8 de noviembre de 2022

El negocio bancario

Sin ser amigos íntimos, la banca y los ahorradores siempre han ido cogidos de la mano, pero en un constante tira y afloja. Ambos saben que ese odio cariñoso mutuo trasciende porque existe la necesidad de vivir en simbiosis. El ahorrador acude al banco con sus ahorros para que éste se lo custodie y, ya de paso, le dé algún beneficio. El banco capta fondos del ahorrador para colocarlos y satisfacer las necesidades de sus clientes. Siendo así, en síntesis, ese es el negocio primario de la banca: la intermediación financiera. Y así debe de ser. Pero la banca, no conformándose con ese negocio, desea y consigue dar un servicio integral al cliente, convirtiéndose en auténticos supermercados financieros donde el beneficio lo obtienen por múltiples canales y productos al obtener un diferencial positivo entre las captaciones y las colocaciones.

Pero no siempre los negocios de una empresa van bien y cuando es así, hay mucha gente que sufre. Por el contrario, cuando el negocio de la banca no funciona somos todos los que padecemos sus fracasos. Lo hemos visto y deseo, por el bien de todos, que no se repita. Tanta mella ha hecho este deterioro que se ha creado un nuevo mapa bancario con nuevas normas, provocando una desviación total del negocio bancario. Todas las autoridades han salido al quite para conseguir, dentro de lo posible, un futuro de la banca sostenible y con un crecimiento de calidad, intentando hacernos olvidar el fracaso bancario del pasado. Si las condiciones económicas eran favorables no era suficiente motivo para bajar la guardia y sobreseer el componente riesgo. Así nos fue y así lo llevamos pagando desde entonces.

Los cambios han sido asombrosos: la banca ha tenido que asumir su error y se le exigen nuevos requerimientos de capital para mejorar su solvencia. Es más, la banca es examinada como si de un escolarizado adolescente se tratase, poniéndole pruebas difíciles de superar para cerciorarse las autoridades competentes de que lo pasado no se vuelva a repetir.

La reordenación que ha sufrido el sector ha dejado el panorama bancario como un solar. Lo hemos visto. La reunificación de entidades ha provocado una disminución considerable del número de sucursales y las que han quedado son más grandes, con más personal y más dirigidas al asesoramiento eficaz. En este sentido, el ámbito más perjudicado ha sido el mundo rural que han visto como su sucursal bancaria de siempre se ha desplazado varios kilómetros de la residencia del cliente.

Sin embargo, por mucha innovación que haya habido, el negocio bancario sigue siendo muy parecido. Es cierto que no solo de sucursales vive la banca, tiene montado todo un entramado multicanal. Desde la sucursal bancaria, donde se puede realizar cualquier gestión, pasando por la extensa red de cajeros automáticos hasta llegar a la versátil banca “on line” y la galopante banca móvil. Al fin y al cabo, lo que están ofreciendo al ahorrador es una banca multicanal donde, de una forma o de otra, se pasa a depender de ellos en cualquier circunstancia. También es de agradecer que están intentando conseguir facilitar el acceso a todos los ahorradores.

El negocio bancario, dentro de una misma entidad, está muy bien estructurado en forma de pirámide. La base está formada por la inmensa multitud de ahorradores hasta llegar a su cúspide donde se encuentran las grandes empresas y los grandes patrimonios personales. Comenzando por la base, estos son los diferentes tipos de banca.

Banca particular: Conocida también como banca minorista o al por menor, es la base de la pirámide y está dedicada, como decía, a la masa de ahorradores donde su capacidad patrimonial está limitada. Se caracteriza por realizar numerosas operaciones de escasa cuantía.

Banca personal: Es una banca formada por gestores especializados que se encargan de asesorar a clientes con patrimonios mayores que la base de la pirámide, pero limitados.

Banca de negocios: Trata y gestiona patrimonios avanzados y las pequeñas y medianas empresas. Su misión es gestionar los fondos necesarios para proyectos de inversión o financiación.

Banca privada: Dedicada a patrimonios de mayor tamaño, pero hasta un cierto límite, aunque los clientes tienen ya un alto nivel patrimonial y su formación financiera empieza ya a ser relevante. Cuenta con gestor personal especializado con trato de exclusividad al cliente.

Banca de empresas: Este tipo de banca está dirigida a empresas con mayor envergadura que las PYMES.

Banca corporativa: Banca especializada en operaciones para grandes patrimonios y compañías. Este modelo lo realizan gente muy especializada y en algún grupo bancario existe hasta una filial que se dedica en exclusividad a ese cometido.

Al margen de lo dicho, se encuentra el negocio de los seguros. Es obvio. La gran red de distribución con que cuenta la banca es aprovechada para este complemento que llega a los ahorradores y usuarios debido a las sinergias que puedan crear con otros productos. Por poner un ejemplo, es típico, que, al hacer una hipoteca, te asignen también un seguro multirriesgo o uno de vida y, si cuadra, uno de autos.

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