7 de febrero de 2023

Errores financieros más comunes y evitables durante el ciclo vital

Foto by pixabay.com
Todos estamos sometidos a cometer errores (acción de haber realizado algo de la manera indebida) y de ellos se aprende. De la actitud que se adopte ante las equivocaciones depende de que estas puedan convertirse en obstáculos o verlas como oportunidades. Los errores son parte de la vida, nadie está completamente a salvo de ellos. De hecho, juegan un papel fundamental en lo referente al crecimiento personal humano. Si no fuese por las equivocaciones que se cometen, no seríamos capaces de aprender de ellas para poder corregirlas más adelante. Los errores tienen en común que son accidentales e involuntarios; es decir, jamás se podría cometer un error de manera voluntaria, eso resultaría ser una paradoja. El otro aspecto común de los errores, y el más importante, es que detrás de cada uno de ellos se esconde la oportunidad de conseguir un valioso aprendizaje. Pero a colación de todo esto decía Eleanor Roosevelt: “aprende de los errores de los demás. No vivirás lo suficiente para cometerlos todos tú mismo”. Y tenía razón.

Las finanzas no son muy diferentes a la vida cotidiana. Los errores financieros, normalmente, se resuelven con dinero. Pero mejor está no cometerlos y, la mejor forma de no cometerlos es que alguien te advierta de lo que es un error para así poder esquivarlo sobradamente. En finanzas, los errores de la juventud nada tienen que ver con los que se cometen en la edad adulta. Y nada tienen que ver con los que se cometen cercanos o ya metidos en la edad de oro.

El comienzo de la vida laboral implica, financieramente hablando, ser libre. A esta etapa se llega de la anterior donde el dinero no era un problema porque eran los progenitores los que corrían con todos los gastos. A partir de ahora la cosa cambia, y mucho. El primer error surge al querer imitar a los padres y vivir por encima de las posibilidades de los ingresos. Mantener el estilo de vida que llevan ellos no es factible a no ser que ellos también aporten.

Al tratar de vivir por encima de las posibilidades implica que de inmediato hay que endeudarse. Y endeudarse significa amoldar la vida financiera a la deuda. Con una deuda como mochila no hay libertad para hacer lo que se quiera, porque se necesitan unos ingresos para amortizarla y pagar los consiguientes intereses. Si hay que endeudarse, se endeuda uno, pero habiendo conseguido el preahorro necesario para atenuar la deuda. El preahorro contribuye a conseguir los objetivos financieros más rápido de lo habitual.

Se deberá evitar a toda costa caer en “la trampa de los gastos crecientes”: cuanto más se gana más se gasta. Los aumentos de sueldo se deben de emplear para conseguir libertad financiera, no para amoldar un nuevo estilo de vida a los nuevos ingresos. La sociedad actual ofrece demasiados estímulos consumistas para entrar en la espiral de gastos crecientes y el ser humano siempre piensa en la satisfacción inmediata dejando de lado el futuro. El ahorro es el gasto que se hará en el futuro ayudado por la magia del interés compuesto, funcionando este mejor en periodos largos de tiempo y su poder se incrementa con el aumento de capital. Para conseguir esto último lo mejor es separar el ahorro de los ingresos y acto seguido automatizarlo hacia otra cuenta que sea diferente de la del uso cotidiano.

Recién llegada la madurez llega el momento de sentar la cabeza y centrarse en forjar un lugar de residencia. En este momento hay una superhipoteca esperanto al treintañero con los brazos abiertos. Las hipotecas se hacen a muy largo plazo, por eso es crucial elegir la más adecuada. Un error en su contratación implica adelantar todos los ingresos venideros al momento actual porque el nivel de ingresos del futuro es incierto. La mochila de la hipoteca es necesaria, claro que sí, pero cuanto más leve sea mejor, evitando que el fin de todos los ingresos vayan destinados a ella. El prestamista no permite fallos en la devolución del principal y sus intereses. Hipotecarse para comprarse una casa no es hipotecarse toda la vida.

La llegada al mundo de un hijo cambia por completo el escenario. Hay que atender las nuevas necesidades familiares y eso implica, en la mayoría de los casos, modificar el planteamiento de las finanzas personales. Quizás, con la llegada de un hijo los gastos aumentan de forma exponencial a lo que lo venían haciendo con anterioridad. Por eso, hay que modificar la estructura de las finanzas personales para incluir en ellas al nuevo miembro de la familia: los gastos aumentan y los ingresos se mantienen inalterables.

Ir cumpliendo años significa ir adquiriendo experiencia en todos los ámbitos, en el financiero también. Llegada la etapa la madurez consolidada es el momento de empezar a pensar en hacer algo para generar ingresos pasivos. Solo se podrá conseguir este estado si se han hecho correctamente los deberes en el pasado. Es el momento, por ejemplo, de emprender o simplemente de poner los ahorros a trabajar con el pensamiento puesto ya en la jubilación. Insisto en que aquí de lo que se trata es de conseguir ingresos pasivos, no gastos pasivos. Es habitual en este punto que se intente aumentar el patrimonio y por consiguiente los gastos. No es malo aumentar el patrimonio, solo si viene acompañado de un aumento de los ingresos.

Llegados los 50 es la hora de darle la vuelta al jamón. Si a estas alturas de la vida no se tienen las finanzas encarriladas algo ha fallado en el pasado. Pero aún queda algo de tiempo, no mucho, en el que algo se puede hacer. Ahora la recomendación de ahorrar para la jubilación se convierte en una obligación. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero las jubilaciones del futuro no van a ser tan prolíferas como las del presente y no habrá más remedio que tirar del ahorro acumulado si se quiere conservar el nivel de vida de la etapa laboral. Oportunidades hay y tiempo para llevarlas a cabo también.

A partir de este momento llega otro de los problemas más cotidianos: convertirse en avalista de los hijos. Ser avalista implica los mismos riesgos que se tuvieron con la creación de una hipoteca. Sin embargo, ahora la cosa cambia de forma sustancial: se paga con el propio capital si fuese necesario. Otra forma de ayudar a los hijos es donar el capital que se tenía para la jubilación. Desde el punto de vista financiero esta opción en un error porque queda poco tiempo ya para volver a recuperar ese importe, pero en este caso prima la relación afectiva y nada hay que decir al respecto.

Llegada la etapa final del ciclo vital prima disfrutar de la vida. Hacer lo que no se pudo hacer en el pasado y utilizar del ahorro acumulado para hacer lo sea menester en esa época. Es el momento de pensar hasta dónde pueden llegar los ingresos por ser el futuro incierto. Y cómo no, pensar también en el legado que se les va a dejar a los herederos. Una buena planificación de este punto implica mucho ahorro de impuestos. Pero eso ya es otro tema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario