio inferior cada una debido, como
en el caso anterior, a que el precio de las nuevas acciones se descuenta
automáticamente del precio de las antiguas. Esta forma de retribución implica
una ampliación de capital, provocando una dilución a aquellos inversores que
optaron por el efectivo. Algunas compañías recompran y amortizan esas acciones
evitando así que el número de acciones en circulación crezca desmesuradamente.
Una alta rentabilidad de los dividendos puede venir porque los pagos hayan aumentado por su buen negocio o porque el precio de las acciones haya disminuido
Al final, el Dividendo forma parte de lo que en la jerga
bursátil se denomina marketing financiero. Las empresas necesitan darse a
conocer como que son verdaderamente rentables para el accionariado, y qué mejor
forma de venderse que repartiendo parte de los beneficios entre sus
accionistas. ¿Eso es malo? No, siempre y cuando no forme pare de la seducción.
Hay muchas empresas que no reparten dividendos y por eso no dejan de ser rentables
para sus accionistas, simplemente emplean sus beneficios en adquirir más valor
para el accionista.
Una alta rentabilidad de los dividendos puede venir porque
los pagos hayan aumentado por su buen negocio o porque el precio de las
acciones haya disminuido, lo que puede esconder una debilidad del negocio de la
empresa que reparte tan suculento dividendo. Invertir en una determinada
compañía con un alto dividendo, pero con perspectivas negativas, no es
rentable. Muchos expertos se decantan porque los dividendos se acumulen en acciones
y no se cobren en efectivo, aunque los rentistas no estén de acuerdo con esta
premisa. Siempre es mejor invertir en empresas cotizadas que hacen dinero con
su negocio que en aquellas que atraen a los inversores por sus buenos dividendos.
Para el inversor conservador no es una buena opción hacerse una cartera con empresas cotizadas que remuneren al accionista vía Dividendos: una caída de la acción en un día es capaz de descontar el importe del dividendo de todo un año. Dividendos pasados no garantizan dividendos futuros porque las empresas no tienen ninguna obligación de repartir dividendos entre sus accionistas. Por eso, no se puede saltar de tener una cartera formada por activos muy conservadores a una cartera de acciones, aunque paguen dividendos de una forma recurrente. Para dar ese salto es necesario conocer más afondo cómo funciona una inversión basada en los dividendos que reparen las cotizadas y qué le sucede a la cartera cuando se reciben dividendos, sin dejar de lado la erosión que produce el pago de impuestos que lleva implícito el Dividendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario