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Los
consumidores, según su opinión, se han polarizado en varios frentes: por un
lado, están los que piensan que la propina debe de ser algo obligatorio con el
fin de apoyar el sueldo del trabajador. Por otro, están los que creen que las
propinas lo único que propician es que los salarios se mantengan por debajo de
su precio real. Y otros, sin darle más importancia, opinan que la propina no
deja de ser una costumbre y una muestra de agradecimiento.
La propina es una recompensa, generalmente económica, que se da como agradecimiento a alguien por la realización de un buen servicio o por el producto consumido. La Real Academia Española (RAE), en su diccionario de la lengua española, la define con las siguientes tres acepciones:
1.- f. Agasajo
que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún
servicio.
2.- f.
Gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual.
3.- f. Colación o
agasajo que se repartía entre los concurrentes a una junta, y que después se
redujo a dinero”.
Varias son
las fuentes que indican el origen de la palabra y su significado, coincidiendo
en la acepción final. Se dice que el término “propina” proviene del griego “propinein”: ‘pro’ (antes/para) ‘pinein’ (beber). Aunque según la Real
Academia Española viene del latín bajo ‘propina’,
sin especificar que a su vez podría venir del vocablo ‘propinâre’ para referirse al acto de dar dinero a alguien con la
intención de que se lo gastase en tomar algo a la salud de quien se lo dio.
La propina,
según los historiadores, era una tradición originaria de la Inglaterra del
siglo XVI, consistiendo en el dinero que los invitados daban a los anfitriones
para compensar, de alguna manera, el trabajo adicional que les generaban y
sería una forma de pagar las horas extras de los empleados. En la siguiente
frase, tomada de un libro inglés de 1795 y recogido por la BBC, se aclara muy
bien: “si un hombre con su caballo se aloja en una posada, además de pagar la
factura debe dar al menos un chelín al camarero y seis peniques a la sirvienta,
al mozo de cuadra y al limpiabotas, lo que sumaría media corona”.
Posteriormente,
a finales de la Edad Media, los señores feudales tenían la costumbre de darle
algunas monedas a las personas socialmente inferiores como gesto de buena voluntad
o de humillación, con el fin de recalcarles que ellos eran los que ordenaban.
En este caso, la práctica de dar propinas se asociaba al vasallaje y a la
esclavitud.
Los
estadounidenses, a finales del siglo XIX, importaron la práctica de las
propinas tomándolo como un gesto que indicaba una educación refinada. Esta
práctica se consolidó con la abolición de la esclavitud. Los restaurantes, por
ejemplo, querían seguir teniendo mano de obra gratis, así que usaron las
propinas para convertirlas en los salarios de los empleados. Es decir,
contrataban a los negros, pero no le pagaban ningún sueldo, excepto lo que
recibiesen de las propinas que los clientes les diesen. Ese es el motivo por el
que los empleados de la hostelería eran la inmensa mayoría negros. En 1904, en
el estado de Georgia, surgió la primera Sociedad Anti-Propina de América que se
negaban a dar propinas. En 1906, Washington fue el primero de seis estados en
prohibir las propinas. En 1926 se derogó esa prohibición. En 1960 el Congreso
acordó que los trabajadores podrían recibir un salario más bajo si una parte de
él provenía de las propinas.
En 2007, en
España, Pedro Solves, ministro de economía de la época, dijo que las propinas
excesivas eran un factor que propiciaba el aumento de la inflación del país.
Lo que está claro es que la costumbre de dar propinas, en la actualidad, está extendida por todo el mundo, pero la costumbre de cómo y cuánto hay que dar difieren bastante de un país a otro. Y no en todas partes son acogidas de la misma manera. Aquí, en España, son una parte importante del sector servicios y siempre es de agradecer un aporte extra de dinero. En Japón son un insulto y un gesto de superioridad hacia el trabajador. En el caso opuesto está, por ejemplo, Estados Unidos, donde las propinas forman parte del sueldo de los trabajadores independientemente del trato recibido y hasta pueden venir incluidas en la factura. En otros lugares, como en Grecia o Dinamarca, no esperan ese gesto de agradecimiento.
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