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Etapa de formación.
Las necesidades de inversión no van
más allá de una cuenta corriente o algún que otro producto de inversión sin
demasiada trascendencia, pero en ella sí se forja el comienzo de toda una vida
financiera.
Etapa de independencia.
En esta etapa es en la que se
consigue la independencia financiera, en la que comienza a existir la necesidad
de contratar los primeros productos financieros y hacer las primeras
inversiones.
Esta etapa es
la más propicia para asumir los mayores riesgos de inversión y multiplicar el
capital. Sin lugar a duda, será la etapa más rentable, aunque las necesidades
económicas sean altas y los ingresos bajos, pero se está ante el comienzo de la
inmersión en el mundo financiero. El dinero que se invierta en este momento
será el más rentable debido a que queda toda una vida por delante para asumir
las fluctuaciones que experimente el Mercado Financiero.
Este es el
momento donde el interés compuesto muestra toda su fortaleza, actuando de lleno
sobre el propio capital invertido y sobre los resultados.
Es el momento
de invertir en activos de riesgo porque el horizonte temporal es tan amplio que
por sí solo es capaz de minimizar el riesgo. Todavía no es el momento de los
Planes de Pensiones, a no ser que vengan impuestos, y menos ahora que el
atractivo fiscal es ínfimo.
Pero sí puede
ser el momento de comprar una vivienda para el uso habitual siempre y cuando no
suponga un endeudamiento fuera de los cánones del esfuerzo financiero habitual.
Esta tendrá un rendimiento implícito similar al ahorro de no pagar el alquiler.
Aunque la inversión en vivienda es una reserva de valor importante, es un activo
ilíquido. Es por esto por lo que esta inversión no puede sustituir a las
inversiones financieras.
Etapa de crecimiento profesional.
Es
el momento en que tanto ingresos como gastos se incrementan. Los gastos
provienen del interior de la propia familia y en esta etapa es donde se
planifican las decisiones más importantes de inversión.
Quizás haya
aumentado la familia y las necesidades ya no son las mismas con el consiguiente
aumento de los gastos. Aun así, las oportunidades de inversión están todas
abiertas porque el horizonte todavía se presenta lejano.
Es esencial
tener una reserva de liquidez para afianzar cualquier incidente económico que
pueda surgir.
Si se ha
formado una unidad familiar obliga a ser más previsivo y no destinar todo el
ahorro a los activos de riesgo. Ya es necesario comenzar a diversificar el
riesgo.
Etapa de consolidación profesional.
Se caracteriza porque se consolidan los ingresos dando por finalizado el
patrimonio básico familiar.
Con esta
etapa llega el momento de consolidar el patrimonio. Se empieza a dar por
finalizado el momento de las inversiones que puedan reportar grandes beneficios
y que estén asociadas a grandes riesgos. Es el momento de comenzar a preservar
el patrimonio acumulado sin exponerlo a excesivos riesgos porque el horizonte
temporal ya comienza a no ser tan amplio.
Pero eso no
quiere decir que haya que salirse del Mercado, no, solo hay que cambiar los
activos con más riesgo a otros más conservadores, pero sin quitarle a la
cartera ese toque picante.
Desde aquí se
empieza a avistar la etapa de la jubilación por lo que es el momento de ir
pensando en planearla. Si se trabaja por cuenta propia, quizás convenga
aumentar la base de cotización y si se trabaja por cuenta ajena quizás sea el
momento de abrir un Plan de Pensiones, eso sí, con bajos costes y obviando las
promociones de las entidades financieras.
Etapa de estabilización.
Es el
momento en que los gastos familiares descienden y se estabilizan los ingresos.
Llegada esta
etapa no hay más remedio que rotar las carteras con la visa puesta ya en la
etapa financiera final. Hay que presuponer que los ingresos descenderán en
breve y habrá que suplantarlos con los beneficios que generen los activos
adquiridos en el pasado, incluso hasta se pueden obtener beneficios con la
vivienda habitual.
Habrá que despedirse
de los activos que acumulen más riesgo hacia los que tengan menos. En este
punto, es imprescindible tener muy en cuenta la fiscalidad de cada producto,
porque manejar adecuadamente el pago de impuestos es también otra forma de
ganar dinero.
Etapa dorada.
Se da por
finalizada la actividad profesional. En esta etapa el consumo dependerá del
ahorro en las etapas anteriores y está basada en el disfrute y en bienestar
personal. Es el momento de saber los resultados de los exámenes que la vida
financiera ha ido poniendo a lo largo de las etapas anteriores.
Con esta
etapa, aunque sea la última, la vida financiera no se da por terminada, es más,
es el momento de administrar y gastar lo ahorrado. Los gastos aumentan según
empeora la salud y aquí es cuando se echará de menos no haber hecho los deberes
financieros a su debido momento. Es, por excelencia, la etapa del descaso y del
disfrute.
En fin, la vida
financiera debe responder a estos conceptos básicos: desarrollo de los hábitos
financieros, acumulación del patrimonio, conservación y disfrute del mismo.
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