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La Bolsa está
considerada como el mejor vehículo de inversión para rentabilizar los ahorros y
eso requiere de un aprendizaje. Tampoco son necesarios estudios de posgrado,
pero sí unos conocimientos básicos, aunque solo sea conocer el reglamento. A
partir de ahí, sin dejar de lado la formación, la experiencia se pondrá del
lado del ahorrador que ha pasado, sin saberlo, a inversor. Ser inversor es una
tarea muy difícil donde para ganar dinero hay que trabajar muy duro. Comprar
acciones en la Bolsa es ser propietario de la parte alícuota de la compañía en
la que se ha invertido el dinero. Teniendo claro eso, si lo que se quiere es
perder dinero, solo es necesario cortar las ganancias y dejar correr las
pérdidas.
La economía
es cíclica, lo vemos constantemente, y la Bolsa, aunque se afianza en las
expectativas, es un fiel reflejo de la realidad. El dinero que se gana en los
ciclos alcistas es un préstamo que hay que devolver en los ciclos bajistas si
no se ha salido a tiempo. Saber cuándo vender es más importante que saber
cuándo comprar. No vender a tiempo una posición ganadora puede dar lugar a una
pérdida por no haber protegido adecuadamente los beneficios.
Vivimos un
momento de auténtica saturación de información. Todos sabemos de todo. Lo hemos
leído en algún sitio sin percatarnos de si es una fuente fiable o no. Los CEO’s
de las compañías salen a vender las bondades de su empresa y el ahorrador, que
no es capaz de verificar esa información porque posiblemente no tenga acceso a
ella, entra de lleno en la cotizada sin más dilación. Si no se aplica un filtro
adecuado y solo se selecciona lo que se quiere escuchar la ruina no se hará
esperar.
La intuición
no es una buena consejera en lo que a inversión bursátil se refiere. Es más,
invertir por intuición es perder por obligación. No es bueno querer ser el más
listo porque no se es. Frases como “no puede bajar (o subir) más” no ayudan en
absoluto, todo lo contrario, no se ponen de nuestra parte. Al otro lado de
nuestro terminal de contratación están los inversores más expertos, los mejores
tiburones sin ningún tipo de escrúpulo hacia los inversores domésticos que su
única ambición es sacarle una rentabilidad al mercado. Por eso, ir en su
contra, es dar coces contra el aguijón. Los grandes inversores, no los pequeños
ahorradores, son los que marcan las tendencias de los valores y dicen todos los
manuales bursátiles que ir en contra de la tendencia es ir de camino al abismo
más absoluto.
Promediar a
la baja también suele ser un buen pensamiento para perder parte del dinero
invertido. En la inmensa mayoría de los casos, no es una buena idea intentar
rebajar el precio medio de compra mediante la adquisición de más títulos a
medida que va cayendo el precio de la acción. Cuando una acción está en caída libre
lo mejor que se puede hacer es dejarla caer hasta donde tenga que hacerlo, ya
habrá tiempo de entrar en ella si es que se llega a recuperar. Si nos hemos
equivocado, se deshace la posición, se reconoce el error y nos vamos con el
dinero a otra parte.
La inversión
en Bolsa no es una ciencia exacta: dos más dos no siempre son cuatro. Ningún
analista tiene la verdad absoluta, son profesionales, sí, pero no son dueños de
la verdad. Es más, unos opinan una cosa y otros opinan la contraria. Uno de
ellos, y solo uno, tendrá razón, solo el paso del tiempo lo corroborará. Todos
hemos visto quiebras en la Bolsa. Y, hasta el último día, se han emitido
recomendaciones de compra. Si el consenso del mercado está fuera de una
compañía, es por algo, llevarle la contraria es despojarnos de nuestra arma de
inversión más valiosa: el dinero.
El dinero que
se destine a la inversión bursátil será aquel que se sepa con certeza que no se
va a necesitar en el corto plazo: Será ese dinero que no forme parte del fondo
de reserva ni del fondo de emergencia. Y esto es así porque puede darse el
caso, y se da con más frecuencia de lo que se piensa, que haya que vender por
necesidad y eso ocurra en el momento peor de la inversión. Vender por necesidad
es perder por obligación.
No quiero
dejar pasar esta oportunidad sin mencionar el riesgo. Uno de los principios fundamentales
de la inversión en Bolsa es tener una estrategia bien definida y bien marcados
los tiempos y los precios de entrada y salida. La estrategia será rentable si
el mercado se pone de nuestro lado, pero no siempre es así. Por eso, para estar
en las ganancias también hay que asumir las pérdidas: dos pasos para delante y
uno para atrás. Tener controlado el riesgo de la inversión es algo
imprescindible; si no se controla debidamente, las minusvalías aparecerán de
inmediato y ese no es el fin de ninguna inversión.
El mar de los
mercados financieros está lleno de tiburones y de cantos de sirena, pero
ninguno estará de nuestro lado. La inversión en Bolsa, al final, es una
inversión de suma cero: lo que uno pierde lo gana otro. Si el deseo de
inversión coincide con que ese mar está repleto de grandes tempestades es
preferible esperar a entrar cuando todo esté en calma. Hay un dicho bursátil
que viene muy a cuento y dice que “en época de tormentas no es conveniente
tender la ropa”.
Una inversión
a largo plazo suele ser aquella que se hizo con la intención de recoger
beneficios rápidamente y se nos ha ido de las manos el control, con lo que la
mejor solución es dejarla en herencia para nuestros descendientes.
La psicología
influye en cada una de las decisiones que tienen que tomar las personas. En
este sentido, el mundo de la inversión no es diferente debido a que el
inversor tiene que arriesgar su propio patrimonio, a sabiendas de que las
emociones formarán una parte muy importante del negocio, hasta tal punto que si
no son controladas serán quienes marquen la línea del éxito o del fracaso. Al
final, lo que dice la psicología de la inversión es que de una forma natural se
cometen errores, por eso, invertir en aprendizaje, es una buena
manera de evitar los errores emocionales y no convertirnos en nuestros propios
enemigos financieros.
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